MICROCOSMOS POLÍTICO
crítica de El estudiante | Santiago Mitre, 2011Ganadora de hasta 3 premios en el Festival de Gijón 2011 (Mejor Película, Mejor Guión y Premio del Jurado Joven), llega a España El estudiante. Con dos años de retraso y tras posponer hasta un mes y medio su estreno. Es inevitable nombrar al valioso cineasta Pablo Trapero cuando uno habla de esta notable película. Por varias razones. En primer lugar, los créditos remarcan que la película ha contado con la ayuda —probablemente asesoramiento— de éste. En segundo lugar, el director de la cinta, Santiago Mitre, ha co-escrito con Trapero y otros las últimas tres películas del director argentino, con especial mención para la grandiosa Leonera (2008). Y en tercer lugar, porque la filmografía de Trapero y la película de Mitre comparten una evidente sintonía temática. Centran su mirada en evidenciar problemas sociales de la realidad argentina a través de historias de ficción, narraciones clásicas que revelan los entresijos de diferentes organizaciones o entidades. En este caso, Mitre carga contra el sistema universitario argentino y cómo las facultades, asociaciones de profesores y comités de educación funcionan como un pequeño gobierno. Corrupto y tendencioso, por supuesto. Nuestro punto de entrada es Roque (estupendo Esteban Lamothe). El carácter de Roque es descrito a través de sus acciones en los primeros minutos de la cinta. Llega a Buenos Aires, deambula por la universidad sin saber muy bien donde está cada cosa y antes del primer cuarto de hora ya ha seducido a una chica. Es seductor, persuasivo, atractivo e insistente. Características claves para comprender (y creer) su evolución dramática. Y es que, poco a poco, Roque amasará poder y llegará a codearse con las grandes esferas.
Pronto hace aparición uno de los artefactos narrativos más interesantes de Mitre, una voz en off omnipresente que no corresponde a ningún personaje. A la manera de Y tu mamá también (Alfonso Cuarón, 2001) o Juegos secretos (Little children, Todd Field, 2006), esta voz nos informará sobre el pasado, presente y futuro de los protagonistas. El problema es que Mitre la usa de forma muy aleatoria, así que no es tanto una legítima parte de la historia como un recurso algo caprichoso de guión. La película está rodada cámara en mano, transmitiendo la inmediatez de las acciones que recoge. Aquí sí que el director se distancia del maestro Trapero, acostumbrado a que sus cintas cuenten con elegantes planos secuencia y un acabado formal de primera. A Mitre no le asusta caer en el feísmo que el digital puede otorgar a la imagen, y arriesga como director con algunas decisiones chocantes (en la conversación final hace un par de travellings desde la espalda de los personajes, con la nuca tapando la pantalla). Todo en pos de contar la historia. El ascenso de un don nadie con ambición. El hombre de a pie envuelto en circunstancias extraordinarias.
La sensación de realismo nunca se pierde. El cineasta aplica su afilada mirada a estos mecanismos del poder y su funcionamiento sin que la incredulidad asalte al público en ningún momento. Ayuda bastante a conseguir este efecto el impecable reparto. Es bien sabido que la escuela de actores argentina, como la británica, es intachable. El cine de esos lares será mejor o peor, pero sus intérpretes están tocados con el don de hacer veraz cualquier línea de diálogo. Y eso beneficia a reflejar esas grandes esferas del poder que Mitre retrata. Nada de monstruos unidimensionales con grotescas peticiones ni personalidades excesivas. Son hombres de apariencia normal y despampanante labia para convencer a cualquiera de que su alternativa es la buena. Que la traición es una opción, y las personas son prescindibles cuando no cumplen su propósito inicial. La estupenda música de guerrilla de Los Natas ayuda a subrayar la sensación de lucha continua, con su constante retumbar.
El director y guionista acierta al no dejar claro en ningún momento la causa última de la participación de su protagonista en la política estudiantil. Parece que es una manida historia de conseguir a la chica, robársela al gran líder delante de sus narices, pero la convicción con que Roque vende su ideario siembra la duda. En esa ambigüedad es donde Mitre traza las mejores escenas de la cinta. El problema es que a veces, como suele pasar en los debut como director (en solitario en este caso), se abarca demasiado. Y El estudiante es una cinta con vocación crítica y populista. Verbosa como buena parte del cine argentino pero deliberadamente imprecisa en otras áreas. Habla del tema con conocimiento de causa pero con didactismo para que nadie se pierda. Son varias las ocasiones en que un personaje explica con claridad —sin que haga falta— lo que va a pasar o lo que acaba de suceder. Una hoja de ruta para que el espectador medio no se vea abrumado. Y es que es difícil no dejarse intimidar por lo que la cinta cuenta y muestra. La rutina diaria de un sistema corrupto. Eso sí, sin importar la educación en ningún momento. Roque está demasiado ocupando “arreglando” la universidad como para molestarse en asistir a las clases.
La mezcla no funciona por momentos. La crítica al sistema educativo y sus tejemanejes políticos es perfecta. Nada que recriminar al guión ni la dirección en esa parte. Pero existe la necesidad del director de proporcionar asideros más humanos en medio de tanta viciada corruptela e idealismo vacío. Y ahí la cosa languidece. Aunque la vida sexual del protagonista es fundamental para entender al personaje, el trío amoroso Roque/Paula/Acevedo es mecánico y previsible. Como Pablo Trapero, Mitre es afín a las historias de amor trágicas, de celos cruzados y resultados tristes. Y no se puede negar que parte de la efectividad de la conversación final reside en una base de esto, pero uno puede esperar más y mejor de tan enérgico guionista. Lo que importa a la película, de verdad, es la distancia que va entre la frase “Si son todos lo mismo […] los políticos, digo” a la contundente respuesta que nos manda con un fundido a negro a los créditos finales. El cambio producido en el semblante del joven Roque, la definitiva pérdida de la inocencia mientras encuentra su lugar en el mundo. Aunque sea una posición turbia. ★★★★★
Adrián González Viña.
crítico de cine.
Argentina, 2011. Director: Santiago Mitre. Guión: Santiago Mitre con la colaboración de Diego García, basado en una historia de Santiago Mitre y Mariano Llinas. Reparto: Esteban Lamothe, Romina Paula, Ricardo Félix, Valeria Correa, Agustín Rittano, Julián Larquier Tellarini, Germán de Silva, Juan Barberini. Productora: La Unión de los Ríos / Pasto Cine / El Pampero Cine. Fotografía y cámara: Gustavo Biazzi, Soledad Rodríguez, Alejo Maglio, Federico Cantini. Música: Los Natas. Presentación: Locarno 2011.