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    Cine Alemán Siglo XXI

    Sesión Doble | Tarde de perros (1975)

    Tarde de perros

    SI ALGO PUEDE SALIR MAL, SALDRÁ MAL

    crítica de Tarde de perros | Dog Day Afternoon, Sidney Lumet, 1975

    El 9 de abril de 2011 nos dejaba para siempre Sidney Lumet, uno de los grandes directores norteamericanos de las últimas décadas. Su testamento cinematográfico fue la excelente Antes que el diablo sepa que has muerto (2007), pero en su interesante filmografía se cuentan clásicos del calibre de Doce hombres sin piedad (1957) o Asesinato en el Orient Express (1975). Sin embargo, fue a partir de la década de los 70 cuando comenzó a cultivar el cine de denuncia que le caracterizó, convirtiéndole en uno de los nombres más críticos y valientes de la industria. En Serpico (1973) retrató la corrupción de la policía de Nueva York –y colaboró por primera vez con Al Pacino–, con Network (1976) entregó una cruel sátira sobre el mundo de la televisión y su “todo vale” por las audiencias y con Veredicto final (1982) logró uno de los mejores dramas judiciales del cine moderno, con una sobresaliente interpretación de Paul Newman. A este periodo pertenecería el título que hoy ocupa nuestra Sesión Doble, Tarde de perros (1975), indiscutiblemente una de las mejores cintas de atracos a bancos que jamás se hayan podido disfrutar en una gran pantalla.

    Tarde de perros está basada unos en hechos reales ocurridos en el barrio de Brooklyn en 1972 cuando un grupo de delincuentes de tres al cuarto decide robar en una sucursal bancaria. Como en tantas ocasiones, se pone de manifiesto el dicho “si algo puede salir mal, saldrá mal”, ya que desde el primer minuto las cosas se comienzan a torcer de manera catastrófica. En teoría, debió ser un trabajo rápido y sin complicaciones. 10 minutos y fuera. Nada más lejos de la realidad, ya que a uno de los tres atracadores le entra el pánico en el primer instante, huyendo del lugar y dejando el marrón a los buenos de Sonny y Sal. A partir de ahí, nada sale como era de esperar: al guardia de seguridad le da un ataque de asma y se encuentran con que el dinero había sido retirado por la tarde y el botín asciende a poco más de mil dólares. Para colmo de males, el humo que provocan al quemar unos documentos en una papelera, alerta a las autoridades que, en cuestión de minutos, rodean el lugar. Atrapados en una ratonera, con un grupo de rehenes –formado en su mayoría por mujeres– que a medida que pasan las horas, comienzan a desarrollar un síndrome de Estocolmo hacia sus secuestradores, Sonny deberá comenzar una intensa negociación con el detective de policía Moretti si quiere salir vivo del lugar. Pronto, los discursos demagógicos de Sonny contra el abuso de las fuerzas de la ley, se ganan el apoyo de la gente que se agolpa a pie de cordón policial en los alrededores del banco, encumbrándolo como una especie de voz del pueblo. Los helicópteros de la televisión tampoco pierden detalle desde el aire de los pormenores del conflicto, convirtiendo el atraco en un espectáculo televisado, digno del reality más morboso. A lo largo de la tarde, comenzarán a airearse los detalles más íntimos de la vida de Sonny, entrando en escena los esperpénticos personajes que tiene como familia. Una madre sobreprotectora y con afán de protagonismo, la histérica madre de sus hijos y Leon, un travestido con serios trastornos psicológicos, con el que se ha casado recientemente, comenzarán a desfilar ante la opinión pública con la intención de que Sonny entre en razón y se entregue a la policía. 

    Tarde de perros

    Si hay algún ingrediente de Tarde de perros que destaque sobre todos los demás, ese es sin duda, su magnífico guión (justamente reconocido con el Óscar), que mezcla a la perfección la tensión del mejor thriller de atracos con certeros toques de crítica social y un sutilísimo sentido del humor. De hecho, muchas de las situaciones y diálogos de la historia podrían pertenecer a cualquier comedia, pero están introducidos con tal cuidado que en ningún momento rompen el tono dramático del filme. Sin duda, un trabajo de orfebrería el que llevó a cabo Frank Pierson sobre un artículo de prensa para la revista Life. Para los papeles principales, Lumet contó con dos de los protagonistas del que fue uno de los grandes éxitos de aquellos años, El padrino (1972): Al Pacino y John Cazale. Éste último consiguió hacerse un nombre en la historia del cine con una escasa filmografía de cinco títulos, todos nominados al Óscar como mejor película –El padrino, La conversación (1974), El padrino 2 (1974), Tarde de perros y El cazador (1978)–, pese a morir a la temprana edad de 42 años, víctima del cáncer. Por su magnífica actuación del introvertido Sal, Cazale logró una nominación al Globo de Oro. Pero es Al Pacino quien se adueña de la función con su complejísima caracterización de Sonny. Con su pelo alborotado, su verborrea incontrolable y la torpeza con que hace frente a la situación, el personaje se gana la simpatía de la audiencia, dispuesta siempre a ponerse del lado de los perdedores. Una novedad interesante respecto a otros filmes sobre atracos fallidos reside en homosexualidad de su protagonista principal y en la estrafalaria personalidad de su amante León. Por su interpretación de transexual, Chris Sarandon obtuvo una nominación al Óscar como mejor actor secundario, pese a que su personaje más popular lo encontraría en el malvado vampiro de Noche de miedo (1985) de Tom Holland. Por su parte, en el rol del detective Moretti, un espléndido Charles Durning le da una réplica de altura a Pacino, logrando un magnífico duelo interpretativo en sus conversaciones para negociar la salida de los rehenes.

    Tarde de perros

    Tarde de perros es una obra trepidante, que entra en faena desde los primeros minutos y, pese al carácter teatral de la propuesta –casi toda la acción se desarrolla entre las cuatro paredes del banco–, Lumet se las apaña para que el ritmo no decaiga en ningún momento, oxigenando la historia con constantes giros argumentales. El habilidoso montaje es también esencial a la hora de mantener el buen pulso durante las dos emocionantes horas de metraje. Especialmente, el tramo final donde los protagonistas se dirigen hacia el aeropuerto, escoltados por multitud de coches de policía, destaca por su gran intensidad y atmósfera de fatalidad. El filme viene a inscribirse dentro de ese grupo de títulos policíacos vigorosos y violentos que hicieron furor en la primera mitad de los 70, como Harry el sucio (1971) de Don Siegel o The French Connection (1971) de William Friedkin, creando las bases de un subgénero –el de los atracos–, que serían copiadas en obras posteriores como Negociador (1998) de F. Gary Gray o nuestra divertidísima El mundo es nuestro (2012) de Alfonso Sánchez, claramente una parodia de Tarde de perros. Ninguna ha llegado a alcanzar la categoría de la original, que se convirtió en uno de los mayores éxitos comerciales de su director. Fue muy bien recibida por la crítica, obteniendo seis nominaciones al Óscar (película, director, actor, actor secundario, guión original y montaje), mientras que Pacino recogió galardones de los críticos de Kansas y Los Ángeles y la Concha de Plata en San Sebastián por su papel. Era aquella inolvidable época en que el actor nos ofrecía grandes creaciones, película tras película. ¡Cuánto tiempo hace que no nos entrega algo tan bueno como Tarde de perros! ¡Qué de años sin verle en un personaje tan carismático como el de Sonny Wortzik! Por eso, siempre es un placer desempolvar viejos clásicos como éste de vez en cuando y recordar la grandeza de uno de los mayores intérpretes del cine moderno.

    José Antonio Martín.
    crítico de cine.

    Estados Unidos. 1975. Título original: Dog Day Afternoon. Director: Sidney Lumet. Guión: Frank Pierson (Artículo: P.F. Kluge, Thomas Moore. Libro: Leslie Waller). Productora: Warner Bros. Pictures/Artists Entertainment Complex. Localización principal: Nueva York. Presupuesto: 1.500.000 dólares. Recaudación en USA: 50.000.000 dólares. Fotografía: Victor J. Kemper. Montaje: Dede Allen. Intérpretes: Al Pacino, John Cazale, Charles Durning, James Broderick, Chris Sarandon, Carol Kane, Sully Boyar, Penélope Allen, Beulah Garrick, Sandra Kazan, Marcia Jean Kurtz.

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