EL FRANCOTIRADOR FANTASMA
crítica de Tower Block | James Nunn & Ronnie Thompson, 2012El cine británico nos sorprende de cuando en cuando con propuestas frescas y originales que, con presupuesto mínimo y mucha imaginación, pueden competir perfectamente en entretenimiento y eficacia con las grandes producciones de Hollywood. Este fue el caso de Attack the Block (2011) de Joe Cornish, una de las sorpresas más agradables de la temporada, que mostraba la encarnizada lucha entre los residentes de un bloque de viviendas de los suburbios de Londres contra una invasión alienígena. El éxito de aquella desacomplejada pequeña película ha debido inspirar (y mucho) a James Moran a la hora de escribir el guión de esta Tower Block (2012) que repite la mayoría de aciertos de aquella, utilizando armas muy similares en su búsqueda por el espectáculo. Los sanguinarios extraterrestres de Attack the Block son sustituidos aquí por la enigmática figura de un francotirador asesino que, en la mayor parte del metraje, permanece invisible a los ojos del espectador, lo que le da un aire casi de cine de terror a la propuesta, deudora de aquella mítica El diablo sobre ruedas (1971), de Steven Spielberg.
De nuevo, tenemos como escenario uno de esos enormes bloques de vecinos tan característicos de las zonas más desfavorecidas del Reino Unido, donde conviven en colmena individuos de la más diversa calaña. La mayoría de estos habitantes ya han desalojado el ruinoso edificio, presionados por el promotor, pero los vecinos de una de las plantas más altas continúan resistiendo en sus casas. La mayoría de estas personas se alejan de lo que podría definirse un ejemplo de conducta y comportamiento. En el mismo pasillo se concentran una madre soltera que maltrata a sus niños, una pareja de traficantes de drogas, un pobre perdedor que pasa sus días alcoholizado o un macarra que se dedica a sacarle el dinero al resto de residentes con la excusa de mantenerles seguros de la delincuencia de la zona, entre otros. La pesadilla comienza inesperadamente cuando un día, un francotirador comience a disparar desde el edificio de enfrente, aniquilando una a una a estas personas, sin permitirles abandonar el bloque. Esta situación límite, de auténtica pesadilla, desenterrará un oscuro recuerdo del pasado entre los vecinos cuando, meses atrás, asistieron al apaleamiento y posterior asesinato de un adolescente en el pasillo de su planta, sin atreverse a testificar posteriormente ante la policía. Posiblemente, el misterioso asesino que les acecha desde el otro lado de la calle sea una especie de justiciero en busca de venganza.
Los debutantes James Nunn y Ronnie Thompson demuestran un perfecto dominio de los mecanismos del suspense, aprovechando magníficamente bien el único escenario del interior del edificio para construir su odisea. Con un inicio muy prometedor, donde se presenta rápidamente a esa fauna de personajes que serán posteriormente expuestos al punto de mira del misterioso criminal, el espectador se identifica rápidamente con la Becky interpretada por la rubia Sheridan Smith. Esta joven, con poco éxito en el amor, demuestra ser una heroína con principios cuando arriesgue su propia vida por defender al muchacho atacado por los matones. No nos equivocamos, ya que será la persona que lidere –en una variante de andar por casa de la teniente Ripley de Alien– al grupo de supervivientes cuando se desencadene la masacre. Inteligentemente, el guionista subvierte los arquetipos poniendo a los seres más impresentables en situaciones heroicas donde descubren una serie de valores de las que parecían carecer. En este aspecto, el gran hallazgo del filme reside en el personaje de Kurtis, ese macarrilla que con tanta simpatía interpreta un carismático Jack O´Connell –este chico de 23 años promete y ya lo tendremos en la secuela de 300–, que pasa a ser el terror de sus vecinos por sus constantes presiones para que paguen sus “cuotas” a un verdadero ejemplo de heroísmo y valentía en defensa de sus protegidos. Como es de esperar en este tipo de productos, las bajas se irán sucediendo de manera más o menos previsible, pero la acción no da tregua para que el aburrimiento asome en momento alguno. Al igual que en otros títulos que también se desarrollan en espacios cerrados –The Raid (2011), REC (2007), Cube (1997) son algunos de los que me vienen a la cabeza–, las tensiones explotan entre los protagonistas al verse sometidos a circunstancias extremas de encierro y peligro de muerte, pero también se crean insospechadas alianzas entre personas que en un principio, parecían condenadas a odiarse de por vida. La lucha por la supervivencia y la camaradería hacen que todos los vecinos hagan piña para enfrentarse a un enemigo común que no está dispuesto a dejar escapar a uno solo con vida.
Tower Block es un entretenimiento de primer orden, con una premisa argumental un tanto descabellada pero que en ningún momento debe ser tomada en serio, ya que sus creadores la impregnan de unas bienvenidas dosis de humor negro. Si se lee entre líneas hay incluso bastante de crítica social, pero no es lo importante. La finalidad de la película es la de divertir al espectador y mantenerlo en tensión constante durante los escasos 90 minutos de juego del gato y el ratón (pasan como una exhalación) que nos proponen estos nuevos realizadores a los que, visto el resultado de su brillante ópera prima, habrá que seguirles la pista en el futuro. Ellos forman parte de la gran esperanza blanca de nuestro cine europeo para plantar cara al todopoderoso cine norteamericano con un cine de género visualmente impecable y con bastante más sustancia e inteligencia. ★★★★★
José Antonio Martín.
crítico de cine.
Reino Unido. 2012. Título original: Tower Block. Directores: James Nunn, Ronnie Thompson. Guión: James Moran. Productora: Tea Shop &Film Company. Fotografía: Ben Moulden. Música: Owen Morris. Montaje: Kate Coggins. Intérpretes: Sheridan Smith, Jack O´Connell, Ralph Brown, Russell Tovey, Jill Baker, Jamie Thomas King, Julie Graham, Steve Cree, Christopher Fulford, Montserrat Lombard.