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    Cine Alemán Siglo XXI

    Crítica | Mi loco Erasmus

    Mi loco Erasmus

    UNIVERSITARIOS Y OBSCENOS, DOS TÉRMINOS SINÓNIMOS

    crítica de Mi loco Erasmus | Carlos Padial, 2012

    sección oficial | Atlántida Film Fest.

    He de suponer que el señor sudoroso que enseña a cámara unos dibujos casi abstractos, negros y parcialmente rojizos, que representan “una lluvia de estudiantes de Erasmus” cayendo sobre el asfalto de Barcelona, padece algún tipo de trastorno que le impide consagrarse en el círculo underground, dentro de la categoría de excéntricos tan inasumibles como disfuncionales. El tipo se llama Dídac Alcaraz y describe pausadamente su visión acerca del mundo que le rodea, en aquella ciudad que se ha convertido en el mayor imán de los extranjeros con beca Erasmus, cuyas intenciones adquieren muy pronto la medida de coartada para estudiantes lógicamente hambrientos de nuevas experiencias, de eso tan saludable de “conocer mundo” y “otras culturas”. Nada inusual: el catálogo de bebidas (sobre todo alcohólicas) y personajes estrambóticos da buena cuenta del estado anímico real de cualquier grupo. Dídac es consciente del filón. Quiere rodar una película. Está decidido. No sabe ni cómo, ni cuándo finalizará. Pero está en ello. Se hace de noche y pasan los años. Descuiden: la producción sigue su curso, aplazada hasta que el creador encuentre a las musas. Vive la noche y, de cuando en cuando, se la bebe entre vídeos que graba a jóvenes ebrios, presuntos erasmus y claramente subversivos a ojos del tal Dídac. Sin pudor, escarba en Youtube y Google para combinar sus imágenes con las de otros fiesteros y con sus propios dibujos turbadores. No sabe cómo seguir, se halla en punto muerto, aunque tiene la certeza de que se hará rico. “Esto es un pelotazo… Es muy potente, algo que se escapa a la lógica”, nos anuncia con tono electrizante. Al mismo tiempo, dice —de manera figurativa— que ha visto restos de defecación y que el cine, los libros, la tele y el teatro están plagados de mierda. Que si uno opina tal o cual estupidez, el resto la repite sin pararse a reflexionar. El calificativo ‘friki’ es poco justo para definir a un hombre que pasa las horas en un sótano mitad almacén, mitad estudio, doblando en inglés —y con aroma de cartoon de serie Z— las voces de algunos guiris que se prestaban a ese juego de la grabación etílica.

    Así, Carlos Padial coescribe y dirige este cartucho de metaficción, que nace como sátira imposible de una filosofía de urgencia —carpe diem sin peajes románticos—, para entroncar con la vagancia más surrealista. En clave documental, Mi loco Erasmus intenta (de)construir el comportamiento de un cineasta incapacitado para articular su historia. Más que nada, porque no hay historia, ni cauce que seguir. La diarrea mental se filtra irremediable o pretendidamente en la ficción última, esa que solíamos desgranar aun sumando todas sus capas. Entramos de lleno en la madeja del relato conceptual, pretencioso y carente de interés: sólo vive por y para ser único, pero se olvida de ofrecer algo mínimamente agradable a los sentidos. Su total y voluntario desinterés por cuidar la calidad de imagen, o sea de la luz alcanza cotas mugrientas. Sin necesidad de juzgar determinados perfiles —el gancho de esa octogenaria que charla con su nieto, la simpática intelectualización a través de Miguel Noguera y Carlos Vermut, el obrero detrás del soñador que promete fugarse y triunfar en la vida—, observo que esa costra audiovisual se adhiere de principio a fin. Y quizá su condición de producto económicamente barato sirva para atraer a muchos espectadores con ganas de encogerse de hombros. Al fin y al cabo, la espontaneidad de Dídac Alcaraz no es poca cosa: si Mi loco Erasmus conserva algo de crédito, es gracias a este señor que oscila entre la imbecilidad y la elocuencia febril. A sus palabras me remito: “Yo voy, por ejemplo, por Plaza Cataluña, y la gente no los ve. Yo veo a los negros, que están allí, en los arbustos. Los grupos de negros psicóticos están allí agrediéndose entre ellos porque no pueden salir fuera, porque la gente no los ve. Ellos salen con la botella rota y la gente los ignora, no hace ni puto caso. ¿Qué hacen estos negros? Al final se acaban agrediendo entre ellos porque necesitan expresarse, y a mí esto me interesa. Me interesa captar la fuerza que tienen los negros africanos, eso es África pura en Plaza Cataluña, en los arbustos de Plaza Cataluña. Ya no es ni en medio de Plaza Cataluña. La gente ve las palomas de Plaza Cataluña, pero no ve a los negros africanos”. Se llama Dídac Alcaraz, es diseñador gráfico y quiere terminar su película, que versa sobre estudiantes que van a Barcelona a ponerse ciegos, a despertar en cualquier playa o en la parada de un autobús. En otra realidad, o mejor dicho ficción, hubiera sido un gran cineasta. Y sin embargo, hoy sólo es el protagonista de este agotador y bochornoso experimento sobre la imposibilidad de un chiflado. ★★★★

    Juan José Ontiveros.
    crítico de cine.

    España, 2012. Director: Carlos Padial. Guión: Carlos de Diego, Dídac Alcaraz, Carlo Padial. Música: Esteban Navarro. Fotografía: Vicenç Viaplana Ventura. Reparto: Dídac Alcaraz, Miguel Noguera, Maria Volovik, Carlos Vermut, Óscar Dalmau, Joan Moreno.

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