ANHEDONIA FEMINISTA
crítica de Thérèse Desqueyroux | Claude Miller, 2012En la pasada edición del Festival de Cannes, el filme seleccionado para cerrar el certamen fue Thérèse Desqueyroux, un homenaje póstumo al director galo Claude Miller, fallecido en abril del mismo año. Distinción que suponía la sexta ocasión en que su material se estrenaba en La Croisette. Claude era hijo de la Nouvelle Vague. Ayudante de dirección de Godard, Bresson, Carné, Deiny… Jefe de producción, guionista y asistente en algunos trabajos de Truffaut, del cual también fue amigo y pupilo y al que le debía una de sus películas más completas, La pequeña ladrona (1988), porque éste pereció en la fase de preproducción. Trueba dijo de su cine que era “una síntesis de las aportaciones de la Nouvelle Vague con las del cine que la precedió”. De hecho, en muchas de sus películas, hay algo que recuerda a Truffaut, sobre todo a nivel estilístico, aunque suelen ser, argumentalmente, demasiado personales como para que sean objeto de comparaciones.
Esta vez Miller se atrevió con un drama de época, adaptación de la novela homónima de François Mauriac, y con la sombra de una versión previa de Georges Franjou de 1962, con Emannuelle Riva como protagonista. Al contrario de su predecesora, ésta tiene una estructura lineal, es más formal, menos estilizada y no contiene un trasfondo latente de sexualidad reprimida. Eso sí, ambas retratan con bastante fidelidad lo contado en el libro. El argumento nos sitúa en la Francia de los años 20, cerca de Burdeos, en la que Thérèse (una más que notable Audrey Tautou), complicada y frustrada joven, que da la sensación de haber nacido en el lugar y el momento equivocado, se casa con su vecino, Bernard Desqueyroux (Gilles Lellouche). El matrimonio fue forjado bajo el yugo de la conveniencia, concertado desde su adolescencia, con el objetivo de consolidar las vastas posesiones de pinos de ambas familias. Bernard se ve obligado a tolerar la personalidad masculina, decidida y un tanto estrambótica de su mujer. A su vez, Thérèse, se ve asfixiada por la prisión que ella misma construyó aceptando el casamiento, el tedio de su bucólica vida de provincias, el simplismo intelectual de su marido y sobre todo por la mediocridad de sus ambiciones que nacen y mueren con la caza. Estos factores tiñen sus días de un claustrofóbico desasosiego. Sus ansias de libertad se consumen en su interior, sueña con la efervescencia cultural de París, donde el jazz hace su aparición, y la escena cultural y social se le antoja paradisíaca. Los adoquines y las luces la seducen, los pinos la retienen. Este sin vivir le lleva a buscar una escapatoria, quiere deshacerse de los grilletes. Serán los anhelos de libertad el motor de sus actos, la misma energía que mueve a Dufresne en Cadena Perpetua o a Frank Lee Morris en Fuga de Alcatraz.
"Miller orquestó una película seria, interesante, fuera del mainstream, aderezada con un toque de clasicismo que denota buen gusto pero menos arriesgada que la de Franjou."
No es casual que Miller adaptase una novela, fue un experto en hacerlo. Y tampoco es casual que escogiese una que tuviese a un personaje femenino como protagonista, siempre ha tenido debilidad por éstos. De hecho, a lo largo de su filmografía se me antojan más magnéticos que los masculinos –como en Arresto preventivo o La pequeña ladrona–. No es de extrañar, por lo tanto, que el secreto del filme, más allá de su carácter existencialista e intimista, habite en su protagonista, tremendamente hipnótica. Tatou guía, interpretativamente hablando, la película. Un tanto mayor para los primeros compases de la historia, encarna a un personaje complicado por su indolencia, por su hieratismo, prácticamente indescifrable, parece un autómata cargado de desidia. Sin embargo, que no nos engañen las apariencias, Thérèse está llena de emociones, a pesar de que casi no lo exteriorice hasta el final. Resulta ser una figura muy compleja, víctima de una anhedonia corrosiva que la mantiene distante de los placeres y de los disgustos. Thérèse es un alegato feminista en sí misma, fumadora empedernida, un símbolo de modernidad y de desafío para la época, es una anti heroína visionaria en las costumbres femíneas, un ángel negro muy revelador en el análisis de las conductas de género. Esta construcción del personaje está afectada por matices y detalles que demuestran que Miller no dejó nada a la improvisación. Empero, aun con su pericia y la excelente labor de su actriz protagonista, Thérèse Desqueyroux tiene baches, lacras que pululan a lo largo de toda la cinta. Su excesiva frialdad, lo esquemático de la relación entre Thérèse y la hermana pequeña de su marido, amigas de la infancia, que no termina de explotar dramáticamente, un fracaso de subtrama que solamente está para sumar metraje; y, paradójicamente, la psicología de la protagonista eclipsa la trama, virtud y defecto. En resumidas cuentas, Miller orquestó una película seria, interesante, fuera del mainstream, aderezada con un toque de clasicismo que denota buen gusto, con un reparto apropiado, muy práctica técnicamente, formalmente correcta, sin complicaciones innecesarias; menos arriesgada, como comentaba, que la de Franjou. Thérèse tiene además una importancia no despreciable en su reflejo de la historia social de la Francia de aquel tiempo y del papel de la mujer. A pesar de todas estas virtudes, la película sin caer en la mediocridad de lo correcto, tampoco alcanza la excelencia. No deja poso, pero es disfrutable. ★★★★★
Andrés Tallón Castro.
crítico de cine.
Francia, 2012, Thérèse Desqueyroux. Director: Claude Miller. Guion: Claude Miller, Nathalie Carter (Novela: François Mauriac). Productora: Les films du 24 / France 3 Cinéma / Canal +. Música. Fotografía: Gérard de Battista. Reparto: Audrey Tautou, Gilles Lellouche, Anaïs Demoustier, Catherine Arditi, Isabelle Sadoyan, Francis Perrin, Jean-Claude Calon, Max Morel, Françoise Goubert, Stanley Weber.