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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | En otro país

    En otro país

    HUMOR EN EL AMOR

    crítica de En otro país | Da-reun na-ra-e-suh (In Another Country), Hong Sang-soo, 2012

    Las comedias basadas en la estancia de un personaje en un país extranjero constituyen casi un género propio en el cine. Los gags y las risas que se pueden extraer de tal premisa son múltiples, partiendo principalmente de los malentendidos o la ignorancia derivados de la interacción entre personas con idiomas y costumbres distintos. Ya son célebres por ejemplo, podríamos decir que constituyen casi un cliché, las tergiversaciones que surgen del intento de traducir una determinada palabra para que el interlocutor en cuestión entienda a lo que se refiere uno. Con todo, a veces ni siquiera es necesario salirse del propio país para hallarse ante situaciones similares, como demuestra mejor que ningún otro el cine de Jacques Tati. Pero, en la última película de Hong Sang-soo, el propio título indica que estamos ante el primer y más generalizado tipo de comedia, centrada concretamente en la perspectiva que una ciudadana francesa tiene de la sociedad coreana y, a su vez, en la visión que los coreanos tienen de ella. Sin embargo, ello solo constituye una parte del humor que recorre En otro país (Corea del sur, 2012), un humor que no acaba dependiendo de las diferencias entre dos culturas, sino que se deriva de la naturaleza y los deseos que comparten todos estos personajes.

    Más específicamente, el filme se estructura en tres actos, o más bien en tres cuentos con sus correspondientes actos dentro de cada uno de ellos. Son cuentos que imagina una estudiante de cine, exiliada a un pueblo costero del país junto con su madre, que está huyendo de unos acreedores. La estudiante aparece pues únicamente al principio del metraje y entre cada uno de los tres episodios, lo cual ya de por sí dota a la película de una volatilidad y de una ligereza peculiares, pues casi todos sus personajes son producto de la imaginación de esta joven. El principal entre ellos, como hemos adelantado, es el de una francesa interpretada con soltura por Isabelle Huppert, que encarna sucesivamente a una directora de cine, a una mujer adúltera y a una ama de casa recién separada de su marido. En cada cuento se va encontrando con determinados personajes, algunos de los cuales también están presentes en todos ellos, destacando en particular el socorrista de la playa, un hombre agradablemente atlético y risueño. De la relación entre ellos surgen los momentos más entrañables y memorables, y también hilarantes, basados estos últimos a menudo en la reiteración. En efecto, los personajes se reencuentran en los tres cuentos pero lo hacen de forma independiente, como si se conociesen por primera vez, aunque para el espectador no sea así. Ello conlleva una complicidad, incluso una familiaridad, con lo que está ocurriendo en la pantalla que nos hace sentirnos más a gusto y allana el camino para que nos riamos sin retracciones.

    En otro país

    Un buen ejemplo de estas distintas fuentes de humor lo encontramos en el diálogo entre la francesa y el socorrista, preguntándole la primera al segundo si sabe donde está el faro del pueblo. Las carcajadas provienen aquí tanto de la repetición, pues es una pregunta que se formula varias veces; como del malentendido, pues el socorrista no entiende inicialmente lo que quiere la francesa; y del comportamiento de ambos personajes, muy gestual ella al describir el faro y muy alborozado él al intentar ayudarla. Pero este humor solo es primitivo e infantil en tanto que nos muestra las emociones y los pensamientos de estos personajes despojados de cualquier atributo secundario o socialmente impuesto. Por lo demás, es un humor verbal, no físico, que nunca recurre al chiste fácil ni al tropiezo o al golpe. Es en definitiva un humor que proviene de situaciones tan absurdas como realistas, y que plasma de una forma idónea la melancolía y las discordias que acompañan a las relaciones de pareja. Ese tipo de naturalidad viene además apoyado por el estilo característico de Hong, que rueda largos planos de conversación, casi siempre con varios personajes en el encuadre, y pasando de un tamaño general a uno medio con sus ya célebres zooms. El cine del coreano se caracteriza a este respecto por la práctica ausencia de primeros planos, perdiendo en este caso el mejor recurso que nos ofrece la pantalla para visualizar lo que siente un personaje, pero ganando una perspectiva respetuosa y dinámica de lo que les ocurre, permitiendo además a los actores moverse con más libertad y no interrumpir sus interacciones. Esa es la principal razón que puede conducir a la sustitución del corte por el zoom, del montaje externo por el montaje interno, una alternativa aun así muy poco frecuente porque da más visibilidad a la cámara y estéticamente nos puede resultar extraña. Sin embargo, Hong es lo suficientemente valiente como para confiar en ella, y en que el espectador agradecerá en mayor medida tener una visión ininterrumpida de los decorados y las acciones. Como además es algo a lo que ya estamos acostumbrados en el cine del coreano, deja enseguida de descolocarnos.

    Asistimos por tanto aquí a una compleja fábula repleta de encanto y sensibilidad, formada por varias capas de ficción, no solo entre el nivel de la estudiante y el de su imaginación, sino también dentro de esta última con los sueños que en ocasiones tiene la protagonista. Pero hay una constante retroalimentación entre todas estas capas, así como un gran control ejercido sobre las mismas, tanto desde el fondo como desde la forma. Efectivamente, la improvisación es solo aparente y la técnica está muy medida (así lo exige el uso del zoom, entre otras cosas), lo cual permite una gran precisión en los temas que se tocan, aunque parte del argumento deje margen a la deducción y a la interpretación del público. En este sentido, sus últimos minutos son tan abiertos como resolutivos y satisfactorios, atando los diferentes cabos sueltos del metraje con envidiables sencillez y sabiduría. Se dice que Hong Sang-soo es un digno heredero de Eric Rohmer, pero en esta ocasión consigue reducir a una esencia única la mezcla de frivolidad y profundidad que definía el cine de su maestro. ★★★★

    Ignacio Navarro.
    crítico cinematográfico.

    Corea del sur. 2012. Director: Hong Sang-soo. Guión: Hong Sang-soo. Productora: Jeonwonsa Film Co.. Fotografía: Jee Yune-jeong & Park Hong-yeol. Música: Jeong Yong-jin. Montaje: Hahm Sung Won. Intérpretes: Isabelle Huppert, Kwon Hye Hyo, Jung Yu Mi, So-ri Moon, Moon Sung Keun, Yeo-jeong Yoon, Jun-Sang Yu. 

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