Tierra prometida | Promised Land, Gus Van Sant, 2012
Estrenada en Estados Unidos a finales de diciembre del año pasado, con una distribución limitada, Tierra prometida (2012) pretendía entrar en la carrera por los Oscar de este año. Sin embargo, se ha quedado fuera de toda categoría, obteniendo como única mención la del National Board of Review algunas semanas antes de dicho estreno. A primera vista, es sorprendente este batacazo (pues en taquilla tampoco ha rendido) teniendo en cuenta la historia que cuenta y el equipo que hay detrás. Van Sant y Matt Damon vuelven a unir fuerzas tras del éxito de El indomable Will Hunting (1997) para contarnos las peripecias existenciales de un hombre empleado en una compañía de extracción de gas natural llamada “Global”. Ésta lo envía a una población del interior americano, sita en una naturaleza idílica, para convencer a sus habitantes de que esa extracción de los recursos escondidos a pocas millas debajo de sus pies supondrá una fuente de riqueza para todos ellos. Pero las cosas se complicarán con la intervención de un profesor local y de un defensor del medio ambiente, que intentarán en cambio concienciar a los afectados sobre los riesgos de tal propuesta. A partir de aquí, los enfrentamientos entre ambas partes y los dilemas morales que hay detrás están servidos.
Consecuentemente, casi todo en esta película acaba siendo predecible. No solo narrativamente sino incluso desde un punto de vista técnico. Por un lado, el relato comienza con una reunión entre el protagonista, llamado Steven e interpretado sin mayor esfuerzo por Matt Damon, con dos ejecutivos de “Global”, en la que le explican la situación y él confirma que está preparado para afrontarla. Su razón principal es que cuando era joven vivía él mismo en una comunidad agrícola, y asistió de primera mano a la educación y demás oportunidades que brindaba el establecimiento de una planta industrial. Por eso podrá convencer sin problemas a la gente donde ahora pretende actuar la compañía. Por supuesto, el espectador imagina enseguida que este pasado del personaje, expresado tan llanamente en los primeros minutos de metraje, saldrá a relucir en cuanto llegué a esa otra comunidad agrícola. Es algo que se ha visto ya en incontables películas. Pero si a ello unimos una estructura donde cada punto de giro se ve venir y cada secuencia parece servir a un único y simple propósito, esta película en concreto pierde incluso la fuerza del mensaje que se supone que quiere hacernos llegar.
ECONOMÍA EMERGIDA | John Krasinski y Frances McDormand en 'Tierra prometida', de Gus Van Sant |
Pongamos un ejemplo concreto. Terminado el primer acto, en el que las negociaciones están resultando sorprendentemente fáciles, el pueblo se reúne en la cancha de baloncesto de la que disponen, para comprobar si efectivamente nadie se opone a la extracción y todo va sobre ruedas. Si es así, ahí acabaría la película. Pero es entonces cuando toma la palabra el citado profesor, que ha conseguido el apoyo de otros conciudadanos y se enfrenta dialécticamente a Steven, apuntándose la primera tanda y dando el pistoletazo de salida a un segundo acto en el que las complicaciones se suceden. Lo cierto es que esta reunión se repite hacia el final del metraje, cuando debe expresarse el voto al que se ha decidido someter el asunto en el primer encuentro. Teniendo en cuenta lo que ha transcurrido desde entonces, sabemos que las posturas han cambiado. Por si acaso, justo antes hay una metáfora bastante burda de esa transformación, con una pequeña escena en la que Steven le compra un vaso de limonada a una niña, pagándole un dólar que ella rechaza por cobrar únicamente veinticinco centavos, y él sonríe y acepta el cambio. Entretanto, faltaría más, el protagonista se ha enamorado no solo del ambiente que le recuerda su juventud, sino también de una chica que ahí vive. Adivinar si acabarán juntos o no entraña la misma dificultad que predecir si “Global” conseguirá o no la venta de los terrenos.
Por otro lado, hemos apuntado que la técnica utilizada para visualizar esta trama también es previsible. Desde los planos aéreos que exaltan las virtudes del campo y los cultivos, hasta las secuencias de montaje que cumplen un propósito similar más avanzada la película, aunque más precisamente sirven para aligerar más si cabe la trama e ilustrar el conflicto tanto interno como externo de Steven. Pero otro ejemplo más concreto es quizás más ilustrativo. En la secuencia anterior a la primera reunión de los implicados, este tal Steven discute con el alcalde. Éste último pretende únicamente poner pegas para sacarle más dinero, y en esos momentos la cámara cambia de eje rodeando el escorzo del personaje de Matt Damon, señalándonos que el otro lo está acorralando. Sin embargo, cuando aquel entiende la jugada y replica que si se niega a aceptar ahora la propuesta, más tarde se harán con los terrenos sin que la comunidad reciba nada a cambio, Van Sant emplea el mismo recurso al revés, cambiando el eje recorriendo la nuca del alcalde, ahora en la garras de Steven. En otras palabras, la planificación a lo largo de esta película es siempre la correcta y está al servicio de lo que se cuenta, pero es tan poco original como esto último.
LA ESTELA DE WILL HUNTING | Matt Damon repite colaboración con Gus Van Sant en 'Tierra prometida' |
La conclusión de ambos reproches es que Tierra prometida es olvidable, superficial e incluso prescindible. Es una pena porque el tema que trata podría haber dado mucho más juego, dada su relevancia y las decisiones a menudo complejas a las que puede llevar. Pero el propio Damon y su compañero John Krasinski (que también actúa en la película) han tomado una decisión más bien sencilla: escribir un libreto y llevarlo a la pantalla de la forma más directa posible. El único rodeo que se aparta de la mencionada previsibilidad afecta a una subtrama de cierta importancia para la principal, donde el giro sí funciona con mayor efecto. ¿Quiere ello decir que el resto no? Sí y no, en tanto que el mensaje que se propone la película queda indudablemente claro pero sin la potencia que debería. Con todo, el camino que conduce al mismo sí funciona a nivel de verosimilitud y entretenimiento. En él disfrutamos de unos personajes agradables (además de Damon y Krasinski, cuenta con veteranos como Frances McDormand y Hal Holbrook), dirigidos con naturalidad, e introducidos en un decorado placentero, rodado con profesionalidad. Si no le pedimos más a una película, bienvenidas sean tantas como ésta. Pero en un festival del calibre de la Berlinale, una película así no parece encajar del todo.
Ignacio Navarro.
director & crítico cinematográfico.
Estados Unidos, 2012. Título original: “Promise Land”. Director: Gus Van Sant. Guión: Matt Damon, John Krasinski. Productora: Universal Pictures / Focus Features / Participant Media / Imagen Nation. Presentada en la sección oficial a competición de la Berlinale’13. Fotografía: Linus Sandgren. Música: Danny Elfman. Intérpretes: Matt Damon, John Krasinski, Lucas Black, Frances McDormand, Rosemarie DeWitt, Hal Holbrook, Titus Welliver, Tim Guinee, Scoot McNairy, Terry Kinney, Johnny Cicco, Rosemary Howard, Sara Lindsey, Lennon Wynn, John W. Iwanonkiw, Lexi Cowan, Kristin Slaysman, Joe Coyle, Jennifer Obed, Carla Bianco.