TEKA-TEKI
crítica de Modus Anomali | Joko Anwar, Indonesia, 2012
"Hay que estar orgulloso del dolor; todo es un recuerdo de nuestra condición elevada".
Hermann Hesse.
Disfrutamos (o sufrimos) de lo lindo viendo angustiado a Nicholas Van Orton (Michael Douglas) en ese macabro The Game de David Fincher o a Paul Conroy (Ryan Reynolds) atrapado en ese féretro bajo tierra en la inquietante Buried (Rodrigo Cortés, 2010), o incluso siendo testigos del sadismo de la sagas Saw y Hostel, esperando impacientes que los capturados saliesen más o menos ilesos de ese martirio interminable. Y es que este tipo de historias provoca en el espectador, que se siente entre las cuerdas, una descarga importante de adrenalina, propia de una situación de inquietud, de riesgo. Nos regodeamos probablemente por lo gratificante que es el hecho de presenciar la violencia pero siendo conscientes de que estamos ante algo irreal, y por tanto, sentimos alivio y ganas de vivir, una vez y otra vez la misma experiencia extenuante. Buen ejemplo de esto es la indonesia Modus Anomali (Joko Anwar, 2012), un nuevo producto de esta factoría del Extremo Oriente a medio camino entre el thriller y el terror . En este filme, un hombre aturdido y con amnesia se encuentra medio enterrado en medio de un oscuro, interminable y claustrofóbico bosque. Una vez liberado, intentará desesperadamente averiguar quién es y porque está allí. Una cabaña en medio de ninguna parte, relojes de alarma situados en diferentes puntos, y, una videocámara con una nota que invita a reproducir su cruento contenido son algunas claves de este rompecabezas intenso que nos mantiene atrapados, que, a decir verdad, no decae en ningún momento. Acertadísima la dirección y el guión del talentoso cineasta indonesio Joko Anwar —poseedor de cierto bagaje en la materia— y no menos afortunada es la elección del actor protagonista Rio Dewanto que, aunque cuenta con una escasa carrera como intérprete — (Garuda di Dadaku 2 (2011) y el aplaudido cortometraje Payung Merah (2010) como trabajos de renombre — demuestra que puede salir bien parado y que además, puede aportar todavía más tensión, más congoja al conjunto, acrecentada por esa fotografía tan realista y ese sonido ambiente constantes que provocan un desasosiego continuo. Si a esto le añadimos que los personajes de la película hablan en una lengua que no es propia del entorno en el que se supone se desarrolla la cinta, esto supone, si cabe, aún más distorsión.
A pesar de haberse rodado en tan solo ocho días y con tan pocos medios, lo cual no podría presagiar nada bueno más que un subproducto B, lo que asombra de Modus Anomali es precisamente la capacidad de Anwar de hilvanar la trama. Una historia que se nos muestra, en principio, con ciertas ideas utilizadas en exceso y que vemos repetidas en muchas cintas del género, pero que, conforme avanza el metraje, nos descubre un verdadero puzzle donde ni el más avispado conocerá la verdad hasta el mismo final. Podría ser que la película chirriase por haber sido rodada en inglés cuando hubiese sonado todo más natural si hubiesen utilizado el idioma oficial (o como alternativa, otros idiomas extranjeros que se hablan por esas islas), lo cual dejaría entrever la intención descarada del director de Pintu telarag (The Forbidden Door, 2009): hacer caja en Occidente. Es también de preveer que Hollywood, tan escaso de ideas de un tiempo (yo diría de décadas) a esta parte, y con ese afán recaudatorio innato, lleve a cabo un remake que, seguramente, no tenga la frescura que tiene esta criatura original. Como es habitual. ★★★★★
Julio Mogollón.
crítico de cine.