Cuando los créditos iniciales cuestionan los principios básicos de la física, el espectador se aferra a la esperanza de que la película que está siendo proyectada le mostrará algo lo suficientemente original como para hacer valer la experiencia. Si bien los viajes al pasado, y la clásica pregunta “¿Un acto del pasado puede modificar el futuro?”, ya han sido retratados en numerosas ocasiones, pocas lo han hecho con un tono medianamente maduro. La que más se ha acercado, ha sido la exitosa “El efecto mariposa”, una producción americana que intenta darle vueltas a esa cuestión. Pero los costos de la originalidad, así como los de la abolición de las leyes físicas que rigen el universo, suelen ser muy altos cuando la trama no puede resolverse de forma adecuada. La crítica especializada, ha detectado en la fantasía y la ciencia ficción un severo conflicto a la hora de dar cierre a una historia. ¿Cuándo el autor está llegando demasiado lejos? ¿Cuándo se atraviesa el punto tras el cual ya no hay posible retorno?
Noémie Lvovsky protagoniza, escribe y dirige Camille redouble, la película francesa con mayor número de nominaciones en la más reciente edición de los Premios César. Una comedia dramática que recoge los frescos y joviales aires de las comedias románticas americanas durante los años 80: ese espíritu juguetón, vintage y colorista, tan lleno de vida en su superficie, pero nunca exento de las pequeñas tragedias que arrastra la cotidianeidad de unos personajes nunca demasiado distantes de la realidad misma. En ella, Camille es una actriz de cuarenta años. Vive un romance apasionado con el alcohol y un romance frío y fracturado con el que alguna vez ha sido el hombre de su vida. El recuerdo de su difunta madre y la relación con su única hija, son dos puntos claves en la historia, que da un vuelco inesperado cuando sufre un desmayo en plena celebración del Año Nuevo. Y así, en un abrir y cerrar de ojos, amanece en un instituto médico con veinticinco años menos. La vida le da una segunda oportunidad para reorganizar su vida y reencontrarse con su pasado: ¿Será capaz de aprovecharla?
Lvovsky entrega su obra más personal, en la que logra dotar a Camille, su personaje, de una vitalidad y energía admirables. Es extraño pensar en que sea ella, una artista cercana a los cincuenta años, quien se embarque en la aventura de retroceder en el tiempo y revivir parte de su adolescencia. Pero su rebosante gracia todo lo excede, y la osada estrategia, que los mismos giros de la trama irán justificando, acaba convirtiéndose en uno de los grandes puntos a favor. Con ella, Samir Guesmi, Julia Faure, Yolande Moreau, Denis Podalydés, Michel Vuillermoz y hasta el mismísimo Mathieu Amalric en una breve pero notable aparición, componen un elenco en estado de gracia. Detrás de toda su chispa, de todo diálogo superfluo, de todo tono fluorescente y de toda mirada lasciva, se oculta un formidable acertijo. ¿Cuál es el verdadero fin de la obra? La autora juega con la ambigüedad en el desarrollo, en confirmar y refutar hipótesis de manera alternada y sistemática. Sin ir demasiado lejos, el espectador no puede precisar qué es lo que le está sucediendo a Camille, si verdaderamente está reviviendo, o está recordando. Allí radica la duda mayor, el tesoro oculto, el signo de interrogación. ¿Existen, pues, límites entre revivir y recordar? ¿Acaso no es la memoria, un transporte para revivir viejas épocas? ¿Acaso no es el arrepentimiento o la reflexión, un transporte para corregir viejos errores?
Camille revive y recuerda, y en su odisea, permite al espectador seguirla a lo largo de su camino, un sendero repleto de excentricidades, de personajes caricaturescos. La comedia francesa es una máquina de crear farsas. Camille redouble, esta revisión encubierta del Peggy Sue se casó de Coppola, no es el primero de los casos, y no cabe duda que no será el último. Pero dentro de este paradigma, donde la realidad y la fantasía se entremezclan con tanta naturalidad, ese atractivo que destila el modo de narrar (y ya no puntualmente lo que cuenta), es algo que se agradece. Después de todo, esta comedia en particular no explora territorios vírgenes, ni da respuestas revolucionarias a los grandes misterios que esconde el acontecer histórico, o que esconde algo tan pequeño pero significativo como un átomo, sino que intenta reutilizar la tierra para el cultivo antes que sea demasiado tarde. Sin ofrecer nada nuevo, sí ofrece una buena medida de lo que el público probablemente quiera ver, y de la forma perfecta: con estilo y simpatía, pero sin perder de vista la tiranía del tiempo. ★★★★★
Rodrigo Moral.
crítico de cine.
Francia, 2012. Camille redouble. Dirección: Noémie Lvovsky. Guion: Noémie Lvovsky, Florence Seyvos, Pierre-Olivier Mattei, Maude Ameline. Productora: Gaumont / F Comme Film / Ciné@. Presentación: Festival de Cannes 2012 (Premio SACD -Directors' Fortnight-). Fotografía: Jean-Marc Fabre. Música: Joseph Dahan, Gaëtan Roussel. Intérpretes: Noémie Lvovsky, Samir Guesmi, Judith Chemla, India Hair, Julia Faure, Yolande Moreau, Michel Vuillermoz, Denis Podalydès, Jean-Pierre Léaud, Vincent Lacoste.