APACIBLE LLEGADA AL FESTIVAL
Mañana arranca la 48ª edición del festival de Karlovy Vary, y tengo el honor y la suerte de poder asistir al mismo como corresponsal de El Antepenúltimo Mohicano. Por ello, aprovechando nuestro método habitual de cobertura de los principales festivales de la temporada, les haré llegar mis impresiones y vivencias de cada día, al margen de las reseñas de sus principales proyecciones y eventos, empezando con mi llegada hoy a la ciudad. El trayecto a la misma desde la capital ha tenido lugar en autobús, en donde los pasajeros más atrevidos han podido disfrutar del DVD de rigor: la frenética United 93 (Paul Greengrass, 2006). Como yo ya de por sí tengo tendencia a marearme en este tipo de medio de transporte, he juzgado oportuno apartar los ojos de la pantalla y desviarlos hacia el paisaje checo que íbamos atravesando. Paisaje del que Karlovy Vary ha aparecido como una prolongación, por su arquitectura vienesa salida de un cuento de hadas y su fama de balneario con aguas curativas. Todo parece pues en armonía con su enclave idílico y colorido, atributo reforzado por la presencia en sus calles de turistas de todos los colores, incluidos numerosos españoles. La mayoría sin embargo no parecía estar aquí con motivo del certamen cinematográfico, cuyos preparativos aún no han concluido: varios operarios aun montan stands en torno al Hotel Thermal, su alfombra roja sigue plastificada y su interior está medio vacío, aunque a media tarde varios ya compraban sus entradas. Se espera en cualquier caso que la actividad entre en plena ebullición mañana por la mañana. Entretanto resulta muy útil familiarizarse con el ambiente y entrar en calor, aunque el tiempo no acompañe, ante lo que está al caer.