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    Antiviral

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    LA SOCIEDAD ENFERMA DE LOS CRONENBERG

    crítica de Antiviral | Brandon Cronenberg, 2012

    ¿Se hereda el talento? En los últimos años, hemos asistido al nacimiento de una nueva generación de cineastas que, con mayor o menor fortuna, han intentado hacer carrera allí donde sus progenitores han dejado huella. Los vástagos de Francis Ford Coppola, David Lynch, Ivan Reitman o David Cronenberg están consiguiendo, a base de trabajos estimulantes y muy premiados, labrarse un nombre dentro de la industria cinematográfica. Brandon Cronenberg no siempre quiso ser director de cine. Comenzó a ganarse la vida como escritor, pintor y músico. Un tipo polifacético, sin duda. Era cuestión de tiempo que siguiera los pasos de su padre, el controvertido realizador canadiense David Cronenberg, lanzándose a probar fortuna tras las cámaras. Tras realizar un par de cortos que se pasearon por diferentes festivales, la sección Una cierta mirada de Cannes 2012 fue la cita elegida para presentarnos a un nuevo cineasta que venía pisando fuerte. El apellido Cronenberg puede pesar como una losa. Si encima Antiviral, su debut cinematográfico, comparte con el universo de su padre esa obsesión por el horror corporal –con transformaciones físicas, infecciones y demás miedos humanos–, las comparaciones son inevitables. Visto su triunfo en Sitges (donde se llevó el premio a la mejor primera película) y Toronto (mejor ópera prima canadiense), parece que estamos ante un nombre a tener muy en cuenta en el futuro.

    La fábula futurista de Antiviral nos presenta a una sociedad tan obsesionada con las celebridades que se crean clínicas donde se replica las enfermedades de los famosos para que sus fans puedan sentirse más cerca de ellos, inoculándolas en sus organismos. Esta práctica se convierte en un lucrativo negocio. Syd, un joven que trabaja en una de estas clínicas, se inyecta estos virus en su propia sangre para sacarlos del centro y poder venderlos en el mercado negro. La demanda de gente que quiere contagiarse con todo tipo de infecciones de sus ídolos hace que el tráfico viral sea cada vez mayor. Cuando Syd se contagie con la sangre enferma de Hannah Geist, una de las artistas más seguidas del momento, descubrirá que el virus que invade su cuerpo había sido tratado genéticamente en laboratorios con la intención de convertirlo en letal. Desde entonces, comienza una carrera contrarreloj por encontrar un antídoto con el que detener los cada vez más purulentos síntomas de su recién contraída enfermedad. El argumento, obra del propio Brandon Cronenberg, tiene muchos puntos en común con el cine de su padre. El gusto por las atmósferas enrarecidas y enfermizas –Crash (1996)–, imágenes grotescas de degradación física –Videodrome (1983), La mosca (1986)–, la infección como detonante del conflicto dramático –Vinieron de dentro de… (1975) o el terror quirúrgico –Inseparables (1988)– están presentes también en este ambicioso debut que, no obstante, está más cercano en su feroz crítica a la corrupta sociedad actual a la fallida Cosmópolis (2012). La película acierta plenamente en la creación de ambientes, con unos escenarios minimalistas y asépticos donde el color blanco se adueña de la fotografía. Cronenberg ha heredado, sin duda, esa capacidad para incomodar al espectador mediante imágenes inquietantes –las alucinaciones de Syd en las que sufre aterradoras transformaciones físicas–, demostrando un excelente dominio de la imagen para tratarse de su primer trabajo. También encuentra otro punto fuerte en la elección de Caleb Landry Jones para el papel protagonista de Syd. Este joven pelirrojo de 23 años, de físico menudo, tez pálida y voz penetrante, ofrece una complejísima interpretación de un personaje mental y físicamente enfermo. Todo un descubrimiento tras pequeños papeles en El último exorcismo (2010) o X-Men: primera generación (2011). La presencia secundaria del mítico Malcolm McDowell, actor de enigmática mirada al que los aficionados al cine fantástico jamás olvidarán en La naranja mecánica (1971), es otro aliciente añadido.

    Antiviral

    Antiviral es, innegablemente, una ópera prima interesante, que apunta buenas maneras y que hace concebir esperanzas sobre la futura carrera de su director. No es, ni mucho menos, una película perfecta. Monótona, fría y desagradable, la cinta va perdiendo interés tras el prometedor inicio. Bien es cierto que si el espectador es aficionado a este tipo de ciencia ficción cerebral, totalmente desprovista de aspiraciones comerciales, sabrá entrar en el inteligente juego del joven Cronenberg, dejándose cegar por los muchos atractivos de su propuesta. David Cronenberg supo combinar perfectamente entretenimiento y ambición artística con aquel incomprendido artefacto que fue eXistenZ (1999). Su hijo, sin embargo, peca de ambicioso y entrega con Antiviral una obra que se toma a sí misma demasiado en serio, sin un ápice del humor negro del director de Cromosoma 3 (1979), escasa en diálogos y acción. Posiblemente estemos ante un título de culto instantáneo, que no lo va a tener fácil para atraer al público a las salas de cine, pero que tendrá tantos detractores como fanáticos. Al fin y al cabo, el cine más interesante suele ser el que crea controversia e intenta innovar dentro del adocenado cine fantástico actual. Antiviral puede ser tachado de muchas cosas pero nunca será un filme vulgar. Y eso ya tiene mérito. ★★★★★

    José Antonio Martín.
    crítico de cine.

    Canadá. 2012. Título original: Antiviral. Director: Brandon Cronenberg. Guión: Brandon Cronenberg. Productora: Rhombus Media. Fotografía: Karim Hussain. Presentación: Una Cierta Mirada Cannes 2013. Música: E.C. Woodley. Montaje: Matthew Hannam. Intérpretes: Caleb Landry Jones, Sarah Gadon, Douglas Smith, Joe Pingue, Nicholas Campbell, Malcolm McDowell.

    Antiviral poster
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