crítica de L’âge atomique | Héléna Klotz, 2012
Es ya todo un tópico mostrar en una película eso tan manido de la confusión de la juventud, su falta de objetivos concretos y su sentirse perdidos y desnortados ante una sociedad indiferente que ni los comprende ni los entiende. La mítica Rebelde sin causa (Rebel Without a Cause, Nicholas Ray, 1955) tal vez sea la más paradigmática y famosa del lote. Podemos buscar en cualquier época y lugar. Sangre joven (Young America, Frank Borzage, 1932) o Wild Boys of the Road (William A. Wellmann, 1933), por citar dos más de directores considerados clásicos y que ya desde los inicios del sonoro mostraban esta preocupación por los problemas de la juventud, de manera más afortunada en el caso de Wellmann que en el del gran Borzage. En fin, podríamos empezar y no parar, y que conste que si he citado estas dos últimas es porque las tengo muy recientes: podrían haber sido otras cientos de ellas. Y eso sin salirnos del cine clásico de Hollywood, que si ampliamos el marco la cosa se dispara que es un gusto. En cualquier caso, lo que nos interesa de las piezas clásicas es que siempre hay un interés por intentar entender la problemática de la juventud de su época reflejando cómo era esta, desde una mirada más o menos paternalista, pero nunca obviando la importancia que los errores que cometemos como sociedad revierten de manera directa en nuestra juventud. Quizá no se trate de vivir en una época concreta, pues estos problemas se repiten y pasan de una generación a otra con cambios aparentes pero con el mismo fondo, sino tan solo de ser jóvenes y buscar un lugar en el mundo. Algunos hemos crecido y no lo hemos encontrado. El entorno que crea la sociedad, que creamos nosotros mismos como animales que vivimos en ella, es igual de hostil en cualquier época.
L’âge atomique (Héléna Klotz, 2012) intenta reflejar esto mismo aplicado a la juventud de nuestros días. Para ello se vale de dos amigos que salen de juerga una noche. La verdad es que con un ánimo bien lúgubre, uno no entiende por qué no se han quedado en casa leyendo un buen libro, pero en fin, esto es como cuando en las pelis de terror la chica en camisón avanza sola por los pasillos: si no lo hiciera no habría película. Así que nos lo creemos a duras penas, a pesar de que los dos tipos no hacen sino lloriquear, quejarse amargamente y decir puras tonterías como poéticas en primer plano. Dos tristes de campeonato que, la verdad, da igual que la sociedad los comprenda o no porque ya están amargados por principio. Da igual que estén en una discoteca o paseando por la calle a altas horas de la madrugada: ellos sufren mucho y ponen todo el rato cara de dolor y de estar pasándolo bastante mal. Harían mejor en irse a dormir. Pero de nuevo deben seguir adelante porque si no la película se acabaría. Tampoco es que dé mucho de sí: 67 minutos de los que cinco son los títulos de crédito finales. A la Klotz le cuesta llegar. Y eso que el trabajo de puesta en escena es nulo, respondiendo a la ley del mínimo esfuerzo: el plano contraplano parece ser su única marca de estilo. La Klotz, con una pereza digna de mejores siestas, parece empeñada en demostrarnos que desconoce las más básicas normas del lenguaje cinematográfico. Las escenas se acumulan a golpe de primeros planos y sus correspondientes contras, que más que montados parecen amontonados, y las secuencias se suceden sin progresión ni ritmo, vacías de contenido porque visualmente no tienen sentido. Es como leer un libro plagado de faltas ortográficas: está difícil expresar algo cuando no se sabe cómo hacerlo.
La película termina con una de esas metáforas tan habituales en este cine de bajo calado intelectual, plana y básica en su contenido y sonrojante en lo visual. Los dos jóvenes caminan perdidos a lo lejos por un campo yermo, expresión de su propio vacío, de su falta de objetivos en la vida y de la sociedad toda ella muy fría e indiferente. Una metáfora que sin pretenderlo acaba siendo la de la misma película. El cine independiente también tiene sus cadáveres visuales, sus propios Transformers (Michael Bay, 2007). La única diferencia entre Michael Bay y Héléna Klotz es que el primero tiene mucho más dinero. ●
José Luis Forte.
escritor.
Francia, 2012. Título original: L’âge atomique. Directora: Héléna Klotz. Guion: Héléna Klotz. Productora: Kidam, Arte France. Estreno: 28 de noviembre de 2012. Fotografía: Hélène Louvart. Música: Ulysse Klotz. Intérpretes: Eliott Paquet, Dominik Wojcik, Niels Schneider, Mathilde Bisson, Clémence Boisnard.