LA PROBLEMÁTICA DIRECCIÓN DE DOS MENORES
crítica de El gran cuaderno | A nagy füzet (Le grand cahier), János Szász, 2013
48º Festival de Karlovy Vary
Ganadora del Globo de Cristal en el pasado festival de Karlovy Vary, Le grand cahier (A nagy füzet) se enmarca en cierta corriente de películas bélicas o más ampliamente de contexto violento visto a través de los ojos de unos niños. Uno de los ejemplos más memorables de los últimos años es sin duda El laberinto del fauno (Guillermo del Toro, 2006), donde la joven protagonista intentaba escapar de los horrores del fascismo y del sadismo adentrándose en un mundo alternativo repleto de criaturas mitológicas. En otras palabras, un niño normalmente no es capaz de asimilar lo que ocurre a su alrededor en tales circunstancias y por ello, para poder soportarlo, suele transformar ese ambiente según sus propios parámetros. Ello en realidad se puede remontar a filmes anteriores como El mago de Oz (Victor Fleming, 1939) o a obras como Alicia en el país de las maravillas, a las que quizá se asemeje más la película de Guillermo del Toro por su decidido componente fantástico, mientras que otros ejemplos más realistas y recientes de la mencionada corriente podrían ser El niño del pijama de rayas (Mark Herman, 2008) o Rebelle (Kim Nguyen, 2012). En la cinta del veterano János Szász, sin embargo, el comportamiento de sus dos gemelos protagonistas se aparta de todos los anteriores en tanto que ellos enseguida aceptan la dureza del lugar y del tiempo en el que tienen que sobrevivir, e incluso se autoimponen unas reglas vitales que los transforman en personajes más temidos que los propios soldados o delincuentes con los que se enfrentan directa o indirectamente.
Así pues, Le grand cahier nos sitúa en plena Segunda Guerra Mundial, en el arido interior húngaro, desde que dos hermanos son abandonados (temporalmente) por su madre en la aislada granja de su abuela. Ésta es una mujer obesa y bestial, con fama de bruja entre la población y con ademanes rústicos e insensibles, insultando y golpeando a sus nietos para incitarles a la disciplina y al trabajo, aunque entre los tres surgirá progresivamente un cariño tan primitivo como irracional. Entre tanto éstos van recogiendo sus vivencias en el cuaderno que da título a la película y que les ha dejado su padre, incluyendo su encuentro con un soldado desertor y congelado en la nieve, su decisión de acabar con la vida de una bella pero odiosa antisemita o su amistad con una ladrona harapienta que debe cuidar de su madre. Con todo, ni esto último da pie a escenas más tiernas ni lo anterior conduce exactamente al horror más indignante, pues en todo momento los citados gemelos mantienen una actitud estoica y una mente retorcida, a la vez que permanecen al margen de episodios más sangrientos. En efecto, imaginamos fuera de campo sucesos más graves, pero sin descontar algunos brotes de violencia física o verbal, en realidad la dureza de la película hace más bien referencia a lo inhóspito de la choza en la que deben vivir estos protagonistas y a la naturaleza antipática de todos los personajes, incluidos ellos. En consecuencia, es difícil tanto captar y entender el alcance de lo que les está aconteciendo como simpatizar con su autoinfligido sufrimiento, el cual en definitiva no les sirve para afrontar experiencias a priori insoportables porque las mismas solo llegan en un último acto, cuando tanto su estoicidad como nuestra indiferencia han mermado todo sentimiento: ni ellos ni nosotros nos sentimos apenados por lo que entonces sucede, aunque tal carencia sea precisamente intencionada.
Esta última afirmación deja entrever la ambigüedad de una película que no sabe muy bien en qué tono situarse, algo a lo que contribuyen su irregular estructura episódica (por mucho que la misma avance con soltura) o sus cambios de climas y estaciones (coincidentes en parte con cambios de motivaciones), limpiamente fotografiados eso sí por Christian Berger, director de fotografía habitual de Michael Haneke. Pero la cálida y contrastada paleta que imprime trastoca un poco en tanto que no se corresponde ni con el supuesto fondo hostil de la narrativa ni con la supuesta perspectiva de unos niños que, como hemos dicho, no optan por alterar en clave ilusoria o ingenua su ambiente sino que intentan interiorizarlo al máximo. Ello se muestra por lo demás a través de sus voces en off y de los dibujos que plasman en su cuaderno, aunque tales recursos simplemente explican objetivamente sus acciones, sin darnos información más precisa sobre lo que están padeciendo por debajo de su flemática expresividad. En este sentido, nos faltan datos para comprender y compartir su supuesta evolución hacia la deshumanización, y por ello el desenlace de la historia parece un capricho o un golpe de efecto necesario para concluir el drama antes que el resultado de una transformación en su naturaleza y en la relación, más simbiótica que fraternal, que los une. Por tanto, Le grand cahier es un trabajo cuidadosamente ambientado y de manifiestos valores de producción en el que sin embargo cuesta identificar un camino y un propósito claros. Quizás Szász da por supuesto que ya sabemos lo suficiente sobre la segunda guerra mundial y sus nefastas consecuencias, y por ello deja muchos de estos elementos en el tintero del subconsciente antes que mostrarlos directamente o hacer referencia a ellos, aunque con tal estrategia elimina parte del dramatismo que por otro lado persigue al adoptar el punto de vista de unos niños trastornados. Además, estas contradicciones se revelan en unas situaciones que rara vez transmiten plena verosimilitud, sino que se mueven más bien entre la estilización y la exageración. Pero el jurado creyó oportuno otorgarle a este filme el máximo galardón del certamen, quedándose seguramente con su plástico y llamativo aspecto visual y con la peculiaridad, agilidad y personalidad de su relato: ambos puntos fuertes que efectivamente no cabe negar. ★★★★★
Ignacio Navarro.
enviado especial a la República Checa | crítico cinematográfico.
Alemania, Francia, Hungría & Austria, 2013, A nagy füzet (Le grand cahier). Director: János Szász. Guion: András Szekér & János Szász. Productora: Intuit Pictures / Amour Fou Filmproduktion / Dolce Vita Films / Hunnia Filmstúdió. Presentación: Festival de Karlovy Vary 2013. Fotografía: Christian Berger. Montaje: Szilvia Ruszev. Intérpretes: András Gyémánt, László Gyémánt, Piroska Molnár, Gyöngyvér Bognár, Orsolya Tóth.