CONSUMO RÁPIDO FRENTE AL ESPEJO
crítica de The Bling Ring, Sofia Coppola, 2013Sofia Coppola no llegaba al año de edad cuando hizo su debut en el cine, de la mano de su padre en El padrino (The Godfather, Francis Ford Coppola, 1972). Dos años más tarde volvería al set de la familia Corleone, en El padrino: parte II (The Godfather Part II, 1974), aunque nuevamente pasase desapercibida y no figurase en los créditos finales. Algo que se revertiría por completo dieciséis años después, en El padrino: parte III (The Godfather Part III, 1990), donde contó con un papel tan relevante como criticado. Viendo probablemente que la interpretación no era lo suyo, pese a esos intentos tan prematuros, la hija de los Coppola empezó a trasladar sus inquietudes tras las cámaras, aunque siguiera ligada a ese mundo de fama y familia que la ha marcado desde su nacimiento a ambos lados de la pantalla. A algunos les habría hecho mucho daño esa exposición casi continua a los focos y al renombre, pero la cineasta neoyorkina ha sabido canalizarlo con gran inteligencia, explotando el mundo que conoce en vez de huir de él. Así, sus cinco largometrajes hasta la fecha han tratado temas de celebridad y en menor medida de relaciones paterno-filiales, salvo en una ocasión con protagonismo femenino y casi siempre con tintes autobiográficos, expresos (como en Lost in Translation, de largo su mejor película hasta la fecha) o tácitos.
En The Bling Ring (2013) mantiene esa constante, aprovechando un hecho real para mostrarnos la visión del mundo de un grupo de adolescentes obsesionados con el dinero y la moda. En concreto, se relatan los robos que protagonizaron en Los Angeles, en las casas de algunas caras conocidas de los tabloides como Paris Hilton o Lindsay Lohan, mientras estas se encontraban fuera de la ciudad. No hay mucho más que añadir en cuanto a la trama central se refiere, salvo que entre una y otra entrada domiciliaria ilegal, estos jóvenes compulsivamente fiesteros se dedican a bailar en discotecas, esnifar cocaína o simplemente relajarse en la suave arena californiana cuando se les pasa el subidón. Finalmente, un precipitado último acto se centra en las previsibles consecuencias de tales acciones, convocando a estos personajes ante la justicia y entrevistándolos para que expliquen sus auténticas motivaciones (entrevistas que son intercaladas a modo de flashbacks a lo largo del metraje). Sin embargo, paradójicamente, esta parte tiene menos interés que todo lo anterior: que esa sucesión imparcial y desprejuiciada de interacción juvenil, donde los diálogos a menudo se limitan a “Oh my God, so hot!” y “Wow!” y “Fuck!” y donde los personajes en gran parte se dedican a probarse ropa y a hacerse fotos con el móvil. El producto de estas actividades suele limitarse a actualizar el perfil de Facebook de cada uno de ellos, aunque la película no aprovecha bien este elemento clave, mostrándolo solo de pasada… lo cual nos deja entrever que Coppola ni siquiera se preocupa por profundizar en aquellos aspectos definitorios de la generación que pretende retratar.
En cierto modo, la superficialidad que recorre la cinta es intencionadamente un reflejo entre fondo y forma. Hace unos meses se estrenaba en nuestro país Spring Breakers (Harmony Korine, 2012), filme que puede compararse con el que tratamos y que apostaba hasta el extremo por la señalada correspondencia de oquedad. Con todo, Coppola no se atreve a tanto, y su película peca en ocasiones de un convencionalismo que le resta mérito y trascendencia, y que convierte en defecto aquello que podría haber sido una apuesta narrativa innovadora. La naturaleza de su protagonista, la intervención de la policía o la presencia de los padres son aspectos que nos sacan de ese mundo alternativo en el que todo parece posible, pero no sirven de contrapeso crítico o dramático sino que únicamente comparecen por una necesaria verosimilitud y correspondencia con la realidad que de otro modo se está negando. De ello no resulta un afortunado equilibrio sino la sensación, creciente a medida que avanza el metraje, de que Coppola no sabe muy bien lo que quiere. Por lo demás, su estilo heterogéneo podría llevarnos a la misma conclusión, aunque éste tiene más sentido al menos en lo que a los diferentes episodios sustractivos se refiere: cada paso por una mansión se salda con un trabajo visual distinto según el estado de ánimo a esa altura de la historia. El primero de ellos, por ejemplo, está rodado con una cámara al hombro y un montaje entrecortado, poniendo de relieve la tensión y el hallazgo del momento; mientras que otro se visualiza con un único plano picado en lento zoom in, desde fuera de la casa, cuando es ya una actividad casi mecánica y carente de emoción.
Tal diversidad está también presente en las personalidades de los distintos miembros del grupo, lo cual es asimismo un acierto. En efecto, pese al limitado interés expositivo de la película, sus personajes se distinguen adecuadamente, aunque sea por meros detalles. La líder es Rebecca (Katie Chang), una chica egoísta que de mayor quiere ser diseñadora, y que enseguida acoge a un recién llegado al instituto, Marc (Israel Broussard), un chico marginado y posiblemente homosexual que goza de bastante protagonismo. Las otras integrantes de la pandilla son la rebelde Chloe (Claire Julien), la engreída Nicki (Emma Watson) y la apasionada Sam (Taissa Farmiga), aunque ninguna de ellas responde exactamente a esos respectivos rasgos, evitando así una alta probabilidad de desliz hacia la caricatura. Incluso el esfuerzo de Watson por americanizar hasta lo grotesco su acento y su forma de ser resulta convincente. De esta forma, unos personajes a priori antipáticos y despreocupados acaban teniendo cierto calado. Pero, como vemos, hay que rascar un poco para encontrarlo, aunque inevitablemente esté presente. Otro ejemplo de similar orden contradictorio se da entre el supuesto desenfreno de la historia y el hecho de que su ritmo avance a trompicones... En definitiva, The Bling Ring recorre un camino irregular que quiere ser instantáneamente fascinante pero que se queda en una oportunidad perdida. ★★★★★
enviado especial a la República Checa | director & crítico cinematográfico.
Estados Unidos, Reino Unido, Francia, Alemania & Japón, 2013. Directora: Sofia Coppola. Guión: Sofia Coppola. Productora: American Zoetrope / NALA Films. Fotografía: Christopher Blauvelt & Harris Savides. Música: Daniel Lopatin & Brian Reitzell. Montaje: Sarah Flack. Intérpretes: Katie Chang, Israel Broussard, Emma Watson, Claire Julien, Taissa Farmiga.