crítica de Las flores de la guerra | Jin Ling Shi San Chai (The Flowers of War), Zhang Yimou, 2011
La guerra, una vez más. Bombas, sangre, jóvenes traducidos a estadísticas y el poder, en la sombra. Villanos, hombres y mujeres como objetivos gustosamente abatibles; infancia arrebatada y lo que nunca nos contarán. Forma parte de nuestra identidad histórica, esa reconstrucción o negación inquisitiva del pasado, que sólo ayuda a crear nuevos monstruos. La Historia ofrece voz a los que llegan al final para escribirla (no obstante, y hasta donde yo sé, ni muertos ni proscritos tienen credibilidad). Así, hay que ser un punto masoca para adentrarse en una película cuyo telón de fondo es la brutal invasión de Nanjing por parte de los japoneses. Más de dos horas rememorando aquel episodio infame que retrató Ciudad de vida y muerte, un devastador relato acerca del genocidio y las violaciones que sufrieron centenares de mujeres, y muchas otras que todavía no habían alcanzado tal consideración. El filtro del blanco y negro justificaba ahí su presencia, por ritmo y por atmósfera: no había en el Infierno lugar para los colores, que suelen asociarse —a pesar del caos— con cierta esperanza. Finalmente salías del cine con un nudo en el estómago, consciente de que por muchas lecturas que lleves a tus espaldas o por muy gráfico que sea un texto, no hay mayor golpe emocional que una imagen tan expresiva como disuasoria. Digamos que la propuesta de Lu Chuan nos había dejado sin ganas de Nanjing, Auschwitz y demás episodios. O no. Al menos, no si el relevo recae en Zhang Yimou, un director cuyas señas de identidad se antojan identificables, pero elásticas. Y es que, tras su etapa mística y de artes marciales (Hero, La casa de las dagas voladoras, La maldición de la flor dorada…), aparentemente más ligera que la del extraordinario retratista social de Amor bajo el espino blanco, Yimou reafirma su vuelta al gran cine, o quizá a un cine de amplio espectro, inconscientemente lírico y lleno de humanidad, con Las flores de la guerra.
Abre con una secuencia de quince minutos en la que unos pocos valientes intentan frenar a los invasores. Caen los soldados como fichas de dominó, acribillados por las balas, abrasados por el fuego de mortero, de granadas, de tanques, de fusiles. Asistes a un réquiem violento donde todo vale: los japoneses, además, trabajan con especial sadismo. Inmersos en un estado febril y narcótico que deja entrever su motivación real: la destrucción que precede a la supremacía étnica. Y Zhang Yimou hilvana metódicamente ese espectáculo, con una cadencia operística. Son minutos duros, sórdidos, donde también se acepta el ralentí, pero ese que potencia la narración y rehúye del efectismo. Y se amontonan los cadáveres, porque los japoneses sólo entienden de morir matando. Tan es así, que no se molestan en buscar refugio: avanzan, corren enardecidos mientras un plano general les sitúa en fila ante una ráfaga de balas que les arroja a los márgenes de una calle en ruinas. Y Yimou echa mano del metrónomo, aunque sin enfatizar con la música. No le hace falta. Aquello era incomprensiblemente salvaje. Arbitrario, si se quiere. Las flores de la guerra gira en torno a un empleado de funeraria que ha huido del refugio para extranjeros. Es americano, busca algo de dinero y va a parar a una iglesia cuyo sacerdote acaba de morir, dejando solas a un grupo de estudiantes. El tipo es un borrachín y sólo prestará ayuda a cambio de dinero. No tiene reparos en decírselo a un chaval que ejerce de protector de ellas. Hasta que los japoneses irrumpen en el templo, luego de la llegada de varias prostitutas, e intentan violar todo lo que se mueve. Entonces —obligado por las circunstancias— el ebrio funerario se hace pasar por sacerdote y la acción toma un gran primer giro. La opresión es brutal; la amenaza, estática. Christian Bale se introduce en el pellejo de ese hombre que se enamora de una hermosa prostituta, cuyo movimiento de caderas es sencillamente irresistible.
LAS HEROINAS DE NANJING | Christian Bale protagoniza 'Las flores de la guerra', de Zhang Yimou |
Las flores de la guerra es una obra de personajes que crecen y se transforman con el paso de los minutos. Siempre con sutileza, sin perder el termómetro (ahí reside el factor diferencial de Zhang Yimou) del realismo. Y, por supuesto, mostrando una vez más esa poética espontánea que concitan los grandes realizadores. Por mi parte, nunca creí en el discurso agorero de quienes presagiaban a bombo y platillo el retiro (in)voluntario de Yimou. Los mejores siempre esconden un as en la manga. Pueden concederse el gusto por la excentricidad, ya sea con tiendas de fideos o con filmes tan personales como extraños. Esta vez, tanto Ni Ni como Christian Bale describen punto por punto una relación en suspenso y en favor de algo más trascendente: la intervención de trece putas admirables. ★★★★★
Juan José Ontiveros.
crítico de cine.
China, 2011. Director: Zhang Yimou. Guión: Liu Heng (Novela: Yan Geling). Música: Qigang Chen. Fotografía: Xiaoding Zhao. Reparto: Christian Bale, Ni Ni, Xinyi Zhang, Shigeo Kobayashi, Atsurô Watabe, Dawei Tong, Tianyuan Huang, Paul Schneider, Bai Xue, Takashi Yamanaka, Shawn Dou, Kefan Cao, Hai-Bo Huang, Junichi Kajioka.