RETRATO DE UN ASESINO EN SERIE
crítica de The Iceman | Ariel Vromen, 2012La realidad, en muchas ocasiones, supera la ficción. Puede sonar a frase hecha pero si nos detenemos a revisar la biografía de Richard Kuklinsky nos daremos cuenta de que está totalmente en lo cierto. Nacido en Jersey en 1935, este hijo de inmigrantes polacos sufrió el maltrato de su padre alcohólico desde la infancia. Ya en la adolescencia mostró preocupantes síntomas de agresividad cuando tenía como principal afición torturar animales hasta la muerte, culminando cuando a la edad de 14 años asesinó a un muchacho de su edad. En 1960 conoció a Bárbara, que se convertiría en su esposa y madre de sus tres hijos. De traficar con cine porno para una de las familias criminales más importantes de Nueva York, los Gambino, pasó a prestar sus servicios como asesino a sueldo para la mafia, siendo sus principales víctimas los deudores de apuestas o algunos importantes capos. Llegó incluso a matar a Roy DeMeo, mafioso psicópata bajo cuyas órdenes perfeccionó sus métodos de asesino. Picahielos, mazos, pistolas, ballestas, cianuro y roedores, cualquier arma le venía bien para llevar a cabo sus trabajos. El célebre apodo de Iceman (hombre de hielo) le llegó a causa de uno de sus experimentos, en el que congeló a una de sus víctimas dentro de un camión de helados durante dos años. Con esto pretendía despistar a forenses y policías sobre la verdadera fecha y circunstancias de la muerte, algo que no logró. En 1986 fue finalmente detenido, para sorpresa de familiares y amigos, que desconocían la faceta criminal de Kuklinsky. Se declaró culpable de los asesinatos de más de 200 personas, por los que fue condenado a dos cadenas perpetuas en 1988, falleciendo por causas naturales en la prisión de Trenton el 5 de marzo de 2006. La controvertida existencia de este monstruo de la historia delictiva de Estados Unidos fue reflejada en un documental de la cadena de televisión HBO donde este hombre se declaraba un “asesino vocacional”. Ahora, como era de esperar, ha llegado el momento de que Hollywood ponga sus ojos sobre esta terrorífica figura para construir uno de esos biopics que parecen construidos para llevar a sus protagonistas a las puertas del Oscar. Su título, como no podía ser de otra manera: The Iceman.
Lo primero que llama la atención de este proyecto es el nombre de la persona que se encuentra detrás de las cámaras, Ariel Vromen, realizador que hasta el momento solo disponía de dos títulos en su filmografía, los olvidables Rx al límite del riesgo (2005) y Danika (2006). Con semejantes antecedentes, resulta más meritorio el elegante y brioso trabajo de dirección realizado en este filme. La historia comienza en los inicios del romance entre Kuklinsky y la frágil y dulce Deborah -Bárbara en la vida real–, mostrándonos a un tipo de complexión enorme y rasgos duros, pero que se desvive por la mujer que ama. Es una auténtica proeza de los guionistas el lograr humanizar, dentro de lo posible, a uno de los seres más peligrosos de la historia reciente americana. Pese a la escalofriante sangre fría de la que hace gala para matar a sus víctimas sin ningún tipo de escrúpulo, Richard se preocupa por mantener una idílica imagen de familia perfecta, protegiendo a su esposa e hijas en una jaula de oro, con las máximas comodidades materiales y mintiéndoles sobre el verdadero origen de su fortuna. La escena que nos muestra la visita de Richard a su hermano mayor en la cárcel donde se encuentra cumpliendo condena por la violación y asesinato de una niña, sirve para enseñarnos mediante unos breves flashbacks, las palizas a las que ambos eran sometidos por su padre de pequeños, en un intento de darle una explicación al comportamiento de los hermanos en su etapa adulta. Aquel dicho de que “la violencia engendra violencia” se cumple en este caso. The Iceman sorprende por el magnífico y detallado retrato de todos sus personajes, incluidos los más secundarios. Aunque pudiera parecer en un principio que la película está construida sobre el exclusivo protagonismo del excelente Michael Shannon –en un trabajo injustamente ninguneado en la temporada de premios, al igual que le sucedió con su inolvidable creación de Take Shelter (2011)–, lo cierto es que todos y cada uno de los actores de su excepcional reparto encuentran oportunidad de lucimiento. Desde una felizmente resucitada Winona Ryder –ya dio muestras de tener ganas de dar mucha guerra aún en Cisne negro (2010)–, realmente sorprendente como la esposa de Richard, hasta un Ray Liotta al que los personajes de mafioso le sientan como un guante. David Schwimmer –el popular Ross Geller de la serie Friends–, Stephen Dorff y, especialmente, Chris Evans, están irreconocibles en sus elaboradas caracterizaciones, además de meterse en unos sórdidos personajes totalmente alejados de los que nos tenían acostumbrados.
Como filme sobre la mafia, The Iceman no posee ni la profundidad de El padrino (1972) o Uno de los nuestros (1990) –Vromen, por muy atinado que esté, no tiene la genialidad de Coppola o Scorsese– ni la brillantez visual de Atrapado por su pasado (1993), de Brian de Palma. Tampoco peca de la ambición épica de, por ejemplo, American Gangster (2007), de Ridley Scott, también basada en hechos reales. Su carácter independiente y modesto está más cercano al del extraordinario debut de Robert De Niro como director en Una historia del Bronx (1993). Con un metraje de 105 minutos, inusitadamente breve para este tipo de obras, la cinta combina con agilidad la faceta familiar del protagonista con su progresiva ascensión dentro del mundo del crimen. Los acontecimientos y la acción se van sucediendo a lo largo de la película con rapidez y dinamismo, haciendo que resulte mucho más entretenida y fácil de digerir que otras de similares características. Con una modélica ambientación y un acabado técnico impecable pese a su modestia (la fotografía y el montaje son especialmente notables), The Iceman contiene algunos momentos de gran cine, como el asesinato del vagabundo –como prueba que le pone Roy DeMeo para contratarle como sicario– o la persecución en coche al conductor que faltó el respeto a Deborah, donde Richard muestra por primera vez ante su familia ese lado oscuro y agresivo que tenía guardado. Michael Shannon se muestra perfecto tanto en las escenas en que tras una aparente calma, esconde una bomba de relojería a punto de explotar, como en las más explícitamente violentas. Suyo es el mérito de que Richard Kuklinsky deje de ser únicamente un personaje famoso de la crónica criminal, para convertirse también en uno de los monstruos más memorables del reciente cine norteamericano. ★★★★★
José Antonio Martín.
crítico de cine.
Estados Unidos. 2012. Título original: The Iceman. Director: Ariel Vromen. Guión: Ariel Vromen, Morgan Land (Novela: Anthony Bruno). Productora: Bleiberg Entertainment/ Millenium Films/ Nu Image. Presupuesto: 10.000.000 dólares. Recaudación: 1.930.282 dólares. Fotografía: Bobby Bukowski. Música: Haim Mazar. Montaje: Danny Rafic. Intérpretes: Michael Shannon, Winona Ryder, Ray Liotta, Chris Evans, David Schwimmer, James Franco, Elias Koteas, Stephen Dorff, Robert Davi, Olga Fonda, Christa Campbell, Ryan O´Nan, Weronika Rosati. Presentación: Venecia 2012.