HOMOSEXUALIDAD DESINHIBIDA
crónica del noveno día en Sarajevo 2013 | Críticas de La vida de Adele, L'inconnu du lac & WakoldaYa ha acabado esta 19ª edición del festival de Sarajevo y la verdad es que lo ha hecho a lo grande, con las dos mejores películas que he visto a lo largo de estos nueve días, curiosamente ambas francesas. Una de ellas se ha proyectado por la mañana y se titula L'inconnu du lac (Alain Guiraudie, 2013), mientras que la otra es por supuesto La vida de Adele (Abdellatif Kechiche, 2013). Ambas estaban entre la selección del siempre interesante programa Kinoscope (por lo que felicito a sus programadores), y de él también formaba parte el último pase del día, el de Wakolda (Lucía Puenzo, 2013). Un último día marcado pues por filmes con el siempre valioso sello de Cannes, huyendo de las irregularidades de la sección oficial. Por tanto el nivel general de cine que he podido ver aquí ha sido satisfactorio, pero lo mejor ha salido de secciones alternativas. Además, aunque esta última jornada precisamente ha sido una aliviante excepción, el certamen también ha sufrido una serie de problemas técnicos y organizativos que han torpedeado su disfrute. Espero pues que el año que viene mejoren estos aspectos y que este festival siga creciendo, porque la ciudad en la que tiene lugar se lo merece.
L'INCONNU DU LAC
de Alain GuiraudieIntérpretes| Pierre Deladonchamps, Christophe Paou, Patrick d’Assumçao, Jérôme Chappatte
Francia
Sección Kinoscope
Esta cinta presentada en Un Certain Regard y premiada en su apartado de mejor director justifica tal galardón por la serena y a la vez inquietante mirada que Guiraudie imprime a este relato homosexual. El mismo tiene como única localización un lago y sus boscosos alrededores, donde se reúnen jóvenes y no tan jóvenes homosexuales para entablar relaciones sexuales, aunque la excepción es un hombre mayor (el único de la función que no se desnuda) con el que el protagonista se hace amigo. Porque de quién enseguida se enamora éste último es de un hombre enigmático, apuesto y buen nadador como él, incluso después de que una tarde desierta y silenciosa ahogue en el agua a su anterior amante. El protagonista se debate entonces entre el deseo y el miedo, dualidad que está presente en toda la película, pues la misma transcurre con planos a menudo largos y fijos que nos muestran a estos hombres desde una perspectiva de recelo y suspicacia, construyendo una intimidación y una tensión latentes en todo el metraje. Guiraudie explota pues al máximo las cualidades hipnóticas de este enclave idílico, repitiendo motivos visuales como el apartado lugar donde se aparcan los coches, usando la vibración del follaje o el leve oleaje del lago causados por el viento para acomodar las elipsis de una narrativa que transcurre a lo largo de unos días y también para reflejar la tumultuosa pasión que late en las venas de sus personajes. Estos como hemos adelantado a menudo aparecen desnudos, con todos sus atributos al descubierto, pero la presencia insistente de esta gráfica sexualidad conlleva un creciente desapego hasta evitar toda distracción al respecto, consiguiendo algo tan difícil como que uno se acostumbre y casi se olvide de que estos magníficos hombres están completamente desnudos, incorporando y entendiendo entonces con plena naturalidad su desinhibida y provocadora manera de ser. Estamos en cualquier caso ante una excelente película tan romántica como terrorífica, gracias a la sabiduría y a la elegancia estéticas con que Guiraudie desenvuelve esta engañosamente sencilla historia, sin dar nunca ningún paso en falso. ★★★★★
LA VIDA DE ADELE
de Abdellatif KechicheIntérpretes| Adèle Exarchopoulos, Léa Seydoux, Salim Kechiouche, Jérémie Laheurte
Francia
Sección Kinoscope
La ganadora de la Palma de Oro en Cannes, con la plena connivencia de la crítica presente en el festival galo, es una de las películas más esperadas del año, y en mi caso no me ha defraudado en absoluto. Pues estamos ante un melodrama magistral, cuyas tres horas de duración se hacen cortas, y que cuenta entre sus principales méritos con una interpretación para la posteridad por parte de ese talento en bruto llamado Adèle Exarchopoulos, y con un estilo de dirección basado casi únicamente en dinámicos primeros planos, extrayendo la máxima intensidad y emoción de la interacción entre Adèle (pues así también se llama la protagonista) y los chicos y chicas (aunque sobre todo chicas) que la rodean. De hecho el papel secundario principal corre a cargo de la bellísima Léa Seydoux, quién realiza otro trabajo magnífico pero que inevitablemente se encuentra ensombrecido por el de su compañera de reparto, pues la historia además gira en torno a ella. En efecto, durante la primera parte del metraje el personaje de Seydoux, Emma, no está presente, pues seguimos a la estudiante Adèle mientras asiste a sus clases, dialoga con otros estudiantes y entabla una relación afectiva con otro chico del instituto, ya que ni entonces ni siquiera más tarde está clara su orientación sexual. Lo que sí está claro es lo poco que le llena su aventura sexual con el mencionado chico y que ello se contrapone con la plenitud sentimental y pasional que siente cuando conoce a Emma. A ella la ve por primera vez cruzando la calle en un momento mágico, apoyado por una música exótica, y lo primero que le llama la atención es su pelo azul. Color que será retomado al final de esta epopeya romántica en el vestido que lleva una Adèle varios años mayor, ahora profesora de primaria, mientras también se aleja por la calle.
No doy más información sobre el final salvo para decir que es consecuentemente coherente con la naturaleza inacabada de todo el metraje, con personajes que aparecen y desaparecen (como los padres de Adèle u otros chicos que conoce) y con acciones captadas a menudo in media res, empezando por un inicio sin ningún tipo de título o crédito previo, arrancando directamente la proyección con Adèle saliendo de su casa para ir al instituto, de una manera que a muchos espectadores nos pilló desprevenidos. Otro momento más relevante cuya introducción se omite es el primer encuentro sexual entre Adèle y Emma, escena explícita de la que mucho se ha hablado que empieza con ellas ya desnudas arrodilladas en una cama iluminada por la luz de las velas. La extensión de tal escena es quizás excesiva pero llama la atención su paradójico tratamiento visual en plano general, al menos al principio, contraponiéndose con el dominio absoluto del primer plano en casi todo el metraje. La justificación detrás de esto es que quiere representarse cierta distancia ante el descubrimiento de algo desconocido, y entonces sí tiene más sentido que se alargue esa exploración del cuerpo femenino. Por lo demás la película asombra por su capacidad de extender otro tipo de escenas con diálogos que parecen improvisados, entonados por personajes que arrastran las palabras, pero que nos están dando mucha información y que le hacen entrar a uno extraordinariamente en la dinámica de lo que se está conversando y seguir cada palabra. Esto último parece una obviedad, pero no es tal, pues en este tipo de conversaciones más o menos triviales e irremediablemenete reales el espectador tiende a desconectar un poco o al menos no sigue todo el razonamiento, si lo hay, de los personajes. Ello por alguna razón misteriosa (pues no se debe solo a la excelencia interpretativa de los actores) no ocurre aquí, por lo que cuando el personaje de Adèle piensa algo, pensamos como ella. Cuando sonríe y disfruta como hace, lo hacemos con ella. Cuando llora de la manera que llora, vertimos lágrimas con ella. Y cuando acaba la película nos sentimos completamente apesadumbrados y abatidos, aunque también maravillados ante la emoción tan genuina que hemos presenciado. ★★★★★
No doy más información sobre el final salvo para decir que es consecuentemente coherente con la naturaleza inacabada de todo el metraje, con personajes que aparecen y desaparecen (como los padres de Adèle u otros chicos que conoce) y con acciones captadas a menudo in media res, empezando por un inicio sin ningún tipo de título o crédito previo, arrancando directamente la proyección con Adèle saliendo de su casa para ir al instituto, de una manera que a muchos espectadores nos pilló desprevenidos. Otro momento más relevante cuya introducción se omite es el primer encuentro sexual entre Adèle y Emma, escena explícita de la que mucho se ha hablado que empieza con ellas ya desnudas arrodilladas en una cama iluminada por la luz de las velas. La extensión de tal escena es quizás excesiva pero llama la atención su paradójico tratamiento visual en plano general, al menos al principio, contraponiéndose con el dominio absoluto del primer plano en casi todo el metraje. La justificación detrás de esto es que quiere representarse cierta distancia ante el descubrimiento de algo desconocido, y entonces sí tiene más sentido que se alargue esa exploración del cuerpo femenino. Por lo demás la película asombra por su capacidad de extender otro tipo de escenas con diálogos que parecen improvisados, entonados por personajes que arrastran las palabras, pero que nos están dando mucha información y que le hacen entrar a uno extraordinariamente en la dinámica de lo que se está conversando y seguir cada palabra. Esto último parece una obviedad, pero no es tal, pues en este tipo de conversaciones más o menos triviales e irremediablemenete reales el espectador tiende a desconectar un poco o al menos no sigue todo el razonamiento, si lo hay, de los personajes. Ello por alguna razón misteriosa (pues no se debe solo a la excelencia interpretativa de los actores) no ocurre aquí, por lo que cuando el personaje de Adèle piensa algo, pensamos como ella. Cuando sonríe y disfruta como hace, lo hacemos con ella. Cuando llora de la manera que llora, vertimos lágrimas con ella. Y cuando acaba la película nos sentimos completamente apesadumbrados y abatidos, aunque también maravillados ante la emoción tan genuina que hemos presenciado. ★★★★★
WAKOLDA
de Lucía PuenzoIntérpretes| Florencia Bado, Alex Brendemühl, Alan Daicz, Diego Peretti
Argentina, Francia, España & Noruega
Sección Kinoscope
Después de la obra maestra de Kechiche, la última película que he visto en este festival de Sarajevo ha sido un poco anticlimática, aunque sería injusto negar por ello el interés que también tiene la cinta de Lucía Puenzo, siendo además una coproducción española. La misma nos narra la historia real de un médico nazi, interpretado con seriedad (aunque con un extraño acento germánico) por un Alex Brendemühl que ha acudido a la proyección, y cuyo personaje encuentra hospedaje en un hotel de la Patagonia llevado por una familia argentina en los años 60. En la población sin embargo residen otros muchos simpatizantes del tercer Reich, concentrados en una férrea escuela alemana a la que más tarde acude la hija de dicha familia, coprotagonista de una trama que se basa en gran parte en la ambigua interacción entre ella y aquel hombre extranjero. Puenzo, que adapta su obra homónima, la desarrolla con competencia, ayudada por meritorios valores de producción y por una localización que proporciona gran parte del atractivo del metraje. Pero el mismo incluye también una arriesgada banda sonora que se aleja del trascendental dramatismo en que podía haber caído la historia, y está construido sobre un ritmo algo irregular pero que prioriza también la ligeraza y la suavidad antes que la profundidad y la gravedad. Aunque, quizás debido a ello, estamos ante una película eficaz y entretenida que sin embargo podría haber dado para más. ★★★★★
Dicho esto damos por concluida nuestra cobertura del festival por excelencia de los Balcanes, aunque en un último artículo les resumiremos su palmarés y les propondremos un listado de las diez mejores películas que se han visto en la capital bosnia. Nuestra próxima parada será el festival de San Sebastián, por lo que este año su cobertura en directo también podrá seguirse aquí, en El Antepenúltimo Mohicano.
Ignacio Navarro.
enviado especial a Bosnia y Herzegovina | crítico cinematográfico.