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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Sound of my Voice

    Sound of my Voice

    SECTA DE FICCIÓN

    crítica de Sound of my Voice | Zal Batmanglij, 2011

    En el Festival de Sundance de 2011 debutaba como actriz, productora y guionista Brit Marling. Lo hacía con dos sencillas películas co-escritas, protagonizadas y producidas por ella misma: Another Earth (2011) y Sound of my Voice (2011). Se notaba en ambas su condición de hijas de la misma madre, cintas hermanas, a pesar de tener distintos directores. La primera, a mí juicio, algo más consistente y lograda, una producción indie que reivindica la solidez y proyección del tándem formado por Mike Cahill y Marling. Una revisión de la ciencia ficción, de cariz más intimista y menos enfática de lo que se acostumbra en el género. Mucho más reflexiva, en la misma línea de A man from Earth (2007). Utilizando la ciencia ficción como un vehículo difusor de ideas, no de escandalosas paranoias. Sound of my voice, la película que nos ocupa, navega por las mismas aguas en lo que a su consideración del género se refiere, pero con un halo mucho más metafísico y al abordaje de un tema más morboso: las sectas. Una irregular reflexión sobre el poder de la religión y la voluntad del ser humano de someterse a la esclavitud o liberación –todo depende del prisma desde el que se mire– de un líder espiritual.

    En Estados Unidos la religión es una parte específicamente inseparable de su cultura pretérita y actual, siendo uno de los países más devotos de los mal llamados desarrollados. Sería impensable que un ateo estuviese en la Casa Blanca. De hecho, la devoción ocupa un papel destacado en las campañas electorales; no hay más que recordar toda la parafernalia desatada con el último candidato republicano a la Presidencia de los Estados Unidos, Mitt Romney, que es mormón. Curiosamente, la religión y Dios están ausentes de la Constitución americana, pero eso no quita para que su influencia en la vida pública sea determinante. Un país en el que su moneda reza “In God we trust” y sus presidentes sustentan su mandato en la fe jurando el cargo ante la Biblia, es un país creyente, con independencia de cuál sea el color de su fe. Por todo ello no extraña que un pueblo ávido de mesianismo no opte siempre por las formas clásicas, y elija otras vertientes en las que no se hereda una identidad cultural, es decir: las sectas. En los últimos tiempos abundaron las cintas de calidad que trataron en mayor o menor medida el tema, véanse la maravillosa The Master (2012) o la hipnótica y turbadora Martha Marcy May Marlene (2011), con la que Sound of my voice tuvo la “mala fortuna” de toparse en Sundance, pues eclipsó su brillo y salió perdiendo en la comparativa. Si bien es cierto que una tiene más enjundia que otra, también lo es que la pareja profesional Marling-Zal Batmanglij –director– no podría haber hecho más con menos.

    Sound of my Voice

    A través de un thriller psicológico se nos relata la historia de Peter y Lorna, una pareja que para salir de la rutina se infiltran en una secta, con el objetivo de realizar un documental denunciando este tipo de asociacionismo secreto. Ambos han pasado aparentemente, durante meses, distintos ritos de iniciación y lealtad para definitivamente tener el primer encuentro con la enigmática líder Maggie, quien afirma venir del futuro. Ésta cuestionará sus convenciones morales, su consumismo, su forma de vida. Con una filosofía barata, digna de un libro de Paulo Coelho irá haciéndoles dudar de sus principios y metas. Finalmente, el desenlace se acoge a algo muy socorrido en esta clase de cine indie, y que la guionista ya había hecho en Another Earth, que es cobijarse al amparo de lo ambiguo y eludir la responsabilidad de cerrar las puertas abiertas. Normalmente esto suele ser motivo de contrariedad e irritación para el espectador, por lo que tiene de desatinado y cobarde. En este caso, el final se me antoja afín a una película que retrata la anarquía metafísica. Es un filme que genera dudas, no respuestas. Lo más flojo y a la vez lo más llamativo es un guion original, pero en exceso esquemático, precipitado y que tiene más de una trampa –como la mujer del departamento de justicia que lo tiñe todo de cordura racional–, su afán reduccionista termina en una simplificación que vulnera el producto final. En lo tocante a la dirección, Zal Batmanglij rinde de manera superlativa su bajo presupuesto, con una producción simple y una puesta en escena sencillísima, minimalista; no tanto como un envite estético sino como una prioridad económica. Empero, la separación de las secuencias de forma numérica, reflejando la serie en pantalla, número blanco sobre fondo negro, como si fuesen capítulos es innecesaria y ridícula; no aporta nada y se presta a la confusión.

    Una cinta que habla del cambio, la duda y el antagonismo; del grupo espiritual, consolador hasta la delirio, y el del frenesí tradicional de la clase media, con sus ambiciones laborales y sus angustias materialistas. Una introversión en el devenir temporal. Un futuro que ya está escrito, un pasado mal borrado y un presenta sujeto al cambio. Un sermón en boca de una maravillosa Brit Marling, que de entre sus múltiples y polifacéticas tareas, destaca sobre cualquier otra la de actriz. Está hipnótica, sublime, persuasiva y su tono y color de voz tirarían abajo cualquier tentativa de esgrimir un argumento racional. Transmite paz, esperanza, sabiduría panfletaria. Incluso llega a dar miedo. Un registro interpretativo que toca los extremos sin aspavientos ni exageraciones. Lo mejor de una película a la que le haría falta media hora más para hacerse grande, abandonar ese tufillo a teleserie y no parecerse tanto a un buen capítulo de Fringe. Quizá con más imperfecciones y errores de los que parecen, para creer en ella se necesita un salto de fe que cualquiera estaría dispuesto a dar si viene del 2054 una profeta como Brit Marling. ★★★★

    Andrés Tallón Castro.
    crítico de cine.

    Estados Unidos, 2011, Sound of my voice. Director: Zal Batmanglij. Guion: Brit Marling, Zal Batmanglij. Productora: Fox Searchlight Pictures / Skyscraper Films. Fotografía: Rachel Morrison. Música: Rostam Batmanglij. Reparto: Christopher Denham, Nicole Vicius, Brit Marling, Avery Pohl. Presentación: Sundance 2011.

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