TIPOS DE DOLOR
crítica de Carne muerta (Dead Meat) (6x08), octavo episodio de la sexta temporada de True BloodHBO | EEUU, 2013. Director: Michael Lehmann. Guión: Robin Veith. Creador: Alan Ball. Reparto: Anna Paquin, Stephen Moyer, Sam Trammell, Ryan Kwanten. Rutina Wesley, Alexander Skarsgård, Chris Bauer, Kristin Bauer Van Straten, Lauren Bowles, Anna Camp, Nelsan Ellis, Rob Kazinsky, Joe Manganiello, Michael McMillian, Kelly Overton, Jurnee Smollett-Bell, Deborah Ann Woll, Amelia Rose Blaire, Pruitt Taylor Vince, Courtney Ford, Luke Grimes, Karolyna Wydra. Fotografía: Evans Brown. Música: Nathan Barr.
Sookie debe tomar una difícil decisión por sus amigos. Eric traza su venganza contra todo y todos. Jason es propiedad de una vampiresa. Las primeras botellas de sangre contaminada se distribuyen. Los preparativos del funeral de Terry comienzan. Sam se huele una sorpresa. Alcide derrota a Rikki.
Es el dolor de un hermano ante la muerte de su milenaria familia. Es el dolor de una hija que se rebela contra el recuerdo sus padres mientras toma una importantísima decisión. Es el dolor físico de un grupo de vampiros ante una inminente muerte. Es el miedo ante el dolor. Es el dolor por la pérdida de tu alma gemela. El dolor de la impotencia. El dolor que no cicatriza. De todo eso y más habla Carne muerta, el irregular octavo capítulo de True blood. Pero no lo hace especialmente bien. Otra cara nueva en la sala de guionistas, Robin Veith, conocida especialmente por su gran trabajo en las tres primeras temporadas de Mad Men, firma un guión eficaz sobre el papel pero que una vez más se ve perjudicado por la desgana de los actores. Quizá no sea ya desgana, sino simple ineficacia para transmitir que se toman en serio su trabajo. Con las honrosas excepciones de Alexander Skarsgård, Deborah Ann Woll, Chris Bauer y Carrie Preston, el resto de actores fijos se limitan a ponerse en su marca y recitar las frases.
Hablando de Skarsgård, su vampiro vikingo sigue proporcionando los mejores momentos de los episodios. En esta ocasión escupe furiosas verdades a Bill en la primera escena del capítulo y después urde una dulce venganza. Una venganza que quizá desencadene un equívoco mortal y que crea el cliffhanger para cerrar la entrega. Entre estas escenas se continúa el devenir de las tramas de los demás personajes. Alcide, que ha sobrevivido a la amenaza de Rikki porque es más fuerte y compasivo, parece haber dejado la manada definitivamente. Sam va a ser padre con Nicole, así que la joven parece que va a quedarse un tiempo por Bon Temps, aunque nunca se sabe. Como ya un servidor ha retirado en múltiples (¿demasiadas?) ocasiones, las tramas de estos personajes son aburridas. Muy aburridas. Quizá por eso alegra tanto que la escena en la que ambos se toman unos chupitos en Merlotte´s y comentan su desastrosa vida funcione. Es un momento divertido y refrescante, contraste de la forzada intensidad con la que estos hombres lidian en el día a día.
Nuestra protagonista tiene un dilema. Para salvar a sus amigos de morir necesitan la sangre de Warlow. Bill puede caminar a plena luz del día porque la bebió. Pero Warlow pone una condición: que Sookie sea suya definitivamente. Una vampiresa-hada para pasar la eternidad. La joven se pasa el capítulo pensándolo, reniega de sus padres con un duro monólogo, trata de consolarse com Sam (¿recuerdan que había tensión sexual entre ellos?), intenta consultarlo con Jason y finalmente decide aceptar la propuesta para poder proteger a Tara, Jessica y compañía. Lo que Sookie no sabe es que Jason forma parte de ese “y compañía”. El joven Stackhouse ha sido acogido por una amenazante vampiresa de misteriosas intenciones y nombre Violet. En principio alimentarse, pero quizá usarle para siempre. Interpretando a esta criatura, la actriz Karolyna Widra nos sale con un registro completamente distinto a su memorable papel en House (2004-2012) como Dominika, esposa de conveniencia del doctor protagonista. Y de vampiresa a vampiro, ¿por qué convirtieron los guionistas a Steve Newlin en vampiro? Más allá del chiste gay que conlleva su personaje, sólo se me ocurre que se necesitaba un personaje así para cargar las culpas. Aparte de eso, su presencia es un misterio. Es un mecanismo para hacer avanzar la trama. Lo mismo fuente de información que elemento de perdición, su cobardía no resulta siquiera simpática por la ausencia de carisma de Michael McMillian. Es el causante de llevar a nuestros protagonistas a la sala donde morirán por los rayos del sol.
Los arrebatos de locura han asaltado a las féminas de True blood en esta ocasión. Arlene y Sarah Newlin han protagonizado momentos de mayor y menor desenfreno. Arlene explota ante la familia Bellefleur porque quieren celebrar un funeral muy específico para Terry. Y la viuda, confusa además porque el muerto se hizo un golosa seguro de vida antes de morir, quiere que el funeral honre al hombre que amó. Respecto a Sarah, protagoniza un momento de pura y desagradable histeria y humor negro. La poderosa mujer de negocios trata de matar a la representante humana de las fábricas de True blood cuando ésta descubre la ración mortal de Hepatitis V que sirve de nuevo ingrediente. Mujeres corriendo en tacones, insultándose y deseando la muerte de la otra. El final de la escena es tan bizarro como podríamos esperar de los guionistas. Un grupo de sedientos vampiros se beben la cara de la señorita Suzuki y Sarah remata el golpe con un taconazo en el cráneo. Puro desbarre. ★★★★★
Adrián González Viña.
crítico de cine & series de televisión.