BUSCANDO Y PERDIENDO EL PROPÓSITO
crítica de Después de mayo | Après mai, Olivier Assayas, 2012El mes de mayo de 1968 marcó un hito en las protestas antisistema. De repente los estudiantes se echaron a la calle y los ciudadanos se agruparon para pedir un cambio de rumbo en la forma en que se ordenaba su vida, en un contexto de Guerra Fría que parecía indefinida y de guerra de Vietnam que pronto o tarde se acabaría. Desde entonces, estos grupos adquirieron una conciencia social muy participativa, y su espíritu lo han heredado las generaciones presentes. Al fin y al cabo, el 15-M y otros movimientos análogos le deben su razón de ser a ese movimiento fundador y al choque que supuso para las élites gobernantes. En su momento las autoridades reaccionaron de forma desmedida, sin atender a estas voces alzadas, pues no compartían su lenguaje ni su contenido entraba en sus previsiones. Casi medio siglo después, aunque se respeta en mayor medida este fenómeno y se reconoce el ejercicio de sus derechos, las cosas no ha cambiado tanto. En definitiva, las razones que empujaron a los protagonistas de mayo del 68 siguen vigentes, y por ello el título de la última película de Olivier Assayas, Después de mayo (Après mai, 2012), es tan apropiado. Su historia podría en este sentido situarse casi en la actualidad, aunque desde su inicio se nos precisa que estamos en 1971. Sus protagonistas, por tanto, visten y tienen hobbies propios de la época, pero también parece claro que muchos jóvenes de hoy en día pueden identificarse con ellos, con su comportamiento, su vocabulario y sus ideales. Por tanto, esta película encontraría en este grupo a su target más idóneo: conviene analizar entonces si la misma pretende y puede efectivamente atraérselo.
Sus personajes principales son estudiantes de un liceo en la periferia parisina. Dos de ellos (Clément Métayer y Félix Armand) quieren dedicarse a la pintura, aunque entretanto están comprometidos con esa lucha alternativa, con exponer aquello que otros ocultan y hacerse oír entre el mayor número de personas posible, aunque ello implique manifestaciones violentas y actos de vandalismo. Un tercer personaje relevante, que también toma parte en estas actividades, es la chica interpretada por esa actriz en repentina alza llamada Lola Créton, que intimará con aquel de los dos chicos a cargo del debutante y prometedor Métayer. Una primera parte del filme nos muestra pues, como una serie de sucesos encadenados e inevitables, cómo estos jóvenes son perseguidos por la policía tras una declaración pública de intenciones, cómo organizan reuniones abarrotadas y animadas en un aula de clase o cómo son nuevamente perseguidos por guardias de seguridad tras pintar mensajes en los muros de su escuela, por la noche. Todo ello está narrado con el estilo característico de Assayas: con cortes bruscos, diálogos capturados al vuelo, un ritmo intenso y sostenido, una cámara dinámica en perpetuo movimiento… y todo sin embargo con una fluidez mágica. Las acciones están pues expertamente hiladas aun manteniendo una tensión constante, algo a lo que contribuye la ausencia de música en esas secuencias de acción clandestina y apresurada, realzadas únicamente con un marcado sonido de ambiente y con una atmósfera de espontáneo realismo.
Sin embargo, más adelante llega el verano y estos personajes abandonan su escuela y sus hogares, dispuestos a vivir otro tipo de experiencias. El chico y la chica viajan a Italia, como si de un romance utópico se tratara, pero luego toman caminos opuestos: ella se une a un equipo de rodaje de películas comprometidas, mientras que él regresa a París para intentar dedicarse más en serio a la pintura. Su amigo de correrías, por su parte, se enrolla con una americana hippie que quiere estudiar danza africana. A partir de ahí, la narración se fragmenta, contándonos el rumbo más o menos separado que toman las vidas de estos individuos inicialmente unidos por una misma causa, y luego enfrentados a la madurez y al vacío. En este punto, la historia incorpora además una mayor variedad de personajes y escenarios, pretendiendo transmitirnos el sentir de toda una generación, compartido incluso entre distintas nacionalidades, pero perdiendo en el camino el foco y la atención que caracterizaban a la primera parte del metraje y que lo dotaban, de hecho, de mayor relevancia. Ahora la historia se alarga y parece no ir a ninguna parte, como si no supiese poner un punto y final… lo cual por otro lado es lógico teniendo en cuenta la persistencia de su mensaje y el futuro incierto (aunque no tanto como el presente) de las vidas de esos personajes.
En cualquier caso, ocurre que Después de mayo acaba cayendo por ello en algunos tópicos narrativos, tanto por su superficialidad como por su falta de riesgo. En otras palabras, Assayas no se atreve a radicalizar su propuesta, a centrar el punto de mira hasta el final en un personaje o en un grupo reducido de los mismos, y a mostrarnos realmente el sufrimiento y la decadencia que los rodea, representativos también de lo que padecen otros. En vez de ello, nos da pinceladas aquí y allá, de lo que les ocurre y de lo que piensan todos ellos, con un convencionalismo y una ligereza decepcionantes. La película empieza siendo un alegato activo, de un sorprendente aire efímero, y termina siendo una descripción pasiva y dilatada, poco incisiva, de las experiencias de estos seres a la deriva. Es curioso que uno de ellos argumente en una escena, tras visionar uno de esos filmes comprometidos dirigidos al pueblo, que su puesta en escena y su narrativa clásicas traicionan su propósito, que el mismo debería haber sido rodado de forma experimental, para plasmar también a través de la forma del mensaje, y no solo de su fondo, una concepción antisistema: eso es lo que esperaría su público. Pues bien, algo similar se puede decir de la cinta de Assayas: no cabe exigir de la misma precisamente un estilo experimental, pues ello habría limitado su estreno en salas, pero quizás sí mantener uno más coherente, más en la línea de su primera parte, pues éste seguramente llamaría más la atención a sus espectadores más agradecidos. En vez de ello, con toda probabilidad y no sin cierta paradoja, su derivación conservadora reducirá la visibilidad de una película que podría haber sido ampliamente significativa. ★★★★★
Ignacio Navarro.
director & crítico cinematográfico.
Francia, 2012. Director: Olivier Assayas. Guión: Olivier Assayas. Productora: MK2 Productions / France 3 Cinéma / Vortex Sutra. Presentación: Festival de Venecia 2012. Fotografía: Eric Gautier. Montaje: Luc Barnier. Intérpretes: Clément Métayer, Lola Créton, Félix Armand, Carole Combes, India Menuez.