Matrioska emocional
crítica de El pasado | Le passé, de Asghar Farhadi, 2013El cine iraní. Tiene en su origen una trayectoria similar a la de otros países, basada en el cine de efugio y entretenimiento. Pero a finales de los sesenta se produjo un punto de inflexión. Irán pasó a ser un centro de innovación cinematográfico de relevancia. Floreció al calor de un proceso de occidentalización, donde tuvieron un papel sobresaliente instituciones como Kunan –una suerte de instituto de desarrollo para nuevos creadores– que empezó a financiar trabajos de jóvenes directores –como Abbas Kiarostami–. Surgió una nueva manera de entender el cine, al margen de la línea evasiva predominante. De todas formas, el hándicap de la censura o su carácter inescrutable para el común de los espectadores, así como la marcada influencia de autores como Godard, dificultaron su expansión entre el gran público. Se creó una dicotomía bastante común en la degustación del séptimo arte: divergencia de opinión entre el gran público y la mayoría de la crítica. Unos acogieron el nuevo cine iraní como agua de mayo. La sabia nueva de autores como el citado Kiarostami, Kianush Ayyari, Amir Naderi a los que posteriormente se unieron otros como Mohsen Makhmalbaf o Ebrahim Hatamikia –la lista es larga, me dejo en el tintero a los que están más en boga en la actualidad– causó sensación. En el extremo opuesto la desidia de unos espectadores reticentes a aceptar ese nuevo mesianismo. Parecía insalvable la falla generada en torno a la cinematografía iraní. Los prejuicios y las etiquetas mermaron su capacidad comercial; su éxito parecía limitado a festivales internacionales y círculos especializados. Hasta que Asghar Farhadi se sacudió los falsos clichés que estigmatizaban su difusión popular, con la galardonadísima y maravillosa Nader y Simin, una separación (2011) (crítica) –ganadora del Oscar y el Globo de Oro como mejor película de habla no inglesa y el Oso de Oro en el Festival de Berlín de 2011–.
El éxito de Nader y Simin, una separación fue indiscutible. Hubo unanimidad entre la temporada de premios, la crítica y el público. Su historia diáfana e inquietante constituye un auténtico “tratado sobre las relaciones humanas que a partir de un divorcio desgrana todo tipo de coyunturas de la sociedad persa”. Además, le abrió las puertas a su director, para rodar en Francia su última película: Le passé (2013). La esencia europea, latente en sus anteriores películas, se convierte en un hecho. Exilio creativo en el que, amén del suculento atractivo de rodar en el viejo continente, tuvo mucho que ver –intuyo– las asfixiantes medidas para cohibir la libertad creativa de los cineastas en su país de origen. Muchos creen que la restricción de ciertas libertades expresivas, los ataques al cine comercial y a la importación, así como el fomento de un cine respetuoso con los valores islámicos –sobre todo tras la Revolución Islámica de 1979–, favorecieron un cine metafórico de alta calidad, rico en lecturas y en sutilezas. El propio Farhadi entiende que la autocensura es mucho peor que la censura institucional. No obstante, que la reprensión expresiva sea una fuente de creatividad, es matizable y discutible. Si bien abundan los casos que lo corroboran, creo que nadie en su sano juicio diría que la libertad es un inhibidor de creatividad. Por ello, es comprensible la emigración artística del cineasta iraní, a pesar de que su cine dista de ser considerado como disidente.
Las comparaciones son inevitables, pero Le passé mantiene el tipo. Obviamente no es Nader y Simin, una separación (2011), pero se postula como digna sucesora. En el mismo escalafón que A propósito de Elly (2009), aunque de dimensiones distintas. El realizador persa, más calculador, menos desenvuelto, navega por las mismas aguas revueltas de su anterior película. Comienza con una escena especialmente memorable, por sutil, bonita, delicada y tierna. Donde sin decir nada se dice todo. Fahardi filma el reencuentro entre una mujer y lo que parece ser su marido, pero no pueden comunicarse pues se hayan separados por un cristal. Un juego alegórico brillante. Un ejercicio formal inteligentísimo. El encuentro es, en realidad, el de Marie-Anne y su ex pareja. Su mímica hacía presagiar otro tipo de relación. El cristal da cuenta del status formal, las pantomimas del afectivo. Una tensión expresiva no resuelta. Una genialidad que da el pistoletazo de salida a un drama familiar cuya mecánica es idéntica a la de las muñecas rusas. Cada intriga alberga en su interior un nuevo secreto, que a su vez conduce a un nuevo misterio. Lo que parecía la vuelta de un ex marido –llamado Ahmad–, desde Teherán a París, para formalizar los papeles de su divorcio, termina convirtiéndose en una odisea familiar de dimensiones titánicas. La llegada de éste, desatará un torbellino emocional. El pasado reciente de su hijastra mayor, su ex mujer y su pareja dejan al descubierto un tejido de emociones tan inquietante, como dañino para la convivencia. Cada miembro de la familia parece víctima de una zozobra pasional. La tracción conflictiva es rodada con discreción. Con una cadencia visual particularmente envolvente, el director irá dando forma a un drama que flirtea –al igual que en sus anteriores películas– con otros géneros.
Conviene mencionar la naturaleza sobresaliente del elenco actoral, comandado por la fabulosa Bérènice Bejo –protagonista de The Artist (2011), premiada como mejor actriz en el pasado Festival de Cannes por su actuación en Le passé–, el intérprete principal de Un profeta (2009), Tahar Rahim y Ali Mosaffa. Los tres encabezan el recital interpretativo que pone el broche de oro a un filme, cuya humanidad esmerada conmueve de principio a fin. En resumidas cuentas, Farhadi pinta un cuadro de ambigüedades, de secretos. Un pequeño retrato sobre la obsolescencia familiar. Un maremoto de vida, de desconsuelo. Con precisión meridiana, sin lugar para la improvisación se tejen los telares narrativos de una historia sin más beneplácitos que los necesarios. Asghar Farhadi salva la losa inherente a las excepcionalidades, se repone con sobriedad a una genialidad como Nader y Simin, una separación. Quizá, ese intento por pasar página con decoro se refleje en su escasa espontaneidad, su atmósfera exorbitantemente agobiante y en sus ansias de grandeza. A pesar de las maneras y las formas no es una obra maestra, un metraje cuya vida fue alargada artificialmente y un abuso de lo trascendental evitan la jugada perfecta. ★★★★★
Andrés Tallón Castro
redacción Madrid.
Francia, 2013, El pasado (Le passé). Director: Asghar Farhadi. Guion: Asghar Farhadi. Productora: Memento Films Production. Fotografía: Mahmoud Kalari. Reparto: Bérénice Bejo, Tahar Rahim, Babak Karimi, Ali Mosaffa, Pauline Burlet, Elyes Aguis, Jeanne Jestin, Sabrina Ouazani, Valeria Cavalli. Presentación oficial: Cannes 2013.