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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica en Serie | Hannibal (1x11)

    Hannibal (1x11)

    DOS CARAS DE UNA MISMA MONEDA

    crítica del undécimo capítulo de Hannibal, “Rôti” (1x11)

    NBC | EEUU, 2013. Director: Guillermo Navarro. Guión: Steve Lightfoot & Bryan Fuller & Scott Nimerfro. Creador: Bryan Fuller. Reparto: Hugh Dancy, Mads Mikkelsen, Laurence Fishburne, Caroline Dhavernas, Hettiene Park, Scott Thompson, Aaron Abrams, Eddie Izzard, Lara Jean Chorostecki, Raul Esparza, Gillian Anderson. Fotografía: James Hawkison. Música: Brian Reitzell.

    En su camino a un juicio, el doctor Abel Gideon escapa del furgón policial y empieza una escalada de crímenes que Will y el equipo tendrán que detener mientras el experimento de Hannibal continúa.

    El summum de la crueldad. Así se podrían definir varios de los momentos de este incómodo episodio, verdadero rosario de barbaridades con excusa científica que concretan más el camino que Bryan Fuller ha estado definiendo durante la temporada. El experimento del doctor Lecter continúa, la espiral descendente de Will alcanza unas cotas escalofriantes y la historia criminal del episodio termina de agitar la mezcla. Fuller recupera -a su antojo, todo hay que decirlo- al doctor Abel Gideon (un espeluznante Eddie Izzard, que saborea cada frase y giro de su personaje) para continuar su trama, la confusión con el Destripador de Chesapeake. El episodio mezcla sentimientos turbios, la rabia y la confusión de un hombre que se sabe manipulado con la desesperación y determinación del que no lo sabe. Es fascinante como los guionistas han logrado desarrollar cabalmente ambas situaciones poco a poco, presentando a los doctores y sus cobayas y estableciendo sutilmente las diferencias y semejanzas para que la confluencia fuera una sorpresa maravillosa. De repente Will y Abel son anverso y reverso de una misma situación.

    Tras 11 episodios, un servidor ha terminado de reconocer las virtudes del trabajo de Mads Mikkelsen, sin duda, el más complejo de toda la serie. En este episodio, donde Lecter siente rabia ante la autoproclamación de Gideon como el Destripador, preocupación por perder al juguete de su experimento y maquina para eliminar al objeto de deseo, Mikkelsen brilla. Una vez superado el extrañamiento físico del propio actor, vestidos con esos trajes y haciendo microgestos para superar la sospecha de hieratismo, su trabajo es fascinante de observar. Tanto como el de Hugh Dancy, mucho más visible y excelente. Dancy acompasa la decrepitud física de Will -mérito también del equipo de maquillaje y peluquería- haciéndonos sentir ese sueño inquieto -impresionante y asfixiante pesadilla, con el agua como motivo-, ese dolor de cabeza al límite y esa fiebre abrasadora. Y en esa relación es donde sucede el summum ya referido, cuando Will llega a su límite físico y mental y Hannibal observa y actúa con calma, como quien estudia ratas de laboratorio y ve reaccionar a una ante una nueva droga experimental. Es una escena difícil, donde el espectador se siente impotente ante la situación, ya extraña de por sí y que revela un negrísimo sentido del humor, y no queda sino rendirse ante la valentía de Fuller y sus co-guionistas Steve Lightfoot y Scott Nimerfro por seguir jugando con los límites de lo soportable y no tirarnos un balón de oxígeno. La tortura no ha terminado, nos vienen a decir.

    Hannibal (1x11)

    Como también se probaron nuestro límites en la otra trama del episodio, una bacanal de violencia donde Gideon, tras escapar del furgón policial en una secuencia que vemos a través de Will -me gustaría ver a Izzard demostrando esa agilidad-, quiere atraer al verdadero Destripador de Chesapeake y deja víctimas a su paso. Hannibal es una serie violenta, una macabra y bella coreografía de sangre y muerte está presente en todos los episodios, casi obsesionados con dejar siempre una instantánea para el recuerdo. En este caso sabemos desde el principio quién es el asesino, su trabajo es retorcido y talla imágenes en la retina de la audiencia. Dos especialmente en Rôti: una muestra de lenguas vistas a través de la garganta cortada y una venganza que incluye ser destripado medio consciente. Testigo de excepción a esta barbarie es un personaje recurrente, una muy interesante elección que esperemos dé perspectiva a la hasta ahora impasible personalidad del personaje en cuestión. Lo siguiente es una elección. Y el amor gana la batalla. Lo visceral hace que Will saque fuerzas de donde no tiene -Hannibal ayuda con ese descuido de las llaves- y corra a salvar a Alana de un destino negro que a su vez el propio Lecter ha puesto en marcha. ¿Son celos eso que Hannibal manifiesta? ¿O una nueva variable para su investigación? Su charla final con la doctora Du Maurier añade más espesor al asunto, como suele pasar. La idoneidad de Will Graham para trabajar es cada vez más cuestionada. La enfermedad que la audiencia sabe que le carcome hace estragos, y su capacidad de reconstruir escenas se infecta cada vez más de su tenebroso imaginario. El ciervo le indica el camino, el despertador se funde como sus realidades, su cerebro reflectante sustituye a Gideon por Garret Jacob Hobbs y todo ese batiburrillo supone un peligro para aquellos que trabajan con él. Veremos cuanto de real es ese peligro. ★★★

    Adrián González Viña.
    crítico de cine & series de televisión.

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