UNAS POCAS LLAMAS Y MUCHAS CENIZAS
crítica de Heli | Amat Escalante, 201348º Festival de Karlovy Vary
En el palmarés del último festival de Cannes, la mayor sorpresa tuvo lugar en el apartado al mejor director, premio que fue a parar al mexicano Amat Escalante por su trabajo en Heli. Efectivamente, los demás premios se correspondían bastante bien con el parecer de prensa y público a lo largo de los once días que duró el certamen: en cambio Heli, proyectada en la primera jornada competitiva, había sido acogida con dureza y frialdad, aunque ciertamente varios medios destacaban su valiente labor de dirección. Pero más curioso es mencionar la analogía que algunos realizaron con la obra de Carlos Reygadas, que ahora coproducía el esfuerzo de su compatriota tras alzarse con el mismo premio en la edición anterior del festival por una cinta igualmente cuestionada. Coincidencia o no, este dato revela un gran aprecio por el reciente cine mexicano, al menos en el jurado de la Croisette, así como cierta tendencia de aquel a producir películas controvertidas y llamativas, reflejo hasta cierto punto del convulso estado de su sociedad. Sin embargo, Escalante resaltó en la conferencia de prensa que siguió al primer pase de su película que él no pretendía analizar la situación de su país, sino elaborar un drama ficticio a partir de unos hechos que, eso sí, él se sentía en la responsabilidad de narrar. Además, viendo la película no aparecen tantas similitudes con el estilo de su padrino Reygadas, restándole trascendencia a un relato más intimista que con todo también deja cierto poso.
En concreto, su protagonismo recae progresivamente en el joven padre de familia que da título al filme, quién vive, además de con su mujer y su hijo recién nacido, con su hermana pequeña y su padre. Los cinco conviven en un pequeño chalet asentado en medio del polvo y la grava, con unas pocas casas en su cercanía y un montañoso desierto en el firmamento: un paraje tan inmaculado como intimidante. El mismo lo recorren diariamente Heli con su bicicleta para ir a trabajar o su hermana andando para ir al colegio, así como para encontrarse con un cadete varios años mayor que ella con el que mantiene una tierna pero reprimida relación afectiva. Aquel comprueba entonces que ella no está aun dispuesta a intimar demasiado con él, y quizás para impresionarla o para financiar cierto proyecto juntos, toma la fatal decisión de sustraer unos paquetes de cocaína escondidos en una caseta. Aunque luego Heli los encuentra guardados cerca de su casa y se deshace cuanto antes de ellos, el mal ya está hecho y enseguida irrumpen en sus hasta ahora tranquilas vidas unos traficantes de droga muy enojados por el destino que ha sufrido su mercancía.
A partir de entonces la tensión ya latente en el metraje anterior sube varios niveles, entre dos estallidos de violencia cuyo tratamiento difiere bastante. El primero se corresponde con la llegada de esos delincuentes al hogar de los protagonistas, disfrazados con la negra carcasa de las unidades policiales de élite y actuando de forma repentina y sin miramientos, matando al padre de Heli y secuestrando a éste, a su hermana y a su novio. Tal escena está rodada pues con gravedad y a la vez precipitación, confiriendo una conseguida sensación de miedo y angustia al momento. En cuanto al segundo estallido, ocurre en el salón al que han sido llevados los dos chicos, pues la menor ha sido conducida a otro sitio, y fue el que granjeó mayor shock y polémica durante su proyección en Cannes, condicionando la visión del resto de la película. Se trata pues de una alargada secuencia que marca un punto de inflexión en el metraje, y en la que tuve la tentación, casi inédita en mi caso, de abandonar la sala. Pero en realidad es una escena muy eficaz, ambientada con el siniestro ruido de fondo de un videojuego que dejan en pausa unos niños impasibles presentes en la sala: presencia que acentúa el carácter perturbador de la tortura del cadete que ya de por sí nos revuelve el estómago. La eficacia de la escena se debe además a que su barbarie cumple exactamente el propósito que pretende, cual es el que deseemos con todas nuestras fuerzas que el protagonista no tenga que sufrir lo mismo (aunque solo sea para que nosotros no tengamos que volver a presenciarlo).
En realidad, los episodios de violencia explícita se reducen a estos dos momentos; a la férrea e inhumana disciplina con que se forma militarmente al cadete y a sus compañeros y a un último enfrentamiento de Heli con otro hombre. Por lo demás la violencia hace más bien referencia al ambiente que se respira y al trauma que posteriormente debe soportar esta familia. Consciente de ello, Escalante rueda su historia de una forma pausada y absorbente, con largos y amplios planos a menudo inmóviles o de monótono movimiento. En otras palabras, aunque Escalante sucumba a veces al deseo no siempre justificado que tienen jóvenes autores por poetizar sus planos y vaciarlos de vitalidad y espontaneidad, el efecto acaba siendo bastante apropiado ante el fondo desolador que succiona la alegría de estos personajes, condenados a vivir en un paisaje maldito. Dicho vacío y dicha desolación se refuerzan además por la ausencia de música, por la escasez de los diálogos y por la limitada, casi monocromática paleta de la fotografía. Por otro lado, Escalante demuestra también ocurrencia a la hora de estructurar su guion. La presentación de los personajes es hábil, pues al comienzo una chica viene a censar el hogar de Heli, quién enumera una serie de breves datos con los que conocemos enseguida la composición de su familia y su estado social; y la resolución final del conflicto está suficientemente meditada, uniendo a Heli con su mujer y a su hermana con el bebé, un tipo de desenlace lógico que muchas veces falta en las producciones menos comerciales. Por todo ello, aunque la película pueda ser acusada de tener un ritmo errático y de alternar la ambigüedad con la gratuidad, creo que rascando por debajo de su esforzada superficie se encuentra igualmente el suficiente calado que la hace merecedora de un premio a la mejor dirección. ★★★★★
Ignacio Navarro.
enviado especial a la República Checa | crítico cinematográfico.
México, Francia, Alemania, Holanda, 2013. Director: Amat Escalante. Guion: Amat Escalante & Gabriel Reyes. Productora: Mantarraya Productions. Presentación: Festival de Cannes 2013. Fotografía: Lorenzo Hagerman. Montaje: Natalia López. Intérpretes: Armando Espitia, Andrea Vergara, Linda González.