crítica de Bella addormentata | Marco Bellocchio, 2012.
sección oficial Venezia 69.
Este último año han coincidido dos interesantes propuestas europeas, presentadas en Cannes y en Venecia, que tratan sobre la muerte digna. Una de ellas es “Amor”, de Michael Haneke, ganadora de la Palma de Oro. La figura de una paloma y el dilema del protagonista (¿cazarla o dejarla ir?), parecen constituir una de las sutilezas más grandiosas de los últimos años, vinculada especialmente con la mencionada temática. Y la otra es “Bella addormentata”, de Marco Bellocchio, que es la que hoy nos convoca. Si bien de sutil tiene poco, uno debe admitir que el autor se arriesga de lleno a introducir sus dedos en la herida abierta de una de las más grandes controversias del mundo contemporáneo junto a la cuestión del aborto. No es fácil encarar, en principio, un drama que se tome el delicado trabajo de indagar en las emociones y acciones que atraviesan a los involucrados en este tipo de tragedias. Bellocchio se atreve, y lo hace de manera ambiciosa: si bien la obra, en su totalidad, inevitablemente obedece a un caso central (el de una muchacha, Eluana, que ha estado diecisiete años en coma), propone diversos casos para mostrar que también existen otras alternativas, otras actitudes, otros desenlaces: una muchacha que intenta suicidarse, otra joven cuyo estado vegetativo ha paralizado la carrera artística de su madre, y una mujer que conscientemente pide a su esposo que la ayude…
“Bella addormentata” juega con la realidad de muchos personajes, en un entramado coral bastante poco preciso en un comienzo, pero que va hallando rumbos más adecuados conforme avanza el relato. Cada uno de los protagonistas parece tomar una posición distinta en torno al debate de si la muerte digna es o no la mejor salida, en función de los casos puntuales. Uno puede pensar que se trata de afirmar o negar, una acotación bastante agresiva que no contempla las variables que intervienen. Esa es la reducción con la que se maneja el Parlamento, que trata este tema sin verdadero interés fuera del partidario. ¿Aprobar o no la Ley que legalice la muerte digna? Pero en el plano de lo humano, lo que está en juego es otra cosa. Un muchacho ve que su madre, interpretada por Isabelle Huppert (curiosamente también protagonista de “Amor”), está desperdiciando su vida por una hija cuya salud parece no tener retorno. Incluso se plantea más de una vez la desconexión, pues considera que no hacerlo es una manera de dejar que su madre se suicide lentamente. Esas son las cosas que, con una mirada más minuciosa y particular, engrandecen a Bellocchio. El ofrecer con un tono riguroso, aunque quizá excesivamente objetivo, un abanico de posibilidades: los extremos, y la variedad de grises. Todos, conectados de alguna forma u otro, en el inicio de un fresco febrero de 2009.
Las historias son interesantes individualmente. Algunas lo son más, como la de Huppert y su hija; otras, en cambio, lo son menos. El problema parece ser cómo funcionan en conjunto. “Bella addormentata”, como he dicho anteriormente, trata de abarcarlo todo, con ese afán de entregar un estudio definitivo de la cuestión. Pero desde lo cinematográfico, resulta un tanto aparatosa, y consiguientemente, escandalosa. Su evaluación de cómo de una vida dependen otras vidas e instituciones (lo cual puede resultar optimista, para quienes temen que su paso por este mundo sea insignificante), parece llevar consigo un discurso subyacente poco crítico y sí bastante trasgresor. ¿Por qué digo esto? Los escenarios parlamentarios, por ejemplo, resultarán un caso más que claro para comprender esta aseveración. Bellocchio sugiere al espectador que el mundo de la política es sucio, y persigue intereses que van más allá de lo que pueda significar, para sus representantes, la muerte digna (con la excepción, por supuesto, de aquel personaje que lo sufre en carne propia). Ahora bien, ¿por qué no marca una posición dentro del debate? Después de todo, no merece demasiados aplausos por demostrar que el mundo de la política es sucio (basta ver cualquier otra película sobre política, que seguramente sea mucho más directa), aunque sí los merecería si se dedicara a intervenir en lo que sucede. En ese sentido, es escandalosa, pues revuelve las aguas sin responsabilizarse por todo lo que genera. No hay un solo momento en el filme, donde el ser humano detrás del autor se dirija al espectador. Sólo un científico que se dedica a describir el pulso de un grupo de hombres y mujeres golpeados por el latido del corazón y el sonido acompasado de las máquinas que preservan a sus familiares con vida. Dentro de los dos debates (si los políticos representan verdaderamente a su pueblo, y si la muerte digna debe ser legal), Bellocchio muestra su visión sólo del primero, pues parece ser el más fácil (o piense el lector en alguna película relativamente reciente que hable bien del mundo de la política), y no del segundo, que poco tiene de sencillo. Y no es cobardía, es simplemente falta de compromiso total, lo que constituye una elección comprensible, propia de un director que no juega en las grandes ligas, y que supone además un rasgo distintivo del carácter cientificista que caracteriza a “Bella addormentata”, obra que no dista demasiado de ser un drama memorable sobre la condición humana. ★★★★★
Rodrigo Moral.
crítico de cine.
Italia, Francia, 2012, Bella addormentata. Director: Marco Bellocchio. Guión: Marco Bellocchio, Veronica Raimo, Stefano Rulli. Productora: Cattleya / Rai Cinema. Presentación: Venezia 69 (premio al actor revelación: Fabrizio Falco). Música: Carlo Crivelli. Fotografía: Daniele Ciprì. Intérpretes: Toni Servillo, Isabelle Huppert, Alba Rohrwacher, Michele Riondino, Maya Sansa, Pier Giorgio Bellocchio, Gianmarco Tognazzi, Brenno Placido, Fabrizio Falco, Gigio Morra, Federica Fracassi, Roberto Herlitzka.