crítica de Perfect Sense | David Mackenzie, 2011
sección atlas | Atlántida Film Fest
2011 fue el año de los apocalipsis cinematográficos, adelantándose un año a la predicción de los mayas. Dos se presentaron en el correspondiente festival de Cannes, El árbol de la vida (Terrence Malick, 2011) y Melancolía (Lars von Trier, 2011), las dos con gran reconocimiento crítico, ambas obras de madurez de sus respectivos autores. Otra ya se había visto en Sundance, aunque recibió igualmente su confirmación y bendición en la Croisette: Take Shelter (Jeff Nichols, 2011). También cabría recordar otra propuesta independiente americana proveniente de Park City, como es Otra tierra (Mike Cahill, 2011). Ir más allá y nombrar incluso Contagio (Steven Soderbergh, 2011) probablemente llevaría el spoiler demasiado lejos, pero el caso es que esta repentina moda por rodar el fin del mundo no era razón para inquietarse, ya que los resultados de las citadas cintas fueron de indudable calidad, algunas alcanzando la excelencia. Pues bien, en esta enumeración debería incluirse ahora Perfect Sense (Reino Unido, 2011), aunque sea de tapadillo, pues esta última ha tenido mucha menos repercusión que las anteriores. ¿Es su calidad también menor?
Para responder a esta pregunta es necesario partir siquiera de un resumen del argumento, aunque por mucha brevedad que se emplee queda ya destripado casi todo su contenido: la gente va perdiendo sus cinco sentidos, dejando transcurrir cierto tiempo entre cada uno, del menos al más importante. Así de simple. Si deducen ustedes en qué orden se sufren estas discapacidades, la consecuencia inmediata es que se deducen igualmente casi todos los puntos de giro del guion, los conflictos que van a ir apareciendo e incluso la manera o el momento exacto en que va a acabar la película. Sin embargo, diseñar una historia según estos parámetros estrictos no tiene solo puntos negativos: es de apreciar la coherencia interna con que Mackenzie y su guionista Kim Fupz Aakeson montan dicha narrativa, y resulta igualmente valorable que se centren para ello en las vivencias de una pareja y en el amor que llegan a profesarse, en vez de fraccionar el enfoque dramático (al tratarse de una epidemia plenamente generalizada) como sí hizo Soderbergh en Contagio. Ello conlleva una mayor facilidad de identificación con los protagonistas por parte del espectador, así como una puesta en escena más intimista y cercana.
Esta ventaja se antoja tanto más clara y asequible al contar con dos caras conocidas como son las de Ewan McGregor y Eva Green. Su química puede ser discutible, pero ambos se entregan sin tapujos a sus personajes, evocando sobretodo el sufrimiento y la congoja, aunque también la complicidad y la condescendencia. Él trabaja de chef, una elección profesional bastante facilona por parte de Fupz Aakeson, pues la temprana pérdida del olfato y del gusto dará ya lugar a evidentes trances. Ella, por su parte, es una epidemióloga, otra opción cuanto menos oportuna por la propia naturaleza de la trama. Ella vive enfrente del restaurante de él –donde su mejor amigo es aquel interpretado por Ewen Bremner, evidente guiño a Trainspotting (Danny Boyle, 1996)– , por lo que es inevitable que acaben conociéndose, aunque la obviedad de este tercer elemento tendrá la virtud de conducir a un desenlace más intenso y satisfactorio. De hecho los últimos veinte minutos de la película son particularmente poderosos, pues al quedar menos sentidos por despachar, la coherencia estilística y dramática se precisa y acentúa, al margen de la creciente desolación que experimenta la gente. El ejemplo más destacable en este sentido es probablemente la falta de sonido directo que sigue a la repentina sordera global.
Sin embargo, hay varias cosas que impiden que Perfect Sense alcance todo el potencial que podía indicar su premisa. Por un lado la fotografía y el montaje son algo confusos, con una cámara que en ocasiones enloquece, como si representase el punto de vista de un mosquito, mientras que en otras se desliza suavemente sobre las vías de un traveling, o emplea un dinamismo intermedio, acorde a la animación de una determinada escena (como el día a día del restaurante). La estética, por su parte, es dispar, y no en el buen sentido, pasando del cuasi documental al melodrama o al terror, con transiciones poco claras. Y las distintas situaciones y diálogos son a veces risibles (véanse algunas de las conversaciones de la mencionada pareja), al intentar mezclar con poca fortuna lo trascendental y lo cotidiano, marcando la primera intención con una voz en off que no se sabe muy bien de donde viene. Todo ello provoca la sensación de estar contemplando una obra heterogénea y poco madurada, pues este amalgama de formas y fondos expresa cierta falta de seguridad sobre la dirección en la que se quiere conducir la historia, al margen de la ya señalada coherencia que exige el propio guion.
Pero ésta al fin y al cabo se limita a concordar la pérdida de algunos de nuestros sentidos con un determinado tratamiento de sus consecuencias en pantalla, sin armonizar necesariamente todo lo demás. Perfect Sense acaba buscando a toda costa transmitir emociones y reflexiones, pero sin desarrollarlos suficientemente y en perjuicio de la claridad expositiva, por lo que se queda en una fábula algo ingenua e irregular. Habrá con todo quienes se queden con lo primero, con la indudable sensibilidad de la película, y la aprecien por ello; mientras que otros desconectarán por lo segundo, acusando al filme de ser absurdo y desorientado; y en fin un tercer grupo se contentará con el modesto entretenimiento que le suponga este romance de ciencia ficción... Sea como sea, no es el fin del mundo. ★★★★★
Ignacio Navarro.
director & crítico cinematográfico.
Reino Unido. 2011. Director: David Mackenzie. Guion: Kim Fupz Aakeson. Productora: Coproducción GB-Alemania-Dinamarca; BBC Films/Zentropa Entertainments/Scottish Screen/The Danish Film Institute. Presentación: Festival de Sundance 2011. Fotografía: Giles Nuttgens. Música: Max Richter. Montaje: Jake Roberts. Intérpretes: Ewan McGregor, Eva Green, Connie Nielsen, Stephen Dillane, Ewen Bremner, Denis Lawson.