MÁS SABE EL DIABLO POR VIEJO…
Cuando unos pocos seres humanos se quedan encerrados durante un tiempo, en algún lugar apartado del resto del mundo, afloran impulsos y sensaciones que en otro caso permanecen contenidos. Por eso existe la vida en sociedad: para controlar nuestra naturaleza más violenta y pasional, y de esa forma asegurar nuestra convivencia. Es una justificación antiquísima pero que sigue vigente. Y el director que a lo largo de casi toda su filmografía nos lo ha demostrado no es otro que Roman Polanski. Cineasta clave de la segunda mitad del siglo XX, pero también de lo que llevamos de siglo XXI, ha sabido transmitirnos con renovada maestría la claustrofobia que sienten unos personajes aislados, y cómo ese aislamiento los transforma. Cuatro de las películas que rodó en su década más fructífera son muy significativas al respecto: El cuchillo y el agua (1962), Repulsión (1965), Callejón sin salida (1966) y La semilla del diablo (1968). Pero incluso en sus cintas más recientes siguen presentes esos elementos de encierro y consecuente alteración del comportamiento: en El escritor (2010) y en Un dios salvaje (2011). Con todo, hay un elemento que no es propio de estas dos últimas, pero que sí estaba muy ligado a las tramas de las cuatro anteriores: la dinámica de represión/liberación sexual. Pues bien, en la película que este año presenta en Cannes, La Vénus à la Fourrure (2013), Polanski parece culminar un viaje de ida y vuelta, conservando todas sus señas de identidad pero con esa veteranía que permite volver a adentrarse en territorio escabroso.
En esta ocasión adapta la novela de Leopold von Sacher-Masoch, escritor decimonónico que dio origen al término “masoquista”. No haría falta decir más para aventurar por donde irán los tiros de esta obra, pero sí conviene señalar que en ella Polanski vuelve a contar con su musa y esposa Emmanuelle Seigner. Ésta por lo demás no parece haber perdido un ápice de su atractivo y su atrevimiento, encarnando aquí a una actriz exuberante que intenta hacerse a toda costa con el papel de una obra de teatro, cuyo director tiene los rasgos de Mathieu Amalric. En un principio reacio, el hombre sucumbirá progresiva e irracionalmente a los encantos de la mujer… Lo cierto es que es difícil imaginar a un director más idóneo que Polanski para rodar esta historia, y más teniendo en cuenta que, como la del propio Sacher-Masoch, su vida ha quedado marcada por escándalos sexuales y trastornos profundos. No tenemos datos para revelarles el grado exacto de similitud entre sus películas y sus experiencias personales, pero la conexión está indudablemente presente.
Pese a todo ello, este último trabajo del cineasta de origen polaco no parece estar entre los favoritos para recoger premio en Cannes este año, y eso que estamos hablando del director más curtido de su sección oficial, de alguien que solo acude por tercera vez a la Croisette (tras ganar la Palma de Oro en 2002 con El pianista) y que regresa con una producción que juega favorablemente en casa. Quizás ya no se espera tanto de Polanski, a pocos meses de cumplir los ochenta años. Pero, o quizás también por ello, una nueva película suya siempre es motivo de celebración, y no nos cabe duda de que no podía ser otro el que iniciase este repaso que haremos durante los próximos días a los directores seleccionados en esta 66ª sección competitiva.
Filmografía selecta
♦ El cuchillo en el agua | Polonia, 1962.
♦ Repulsión | Reino Unido, 1965. Con Catherine Deneuve.
♦ La semilla del diablo | Estados Unidos, 1968. Con Mia Farrow & John Cassavetes.
♦ Chinatown | Estados Unidos, 1974. Con Jack Nicholson & Faye Dunaway.
♦ El quimérico inquilino | Francia, 1976. Con Roman Polanski & Isabelle Adjani.
♦ El pianista | Reino Unido, 2002. Con Adrien Brody.