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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Culpables son los otros

    Culpables son los otros

    ENSAYO ELEMENTAL

    crítica de Culpables son los otros | Schuld sind immer die anderen, Lars-Gunnar Lotz, 2012

    15º Festival de Cine Alemán.

    Los seres humanos son animales. Es una obviedad biológica que muchas veces se nos olvida, inmersos como estamos en una sociedad nacida para domarnos. Lo recordamos en momentos y lugares que escapan a ese control social, leyendo literatura subversiva o reflexionando en la cama tras una noche desenfrenada de interacción en pareja. Con todo, la sociedad también debe canalizar esa naturaleza animal que compartimos, y a veces le da rienda suelta en dosis medidas y bienintencionadas, como en ese vagón de metro para solteros que quieren desarrollar en Praga. Culpables son los otros (Schuld sind immer die anderen, 2012) no trata sin embargo de sexualidad desinhibida, sino de violencia primitiva, esa violencia que ejercen algunas personas para suplir una carencia o una situación de inferioridad que tratan de ocultar. Uno de ellos es el protagonista de esta historia, un joven delincuente sin raíces ni parientes. El único dato que se nos da al respecto es indirecto, a través de las fotografías familiares que dicho personaje guarda tras robárselas a las víctimas de sus fechorías, cuyo objetivo parece ser precisamente el de suplir una carencia de afecto o de familia propia. La película se inicia pues con uno de esos actos de delincuencia, un atraco y una sucesiva agresión a una mujer que conduce sola en su coche, de noche. A partir de ahí, con el reencuentro posterior entre ambos personajes en un albergue de reintegración para presos en tercer grado, entre los cuales está el protagonista, el propósito de la trama se limita a desarrollar la relación entre víctima y verdugo, cómo los sentimientos de uno y otro pueden variar y cómo dicha relación puede darse la vuelta. En este sentido, estamos ante una cinta llamativamente básica, narrativamente ceñida, casi tanto como podría estarlo un cortometraje o un ejercicio académico, pero extendida aquí con criterio para contarnos con atención y sin desvíos esta historia de dos personas enfrentadas y reunidas por el destino.

    La estructura del guion sigue pues unos parámetros claros, como si estuviesen extraídos de un libro de texto sobre la ortodoxia de dicha estructura. Cada secuencia, empezando por la primera, hace avanzar la trama al introducir o, en los términos de manual, al plantar o sembrar un elemento que más adelante causará un determinado efecto. Un ejemplo es el momento en que el protagonista quema una de las dos fotos que robó de la cartera de su víctima, guardando inconscientemente la otra, de forma que nosotros esperamos que en algún momento aquella la descubra. Un segundo ejemplo son las lágrimas que vierte dicha víctima al lado de la cama de su hija, algo que nos adelanta la revelación posterior de que el ataque inicial le hizo perder su feto. Esto no supone sin embargo ningún spoiler, ya que en realidad la información de que estaba embarazada durante la agresión la adivinamos desde que la misma se produce, por lo que el efecto posterior no es tan eficaz como se espera. Lo mismo sucede de hecho con el primer ejemplo: desde que la mujer vuelve al albergue donde trabaja, sabemos que en algún momento reconocerá a su verdugo, y más tras una escena de éste gritándole a ella las mismas palabras que pronunció en la primera secuencia. Hay por tanto muchos elementos sembrados, casi a intervalos parejos, en vistas a renovar constantemente el conflicto dramático, pero como el argumento es tan llano, varios de ellos acaban encontrándose y restándose relevancia uno a otro. El ejemplo más claro en este sentido lo tenemos en el conocimiento de la culpabilidad del protagonista por otro de los internados, que amenaza con revelarlo si aquel sigue tirándole los tejos a la trabajadora social que le cae en gracia. Sin embargo, cuando cumple su amenaza y se lo cuenta a la mujer, ésta ya lo sabe, por lo que esa escena supuestamente climática acaba siendo repetitiva e incluso innecesaria. Por su parte, el estilo con el que visualizamos este drama no tiene nada de especial, y responde sin alardes ni sorpresas a los parámetros de otra ortodoxia: la de la cámara al hombro, los planos cortos y el enfoque/desenfoque.

    Culpables son los otros

    Este último recurso nos lleva a otra crítica, y es que Culpables son los otros peca también de cierto efectismo barato. El desenfoque a veces se emplea aquí para ocultar la identidad de una persona, en concreto en una escena de la que esta vez no detallaremos el contenido, pero donde podemos decir que ocurre lo mismo que antes: se pretende causar mayor impresión retrasando el conocimiento de algo, cuando en realidad es algo que ya sabemos. Por lo demás, tal efectismo está presente en una música grave, que hace retumbar los oídos; o en ciertas acciones tensas que no se corresponden necesariamente con la naturaleza de los personajes… aunque también es cierto que las apariencias engañan, y esto precisamente matiza las anteriores críticas. Por un lado, la película juega con motivaciones muy circunscritas, y tiene como único objetivo resolver el dilema moral que se origina en su primera secuencia. Esa esencialidad lleva aparejada cierta previsibilidad, pero también sorprende por su depuración, por hacernos ver algo que pensábamos tener oculto y bien guardado. Al final los animales acaban siendo las personas más insospechadas (véase sin más ese grito poco justificado pero muy significativo del trabajador social en el penúltimo plano), sin que la sociedad juzgue oportuno condenarles, y en cambio el protagonista, que ha conseguido con esfuerzo reprimir esos impulsos animales, acaba siendo el castigado. ★★★★★

    Ignacio Navarro.
    director & crítico cinematográfico.

    Alemania, 2012. Director: Lars-Gunnar Lotz. Guión: Lars-Gunnar Lotz & Anna Prassler. Productora: FFL Film- und Fernseh-Labor Ludwigsburg. Fotografía: Jan Prahl. Música: Daniel Benjamin. Montaje: Julia Böhm. Intérpretes: Edin Hasanovic, Julia Brendler, Marc Benjamin Puch, Pit Bukowski, Natalia Christina Rudziewicz.

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