UNA OBRA DE FICCIÓN JUDICIAL
crítica de Phil Spector | David Mamet, 2013HBO | EE.UU., 2013. Guión y dirección: David Mamet. Reparto: Helen Mirren, Al Pacino, Jeffrey Tambor, James Tolkan, Rebecca Pidgeon, John Pirruccello, Matt Malloy, Chiwetel Ejiofor. Productora: HBO Films. Fotografía: Juan Ruiz Anchía. Música: Marcelo Zarvos.
La inteligencia de David Mamet está probada fuera de toda duda. Es un hombre elocuente, un guionista renombrado y un director a tener en cuenta. Sean mejores o peores, en sus guiones, obras de teatro, películas o series existe siempre un toque distintivo. Identificable. Los personajes se expresan muy bien. En esta notable Phil Spector, enésima TV-Movie de HBO que demuestra el buen estado del cable en la televisión norteamericana, la inteligencia se manifiesta por la opción narrativa. Como reza la explicación que abre la cinta, nos encontramos ante “un trabajo de ficción” que va a fabular sobre hechos reales pero sin representar lo que sucedió con afán documental. La mejor manera de adentrarse en tan espinoso asunto para Mamet es enfocarlo así, y funciona al disfrazar la peripecia de “película de juicios”. No deja huella porque no escapa a los clichés, pero son 91 minutos muy entretenidos. El mayor aliciente de la TV-Movie es, sin duda alguna, ver bailar a Helen Mirren y Al Pacino como la abogada Linda Kenney Baden y el mítico productor musical Phil Spector. Pacino supera al extrañamiento de las pelucas y la excentricidad general del personaje y es capaz de transmitirlo emocionalmente. Toca unas notas muy conmovedoras, y confirma que sus colaboraciones con la cadena de televisión más reverenciada son siempre satisfactorias. Su mejor trabajo en los últimos años sigue siendo la espectacular No conoces a Jack (You don´t know Jack, Barry Levinson, 2010). Y cuando brilla con fuerza la verba de Mamet, ya Phil Spector toca el cielo.
Tanto Mirren -que sustituyó a la originalmente prevista Bette Midler- como Pacino transmiten un palpable gozo por actuar el uno frente al otro. Y ese placer se contagia al espectador, que disfruta de sus careos, especialmente el primer encuentro. Una secuencia de 15 minutos donde se exponen más o menos las bases del caso y donde Linda se convenció de que podía existir una duda razonable en la secuencia de los hechos. Y a eso se agarra el director y guionista para construir la trama. Pasa de puntillas sobre el posicionamiento respecto a lo que sucedió esa noche en el castillo de Spector. Se dedica a exponer los datos objetivos con los que los abogados del productor contaban para montar una defensa. De hecho, este posicionamiento (o no-posicionamiento, según se mire) le costó a Mamet sangrantes críticas cuando la TV-Movie se estrenó hace unos meses. Se le acusó de glorificar la figura de Spector, de cuestionar la decisión del jurado como una afrenta personal y de no respetar la vida de Lana Clarkson, la actriz por cuya muerte fue condenado el productor. Lo que viene a decir el cineasta es que nada es tan sencillo. Hay que tener en cuenta la cultura de la fama, la predisposición natural de la gente a prejuzgar lo extraño y la emoción que un caso como éste puede hacer aflorar en la sociedad. No existe un afán de desprestigiar a Clarkson, y su única aparición está en las recreaciones de las pruebas de casting que los abogados de Spector consultaron.
También es verdad que la intención de Mamet de alcanzar una objetividad absoluta no se logra. A uno no le extraña nada ver el nombre de la verdadera Baden como asesora de la cinta. No es sólo para dar el mayor rigor posible, sino porque al director está interesado en ella. La abogada es el punto de entrada a todo el entuerto, es la que nos presenta a Phil Spector y la que va a llevar a la audiencia a convencerse de que existe una duda razonable. Como en todo drama judicial que se precie, es la figura experta que se incorpora al caso cuando la cosa está complicada o directamente perdida. Sus conversaciones con el agente de policía contratado para asesorar también en el bufete son estupendas, así como la incansable búsqueda de una verdad parcial. Para enfatizar el tono de cuento que Phil Spector trata de articular, se usa varias veces la metáfora del “monstruo en la cueva”. Un engendro al que los aldeanos quieren linchar pero que no deja de ser una persona. Y David Mamet quiere humanizar al monstruo.
El cine judicial tiene una serie de tópicos, y por muy buen guionista que sea Mamet, no evita caer en bastantes de ellos. Por eso, recorre toda la cinta una sensación de déjà vu constante. Aun estando basado en hechos reales, o quizá por ello, el devenir relato se adivina sin mucha dificultad. La inicial desconfianza de la abogada, la conexión con el cliente, los intereses externos en conseguir una condena, el circo mediático montado alrededor del caso... y más detalles que no conviene desvelar. La acción la mueven los diálogos más que los hechos, y es que nos encontramos ante un cine de hablar. Largas conversaciones que mantienen el interés y prueban la reconocida buena mano del cineasta para la réplica inteligente. O los muy apreciables monólogos que Pacino recita para nuestro deleite. La mejor forma de que un personaje estático se exprese es hablando, aunque las acciones de Spector hablen por sí solas en muchas ocasiones. Pero la hipnótica manera que tiene el actor de jugar con las palabras hace que la audiencia abandone su juicio previo y escuche. A la postre, lo que queda es el duelo entre estas dos merecidas leyendas, que no es poco, y la confirmación de que HBO es el refugio para muchísimos proyectos arriesgados en los que Hollywood no se atreve a invertir. ¿El resultado? 11 nominaciones a los Emmy y una muesca más en el impresionante catálogo de la cadena. ★★★★★
Adrián González Viña.
crítico de cine y series de televisión.
