crítica de Crulic – drumul spre dincolo | Anca Damian, 2011.
mejor película del Festival de Annecy 2012.
Los documentales animados no son nuevos, de hecho, forman parte de la industria cinematográfica desde los inicios de ésta. Winsor McKay, con "Sinking of the Lusitania" (1918), fue el pionero de un subgénero poco frecuente y cuyas aportaciones al Séptimo Arte no han sido demasiado relevantes. Con las nuevas tecnologías y el despertar ideológico-moral de algunas culturas, han aparecido en la última década obras reseñables donde la denuncia es el denominador común. Persépolis (Marjane Satrapi, Vincent Paronnaud, Francia, 2007) y Vals con Bashir (Ari Folman, Israel, 2008) no sólo maravillaron por su factura, abrieron un vano al mundo que mostraba la situación de una sociedad, una nación. A raíz de esas obras culmen, han aparecido otras creaciones que pese a no tener esa etiqueta de “documental animado”, portan características biográficas y suponen retratos de hechos reales y verídicos, casi siempre son de gran impacto político y social. En Latinoamérica se han presentado dos ejemplos recientes de la forma de plasmar o mezclar la animación con los problemas sociales. En el 2010 se estrenó el documental animado de Colombia “Pequeñas voces”, que fue además la primera película latinoamericana en tres dimensiones. Tenemos otro ejemplo argentino con “Infancia clandestina” (2011), un filme dramático que utiliza la animación para plasmar algunas de las escenas de una historia muy dura, en medio de la dictadura. En España el año pasado se estrenó de forma muy limitada “30 años de oscuridad”, de Manuel H. Martín, que desvelaba el concepto de “topo” tan utilizado en la postguerra. El auge de la animación, por tanto, no sólo está acotado al público infantil. Corren nuevos aires y formas de expresión. Dentro de esta corriente se estrenó en 2011 el documental animado “Crulic – drumul spre dincolo”, dirigido por la directora rumana Anca Damian. Damian escribió el guión basándose en la historia real de Claudiu Crulic, un rumano que fue acusado y arrestado injustamente por robar la billetera de un juez en Polonia en el año 2007. Crulic se negó a aceptar la culpabilidad por el crimen e inició desde la cárcel una huelga de hambre, al tiempo que escribió innumerables cartas al consulado del país de los Cárpatos. Tras varios meses, Crulic muere por inanición en un hospital al que fue trasladado. Éste caso tuvo un enorme impacto a nivel nacional, provocando represalias legales y sociales sobre el consulado y los médicos que atendieron a este joven rumano que falleció con tan sólo 33 años.
Damian, formada en la dirección fotográfica, se vale de la animación en su primera obra para mostrar los hechos con gran vigor. Algo que deja claro desde el inicio con una magistral secuencia donde Crulic en primera persona narra el encuentro con su cadáver, el reconocimiento de éste por parte de su familia y su posterior sepultura. A partir de ahí, observaremos los recuerdos de la vida de Crulic, que según el mismo se pueden resumir en cien fotografías. Desde su infancia sin un hogar estable, pasando por su juventud, de obligado exilio a otros países por la difícil situación política en su país. Hay algo que llama mucho la atención y es la forma como la directora mezcla distintas técnicas de animación, desde los dibujos a mano, pasando por el stop-motion, la animación digital, fotografías y escenas realistas, que en conjunto conforman un collage digno de admiración, que decora, refuerza y ameniza la narración, tanto en los momentos más gratos como en los más duros. De igual forma, el uso de estas artes permite, de forma global, retratar la imaginación y el sentimiento del personaje central, sus sueños, sus anhelos, sus añoranzas, sus pesadillas y sus dolores. Por lo que nos encontramos con una obra crítica, pero al mismo tiempo con una historia que nos habla sobre la valentía, las convicciones y la dignidad. Como pasa en muchos largometrajes, no hay secretos, desde el inicio sabemos lo que va a ocurrir. Aquí lo importante es cómo la directora logra contarte esa historia, rellenando los detalles y los momentos cruciales de la vida de Crulic con gran inspiración y creatividad, valiéndose de las mejores técnicas de animación para trasmitir emociones y poesía, como en esa escena final tan hermosa en donde una sábana blanca recorre nuevamente el camino que ya habíamos transitado anteriormente acompañando los recuerdos de Claudiu Crulic desde su infancia. Pese a la crudeza, un trayecto más que recomendable. ★★★★★
Alejandro Salgado Baldovino.
crítico de cine.
Rumanía, 2011, Crulic – drumul spre dincolo. Directora: Anca Damian. Guión: Anca Damian. Música: Piotr Dziubek.