crítica de Mama | Andrés Muschietti, 2013
Andrés y su hermana Bárbara Muschietti eran dos perfectos desconocidos antes de estrenar su primer cortometraje en colaboración (no obstante, él ya había filtrado sus señas de identidad en Nostalgia en la mesa 8), un plano secuencia de tres minutos muy sobrecogedores que, sin embargo, te invitaban a querer ver más, a sentir esa clase de terror intradérmico que congela tus músculos, intuyendo asimismo y como buen profeta que ahí no quedaría todo, que la monstruosa historia de fantasmas tendría continuación. Mamá se estrenó con notable éxito en el Festival de Sitges de 2008 y casi instantáneamente captó la atención de Guillermo del Toro, quien se había trasladado a Nueva Zelanda para iniciar —y desfallecer al cabo de unos meses catastróficos— la preproducción de El hobbit. El director mexicano aseguraba que esa pieza a medio camino entre la fantasía traumática y el terror con tintes paterno-filiales era lo más horrible que había podido visionar en mucho tiempo. Así pues, realizó unas cuantas llamadas y se ofreció a los originariamente argentinos Muschietti para apadrinar su debut en el cine de multisalas. Una cinta que, persiguiendo la estela del corto embrionario, elevase al cubo aquel sentimiento de asco y pavor y adrenalina y perplejidad que experimentamos mientras corríamos junto a esas dos hermanas, subiendo escaleras y atravesando un pasillo corto pero oscuro, y retóricamente sin final. Asco por Mamá. Pavor de madre. Adrenalina por vivir sin cortes, con inteligentes movimientos de cámara que potenciaban la indefensión, el peligro presente y definitivo a que se enfrentaban ellas y nosotros: había algo en ese adefesio materno que trascendía lo sencillamente vomitivo. Querías arrancarte los ojos.
Sin ápice de transgresión formal o inventiva de urgencia, Muschietti compuso una película de ciento ochenta segundos. Ahora, después de cinco años, llega a nuestras pantallas la consecución de ese proyecto vagamente artesanal. Escrito a seis manos por la misma pareja junto a Neil Cross, el libreto nos sitúa en una fría región boscosa donde cinco años atrás desparecieron dos niñas. El tío de estas pequeñas, un tal Lucas cuya novia rockera toca el bajo en una banda de corte punk, recibe la llamada de los servicios sociales: han encontrado a sus sobrinas, pero ambas padecen severos trastornos que las obligan a comportarse como animalitos salvajes y desconfiados. Durante ese lustro, han sobrevivido (no me pregunten cómo, tal vez comiendo mariposas y corteza de árbol, tampoco es especialmente relevante) en la cabaña a donde fueron a parar mientras su atormentado progenitor tomaba las de Villadiego. Hablan con las paredes, a veces juegan con un ser invisible al que llaman Mamá, una especie de incógnita que aparece, primero de manera sorpresiva y repulsiva y luego sin inquietar, a golpe de efectos digitales poco verosímiles. Pero la película arranca como un tiro, con planos a distancias largas y justas. Sentado y expectante, el perro contempla a sus dueños que salen en tromba a la carretera, una pista de hielo que no presagia un largo viaje. El foco se acerca y se aleja creando una estática mental opresiva. Estamos ante un filme convencional, pero cuyos méritos son inapelables. Jessica Chastain y Nicolaj Coster-Waldau interpretan sendos papeles que, lejos de resultar sencillos, se antojan incómodos para cualquier actor: si el peligro sobreviene o brota en cualquier zona oscura, si acecha celoso y decidido a embestir, lo recomendable es administrar las muecas.
Durante largos años, el cine de terror ha sucumbido a la mueca, a la redundancia del terror en clave de ¡bú, te pillé! Supongo que los grandes estudios hallaron su particular filón en el grito; y, de paso, suprimieron conscientemente esa gama de grises que entronca con la tradición del mejor thriller psicológico. De alguna manera, el terror ha sucumbido a nuestra realidad trémula y falsamente aleatoria. Y esta película se erige en interesante catalizador. Lástima que la trama se difumine cuando, en su deseo tardío de sublimar, entremezcla el terror con la vertiente seudogótica que acredita a Guillermo del Toro. La capacidad embriagadora de esta última no siempre hace uso del filtro adecuado. En definitiva, Mamá es una propuesta con algunos puntos a favor y otros tantos en contra. Presenta a un director que se abre camino a pasos de yardas en un negocio que, un día sí y otro también, enarbola el paradigma de la industria: si no tienes padrino, siéntate y calla. O escribe un libro.
Juan José Ontiveros.
crítico de cine.
Canadá, 2013. Director: Andrés Muschietti. Guión: Andrés Muschietti, Neil Cross, Barbara Muschietti. Fotografía: Antonio Riestra. Música: Fernando Velázquez. Reparto: Jessica Chastain, Nikolaj Coster-Waldau, Megan Charpentier, Isabelle Nelisse, Daniel Kash, Javier Botet, Jane Moffat, Morgan McGarry, David Fox, Dominic Cuzzocrea.