CUANDO NO SE CRECE NI MADURA
crítica de Un invierno en la playa | Stuck in Love, Josh Boone, 2012Realizar una ópera prima sin haber participado antes en ninguna otra película ni haber rodado ningún cortometraje (al menos no según las bases de datos generales) y contar en ella con reconocidos nombres de la industria americana y con un presupuesto moderado es todo un misterio. Como la información en la red sobre Josh Boone es escasa, nos atrevemos a aventurar un trío de respuestas en vistas a resolver el apuntado enigma. La primera que viene a la cabeza es que este tal Boone, nacido en el estado de Virginia hace poco más de treinta años, debe tener algún contacto profesional importante, sobre todo si comprobamos que esta carrera como director, recién inaugurada de la nada, incluye otros dos proyectos a estrenar en los próximos años. Pero el mundo del cine funciona en gran parte en base a los contactos, por lo que esta primera opción no parece ser suficiente, o al menos no la única. Otra posibilidad más hipotética es que hasta entonces este hombre ha trabajado en otros negocios y ha ahorrado una cierta suma de dinero, y conocido a determinadas personas o investigado determinados asuntos, que le han abierto la puerta a este primer largometraje. En efecto, no sería el primer caso de un realizador que se mueve en otras áreas antes de aterrizar en la del séptimo arte. Pero una tercera es que simplemente ha tenido mucha suerte y se ha encontrado en el lugar adecuado en el momento oportuno, con una productora que ha confiado en él porque, es lo común, les habría encantado su libreto y considerarían idóneo que su responsable fuera también el que tradujese dicho guión en imágenes. Esto último suele ocurrir con todo cuando nos encontramos ante un guion innovador y sorprendente, lo necesario como para llamar la atención tratándose de un primer proyecto… no cuando estamos ante un guion tan formulaico y olvidable como el de Un invierno en la playa (Stuck in Love, 2012).
En concreto, la historia se centra en los desvaríos amorosos de una familia de escritores, sea consagrados o en potencia, formada en un principio por el padre divorciado (Greg Kinnear), su hija universitaria (Lily Collins) y su hijo adolescente (Nat Wolff). Aquel lleva unos dos años separado de su mujer (Jennifer Connelly), y en ese tiempo ha sido incapaz de escribir otro libro de éxito. Sigue pensando con todo que volverá a reunirse con su esposa, pensamiento justificado por las discusiones que presencia (espiando desde el jardín) entre ella y su nueva pareja, y por un giro narrativo que se nos revela torpemente más adelante. La hija, por su parte, tiene en su haber una novela calentita, recién publicada, y entre tanto flirtea con cualquier miembro del sexo opuesto que se cruza por su camino, en base a una concepción pragmática y libertina del amor y de nuestro metabolismo. Sin embargo, ello cambia cuando conoce a un compañero de clase romántico y sensible (Logan Lerman), aquejado además por una madre enferma de cáncer. Por último, el hijo está enamorado de una chica que va a su misma clase y que tiene problemas de drogadicción: ella en un principio tiene otro novio, un chulo musculitos, pero el tercer miembro de la familia la rescata y conquista dándole al mismo un puñetazo en una fiesta.
Todo ello está narrado con oficio y de forma agradable, algo a lo que contribuye la familiaridad con unos actores bien elegidos y ajustadamente metidos en sus respectivos papeles. Destaca en particular el casting de Jennifer Connelly y Lily Collins como madre e hija respectivamente, relación clave en el argumento y muy apoyada en el tremendo parecer físico entre ambas actrices. Como toda comedia romántica, Un invierno en la playa nos entretiene hasta cierto punto, concretamente hasta que su tono ligero y despreocupado nos deja claro que no nos va aportar nada nuevo, y que la vamos a olvidar una vez salgamos del cine. La sensación de déjà vu, de acabado facilón, empezando por la “profesión” compartida de estos personajes y acabando por esa voz en off extraída de un libro de Raymond Carver, está efectivamente muy presente, y lo que ello provoca es que, conforme avanza el metraje, el espectador se muestre cada vez más reacio a compartir lo que se le cuenta sin cuestionar su autenticidad. En otras palabras, la falta de originalidad conduce, quizás paradójicamente, a una falta de verosimilitud, en tanto que las distintas situaciones que viven estos personajes ya no parecen frescas o espontáneas: son más bien el producto de una mente que ha analizado comedias románticas anteriores y extraído de ellas los distintos elementos para conformar esta “nueva” propuesta, en vez de recurrir para ello a ideas propias o experiencias reales. Y ello es tanto más preocupante cuanto que este subgénero pretende caracterizarse precisamente por su frescura.
En otro sentido, tal método de supuesta estructuración de la cinta conlleva un diseño de la misma casi en forma de collage, uniendo las tramas respectivas de los tres personajes principales con transiciones a veces cuestionables y con un ritmo irregular. Se pasa efectivamente de una secuencia a la siguiente sin hilar lo suficientemente fino, como si bastase mostrar sucesivas trozos de vida y pequeñas conversaciones sin apenas trascendencia, a lo largo de un año natural, para entender la naturaleza de estas personas. Por eso, cuando se repite una escena similar entre el principio y el final, con el padre y uno de sus hijos preparando la tradicional comida del Día de Acción de Gracias, al son de la misma canción, la sensación no es de significativo cierre sino de superficial repetición. De hecho, la alegre banda sonora, compuesta por diversos hits del pop, del rock y de otros monosílabos o bisílabos con la vocal “o”, tampoco ayuda demasiado a armonizar la película bajo un sello personal. Al contrario, la misma resulta bastante impersonal en casi todos sus aspectos… lo cual es si cabe más extraño en tanto que, ahora sí leyendo la breve biografía de Boone en la página oficial de la película, descubrimos que Un invierno en la playa es en parte autobiográfica y corroboramos que se ha hecho realidad por una (capri)dichosa combinación de las tres posibilidades vitales que enunciábamos al inicio de esta reseña. ★★★★★
Ignacio Navarro.
director & crítico cinematográfico.
Estados Unidos, 2012. Directora: Josh Boone. Guión: Josh Boone. Productora: Informant Media. Presentación: Festival de Toronto 2012. Fotografía: Tim Orr. Música: Mike Mogis & Nate Walcott. Montaje: Robb Sullivan. Intérpretes: Greg Kinnear, Jennifer Connelly, Lily Collins, Logan Lerman, Kristen Bell, Nat Wolff.