VENGANZA EN LAS AULAS
crítica de Confessions | Kokuhaku, Tetsuya Nakashima, 2010¿Qué es educar? El diccionario lo define como “desarrollar o perfeccionar las facultades intelectuales y morales del niño o del joven por medio de preceptos, ejercicios y ejemplos”. Ahora bien, ¿Qué es educar en el siglo XXI? Bueno, ahí estaríamos hablando de otra cosa. Mis abuelos siempre narraban las pericias y andanzas que sufrían a la hora de estudiar, pues los maestros eran esos seres perversos que a la mínima castigaban con vehemencia ya que su objetivo era que sus alumnos aprendieran aunque fuera por el camino más recto. Pero los tiempos cambian, y mucho. La educación es, quizás, el elemento más importante en el que los gobiernos de cualquier nación hacen esfuerzos para mejorar y hoy en día existen leyes que protegen al menor y al estudiante, tal como debe ser, por otra parte. Se conoce que los niños y adolescentes son el futuro de una patria (vaya frase más trillada), pero ¿hasta qué punto es importante “proteger” a un niño o adolescente bajo el escudo de la inocencia? ¿Quién sería capaz de creer que un niño o adolescente pueda ser el protagonista de algo terrible? Habría que examinar lo que la historia y el cine se han encargado de describir en los últimos años. Gus Van Sant daba algunas respuestas a este nuevo modelo educativo en el retrato de una de las masacres más atroces acaecidas en un centro educativo —Columbine— con la excepcional Elephant, ganadora de la Palma de Oro en Cannes 2003. En ella dos estudiantes psicológicamente atormentados compraban armas por internet y convertían la monotonía escolar habitual en una carnicería asesinando a 13 de sus compañeros. Por su parte, Lynne Ramsay iba más allá con Tenemos que hablar de Kevin, donde se centraba en la inherente labor de los padres en la formación de un niño que termina descarrilando de las vías de la empatía y el afecto. Entonces la pregunta que revolotea en nuestras cabezas es ¿Es posible que la sobreprotección puberal se haya convertido en causa? Tetsuya Nakashima en su película Confessions (2010) nos ofrece su visión, interesante, sobre el tema.
En Confessions se habla de tanto que abarcarlo en una crítica puede quedarse corto, pero aun así al terminar el visionado de esta película se quedan depositadas en la mente y en el cuerpo (¿por qué no?) un cúmulo de sensaciones y emociones varias. El filme es un experimento visual y sensorial lleno de vida, que estalla en la pantalla una crítica mordaz sobre la educación, en todos los sentidos, y una construcción fascinante sobre la venganza. Es hipnótica y de una rara belleza. Atrapa desde el primer minuto en el que a través de un monólogo que se extiende por treinta minutos, una profesora de un instituto habla sobre la tragedia ocurrida con su hija fallecida, confiesa que fue asesinada por dos estudiantes del curso y sabe muy bien quienes son los causantes del hecho, por eso ha comenzado una venganza hacia ellos. ¿Quién no se engancharía con tan mórbida premisa? Hace unos meses discutía en un foro sobre que existen en la actualidad tan buenas ideas o argumentos pero que su lastimosamente no terminan de ser ejecutadas de la manera adecuada; afortunadamente Confessions impregna el desenvolvimiento de su trama de un estilo enérgico, diferente, con cierto halo poético y artístico, capaz de volverse complicada sin perder en ningún momento esa genialidad que desborda desde su inicio. Es una película que apela a la psicología a través de personajes que en el desarrollo del metraje se desnudan y cuentan sus sentimientos, sus descargos, su forma de ver la vida y todo lo relacionado al tema del asesinato de un alma inocente.
Nakashima busca explicar los detalles, escarbar hacia el origen de todo, bailar con las ideas, juguetear con las posibles conclusiones y atrapar con ciertas verdades que pueden causar terror. La película abre el debate sobre la capacidad de destrucción y autodestrucción que los niños y adolescentes tienen hoy en día. ¿Hasta qué punto las leyes de amparo al menor están provocando tanto daño? ¿Es acaso la solución? La cinta le da vueltas al asunto y se percibe su denuncia ante la ley confesando más de un crimen acaecido en las aulas; quizás resulte inverosímil ciertos de estos aspectos, pero debe entenderse como una delación que busca aunar todo en una especie de combo. El famoso bullying (acoso escolar) vuelve a ponerse en escena y es uno de los elementos clave en la historia; pero sobre todo, el metraje expresa con fervor una crítica ardiente hacia la crianza de los niños, al seno familiar, a la incomunicación y la apatía. Ambos alumnos causantes del asesinato tienen una estrecha relación que a la vez resulta muy opuesta, por un lado la sobreprotección, y por el otro el descuido. Seres aislados que se conectan en un mundo que apela al egoísmo y falta de valores. Mientras el niño al que le ha faltado afecto maternal busca la manera de sobresalir, brillar para conseguir ser ese modelo de perfección que su madre una vez quiso de él, se aprovecha del otro, el tímido, el sobreprotegido, aquel que es producto de un entorno desconocido, con una grave incapacidad de adaptación al medio. Juntos convierten lo aventurero e infantil en trágico y serio, desencadenando así una odisea de problemas que llevarán a la consumación de una venganza ejecutada con inteligencia desde el primer momento que se pone de manifiesto. La profesora es ese bálsamo que se encargará de expiar las almas juveniles y culpables de estos seres, por medio del tormento psicológico apelando a la conciencia y golpeando lo que más duele.
Nakashima busca explicar los detalles, escarbar hacia el origen de todo, bailar con las ideas, juguetear con las posibles conclusiones y atrapar con ciertas verdades que pueden causar terror. La película abre el debate sobre la capacidad de destrucción y autodestrucción que los niños y adolescentes tienen hoy en día. ¿Hasta qué punto las leyes de amparo al menor están provocando tanto daño? ¿Es acaso la solución? La cinta le da vueltas al asunto y se percibe su denuncia ante la ley confesando más de un crimen acaecido en las aulas; quizás resulte inverosímil ciertos de estos aspectos, pero debe entenderse como una delación que busca aunar todo en una especie de combo. El famoso bullying (acoso escolar) vuelve a ponerse en escena y es uno de los elementos clave en la historia; pero sobre todo, el metraje expresa con fervor una crítica ardiente hacia la crianza de los niños, al seno familiar, a la incomunicación y la apatía. Ambos alumnos causantes del asesinato tienen una estrecha relación que a la vez resulta muy opuesta, por un lado la sobreprotección, y por el otro el descuido. Seres aislados que se conectan en un mundo que apela al egoísmo y falta de valores. Mientras el niño al que le ha faltado afecto maternal busca la manera de sobresalir, brillar para conseguir ser ese modelo de perfección que su madre una vez quiso de él, se aprovecha del otro, el tímido, el sobreprotegido, aquel que es producto de un entorno desconocido, con una grave incapacidad de adaptación al medio. Juntos convierten lo aventurero e infantil en trágico y serio, desencadenando así una odisea de problemas que llevarán a la consumación de una venganza ejecutada con inteligencia desde el primer momento que se pone de manifiesto. La profesora es ese bálsamo que se encargará de expiar las almas juveniles y culpables de estos seres, por medio del tormento psicológico apelando a la conciencia y golpeando lo que más duele.
Dícese que el amor es lo que mueve al mundo, y en la película queda demostrado ello. Todo el efecto dominó que desata la tormenta es originada en el deseo de un hijo en mostrar amor hacia su madre, aunque con ideas retorcidas y perversas. Al final uno queda con la resolución de haber disfrutado otro thriller asiático, oscuro, poderoso, innovador, inteligente y de ritmo sensacional. La fascinación exacerbada que tienen por la venganza les ha llevado a combinarla con elementos que podrían parecer prácticamente incompatibles, tales como la educación y la inculcación de valores, pero es una de las realidades que afectan al mundo, y un país tan cultural y primerrmundista como Japón no hace la excepción. Confessions atiende a un llamado emergente sobre el control escolar y familiar, solo que adornado con una apariencia siniestra, algo macabra y de un estilismo brillante. En lo que respecta a lo técnico, aplausos para una banda sonora y fotografía capaces de denotar ese ambiente lúgubre y nostálgico. Los sesudos y hambrientos de cine oriental relacionado a la expiación y la venganza encontrarán en Confessions un manjar suave, delicioso y poderoso; los demás también recibiremos una agradable porción de buen hacer cinematográfico. ★★★★★
Daniel Bermeo.
crítico de cine.
Japón, 2010, Kokuhaku. Dirección: Tetsuya Nakashima. Guión: Tetsuya Nakashima (Novela: Kanae Minato). Productora: DesperaDo / Hakuhodo DY Media Partners / Licri / Nippon Shuppan Hanbai (Nippan) K.K. / Sony Music Entertainment / Toho Company / Yahoo Japan. Presentación oficial: Festival de Toronto 2010 | Representante de Japón en los Oscar 2011. Música: Toyohiko Kanebashi, Boris, Radiohead. Fotografía: Shoichi Ato, Atsushi Ozawa. Intérpretes: Takako Matsu, Masaki Okada, Yoshino Kimura, Yukito Nishii, Kaoru Fujiwara, Makiya Yamaguchi, Soichiro Suzuki, Kinuwo Yamada, Ai Hashimoto.