THIS IS A WOMAN’S WORLD, COMO (NO) DICE LA CANCIÓN
crítica de Orange is the New Black | Temporada 1Netflix / 1ª temporada: 13 capítulos. | EEUU, 2013. Creadora: Jenji Kohan, en base al libro de Piper Kerman. Directores: Michael Trim, Uta Briesewitz, Jodie Foster, Andrew McCarthy, Matthew Penn, Phil Abraham, Constantine Makris. Guionistas: Jenji Kohan, Liz Friedman, Marco Ramirez, Sian Heder, Gary Lennon, Nick Jones, Lauren Morelli, Sara Hess, Tara Herrmann. Reparto: Taylor Schilling, Laura Prepon, Jason Biggs, Kate Mulgrew, Michael J. Harney, Michelle Hurst, Natasha Lyonne, Pablo Schreiber, Dascha Polanco, Matt McGorry, Yael Stone, Uzo Aduba, Selenis Leyva, Taryn Manning, Laverne Cox, Danielle Brooks, Maria Dizzia. Fotografía: Vanja Černjul. Música: Gwendolyn Sanford & Brandon Jay con Scott Doherty.
En muchas ocasiones, el buen hacer de un crítico/a se puede medir en cuánto tarda en establecer comparaciones. Entre las películas de un mismo director o guionista, entre los proyectos de un intérprete si comparten temáticas comunes o entre series de televisión (sobre todo si la serie anterior fue un éxito). El talento reside en poder sostener esas comparaciones con argumentos sólidos. Que no sea un recurso vago y fácil. Viendo esta estupenda Orange is the new black, un servidor no puede evitar pensar en la fascinante Weeds (2005-2012), previa creación de Jenji Kohan. Ambas comparten la idea de emplazar a una mujer blanca, de nivel social medio-alto y adicción al riesgo en un ambiente que de natural le es ajeno. Más que nada por un prejuicio. Allí el mundo del tráfico de drogas en diferentes niveles, aquí una cárcel de mujeres. Piper Chapman (magnífica Taylor Schilling) es condenada a 15 meses de prisión por transportar droga una vez, en una vida anterior. La gran diferencia es que, en esta ocasión, Kohan se ve limitada narrativamente por la labor de adaptar un libro sobre hechos reales. Una de las mejores cosas de Weeds era la constante sensación de imprevisibilidad en lo que a las historias se refiere. Las tramas podían terminar en cualquier momento, o dar un giro de lo más inesperado y convertirse en otra cosa. Aquí existe una clásica estructura de flashbacks sobre el pasado de los personajes, las circunstancias de cómo llegaron a la cárcel. Una estructura que se convierte en mecánica llegado un punto, pero que no molesta por el constante interés que tiene la galería de personajes femeninos que la creadora y sus guionistas trasladan a la pequeña pantalla. Todas gloriosamente interpretadas por un puñado de estrellas revelación. Las historias recogidas por Piper Kerman dan lugar a un retrato de mujeres completísimo, algo relativamente inédito en la industria. No a esta escala.
No pretende el que esto firma que el texto se convierta en una cuestión de sexo o una reivindicación de la mujer sobre el hombre, pero es irremediable destacar que en la visión de Kohan predomina un género. Los principales hombres de la serie, aun estando también bien definidos, funcionan en mayor o menor grado en función de sus relaciones con lo femenino. A Sofía la interpreta una verdadera transexual, Laverne Cox, y hasta la figura de máxima autoridad en la cárcel es una mujer. Pero las bondades de la serie no se limitan a esto. Durante 13 horas de muy buena televisión, viviremos en una zona moral gris. La cárcel se mueve por unas reglas que nuestra protagonista va a aprender de la peor forma, dándose de bruces con las infracciones. El tono escogido es plenamente humorístico. Es una serie desternillante, con un mosaico de carismáticas secundarias –Polly, Ojos Locos, Tasty, Yoga Jones, y la lista no termina- y unos diálogos para el recuerdo. Los guionistas filtran situaciones de raíz dramática (la cárcel da miedo, la culpa que sienten los que están fuera, los abusos de un poder corrupto) con un prisma de inteligente sentido del entretenimiento y una visión que combina cinismo y humanidad a partes iguales. El público asistirá a una serie de momentos sorprendentes que revelan una minuciosa y admirable capacidad de construir instantes climáticos. La entrevista de radio y sus efectos, los reveses que nuestra protagonista sufre en el desenlace o el apasionado polvo en la capilla son algunas de las mejores muestras de ese talento.
Aunque no elude los tópicos carcelarios, en mayor parte porque esos tópicos existen y se dan cada día, Orange is the new black sabe como mostrar esos clichés sin revolcarse en lo previsible ni el lugar común. Se ayuda para ello del uso de la ambivalencia por bandera en la descripción de los personajes principales. Especialmente Piper, una encrucijada en sí misma. Bisexual, egocéntrica, adorable, elocuente. Una cuerda en un mundo de locos. O eso cree ella. Pero también el guarda corrupto o el aparentemente cabal consejero Healy, a los que dan vida estupendamente Pablo Schreiber y Michael J. Harney, ambos provenientes de Weeds. Sorprende el desarrollo de sus personajes, tanto la tenebrosa evolución de uno como la continua tensión que produce el otro, dando tridimensional vida al arquetipo. Pero esto no quiere decir que la creadora no caiga también a veces en un cierto maniqueísmo. Las presas que deben gustarnos más cometieron crímenes “justificables” y viceversa con las presas que nos deben parecer terribles. Amén de crear unas cuantas historias de amor que no sobran pero se antojan demasiadas. Aunque estos problemas palidecen ante el torrente de imaginación y diversión que asegura esta tanda de capítulos. Una segunda temporada ya está empezando a gestarse; y es que a ver cómo resuelven el cliffhanger creado antes del fundido a naranja que nos deja con ganas de más. ★★★★★
Adrián González Viña.
crítico de cine & series de televisión.
Adrián González Viña.
crítico de cine & series de televisión.