EL CÓDIGO SECRETO DE JANE CAMPION
crítica de Top of the Lake | Jane Campion, 2013Miniserie | Australia, Reino Unido, 2013. Directores: Jane Campion, Garth Davis. Guión: Jane Campion & Gerard Lee. Reparto: Elisabeth Moss, David Wenham, Peter Mullan, Thomas M. Wright, Holly Hunter, Jacqueline Joe, Robyn Nevin, Jay Ryan, Kip Chapman, Geneviève Lemon. Productora: See-Saw Films, Escapade Pictures, BBC, Sundance Channel, UKTV. Fotografía: Adam Arkapaw. Música: Mark Bradshaw.
Durante una visita a su madre enferma en su ciudad natal, la detective Robin Griffin es reclamada para investigar el embarazo adolescente de la hija de un poderoso señor de la droga de la localidad. Cuando la joven desaparece, Robin se introducirá cada vez en la maraña de misterios y mentiras que recorre Laketop, mientras revive eventos de su pasado al reencontrarse con su amor de juventud y lidia con un detective que sabe más de lo que cuenta.
Como hiciera Olivier Assayas en su extraordinaria miniserie Carlos (2010), Jane Campion ha decidido plasmar el último de sus esfuerzos en televisión, valiéndose de siete capítulos para contar una historia criminal de pueblo-con-secretos. No es la primera vez que la directora neozelandesa se sirve de este formato, pero de Top of the Lake no vamos a ver un montaje para cine. Lo que sí vamos a ver en una incursión en el imaginario de Campion, que aquí se reencuentra con el co-guionista de Sweetie (1989), Gerard Lee, para aportar su propia visión de uno de esos hechos tan recurrentes para los guionistas como es una desaparición misteriosa en una cerrada localidad que oculta algo. El problema, y aquí sí se diferencia de Assayas, es que la neozelandesa nunca logra superar la impresión de que estamos viendo televisión cara, a veces incluso un episodio de The killing, en cuanto al parecido estético y argumental.
Como casi siempre con Campion, la historia comienza con una mirada femenina, la de la joven Tui (espléndido trabajo de Jacqueline Toe en un personaje nada fácil) que no sabe cómo reaccionar ante el ente extraño que invade su cuerpo. Esa mirada se desplaza pronto a la de Robin, inválida ante la enfermedad de su madre y dañada por la vida, que es convocada por su experiencia a participar en el caso. Elisabeth Moss anula cualquier comparación con Peggy Olson al entregarse en cuerpo y alma a la experiencia Jane Campion. La directora ha demostrado siempre su buen hacer con los actores, y en Top of the Lake merecen una mención especial Moss y Peter Mullan en su encarnación del complejo Matt Mitcham, un personaje brutal, inestable y de insólita ternura, un papá oso protector y amoral. Cuando Tui desaparece, no sabemos si voluntaria o involuntariamente, Robin se sumerge en el caso a la vez que afloran sus recuerdos de juventud, mientras su relación con su jefe, Al Parker, se enrarece por su cada vez más inadecuada conducta. La delicadeza de la cámara de Campion y Garth Davis sigue su viaje, desentrañando telas de mentiras y traumas mientras reaviva una intensa relación con Johnno, su cita del baile de graduación. Una de las más sanas aportaciones que Jane Campion dejará para la historia es su mirada sin prejuicios la sexualidad femenina. Robin conecta con la Janet de Un ángel en mi mesa (1990), la Ada de El piano (1993) o la Frannie de En carne viva (2003) en la representación de su deseo sexual como la necesidad humana que es. Sin más.
Esto entronca con la trama más curiosa de la miniserie, la creación de un extraño refugio para mujeres donde la feminidad no esté sujeta al yugo opresor de lo masculino. Comandadas por GJ (Holly Hunter sacando adelante lo mejor que puede un personaje al borde del ridículo), una gurú de look imposible, estas mujeres proporcionan las notas más excéntricas del metraje (como las reuniones que preside GJ y por las que pasan cada uno de los personajes relevantes). La irregularidad está presente en esta deshilachada parte de la historia, que a veces parece un recurso de guión, otras veces un indescifrable ejemplo de ese código secreto de Jane Campion y otras levanta la sospecha de que Campion & Lee no han administrado el tiempo de la mejor manera posible. Con inquietante calma, construida por la suave fotografía de Adam Arkapaw y hermosas panorámicas del brumoso paisaje australiano, los episodios avanzan con paso firme, liderados por el ímpetu de Robin o las andanzas del imprevisible Matt. Sin bajones de ritmo y nunca haciendo que decaiga el interés, los espectadores son testigos de algunas sorpresas del pasado, unas cuantas pistas falsas (aunque sea “de autor”, esto sigue siendo un policíaco) y giros de guión sorprendentes. Personajes singulares y movidos por una lógica interna para el foráneo que conforman una panorámica retorcida, que apela a los bajos instintos y donde la inocencia es aniquilada varias veces. Se puede hasta sentir el frío.
Para cuando llega el desenlace, satisfactorio pero precipitado, las pistas a conectar se revelan bien emplazadas y nada tramposas. Campion vuelve a desplazar miradas en un tercio final que logra dejar al público sin asideros, pero falla al tratar de otorgar relevancia a GJ (es muy tarde para eso) o cerrar la peripecia con esa imagen permanente que se quede en la retina del espectador. Sobre el papel funciona, en pantalla no. ★★★★★
Adrián González Viña.