Gangster Squad | Ruben Fleischer, 2013
Si cierro los ojos, escucho a Will Smith. Si miro con el audio en off, veo a un Jake LaMotta retirado prematuramente, sin ese apelativo de ‘Toro Salvaje’ que le brindaría la gran pantalla. Pero si abro los ojos y escucho al mismo tiempo, compruebo que esa voz impostada sale de la boca de Ryan Gosling y que esa careta de látex enmascara las reconocibles facciones de Sean Penn. Resumen: me hallo ante una película de factura hollywoodiense con un doblaje de telefilme, cuyo maquillaje, tal vez a causa de la propia nitidez del fotograma, resulta demasiado artificial y (re)cargado. El espectáculo promete; promete y, cuando empiezan a aparecer los títulos de crédito, sigue prometiendo algo —quizá el homenaje a un género vivo aunque pasado de moda— que no logro traducir. Rodada en formato digital y siguiendo la estela de cintas como Enemigos públicos (minusvalorada a mi juicio), Gangster Squad (2013) es la demostración más insípida y carente de personalidad que ha dado el género. Culpa en parte de esa generación de cineastas que, comprensiblemente, disfrutaron y se enamoraron de Los intocables de Eliot Ness cuando eran adolescentes. Ruben Fleischer, director de la supurante y divertidísima Bienvenidos a Zombieland, posee un talento innegable para sacar oro de secuencias de acción que hemos visto miles de veces. Y sin embargo, me pregunto qué vieron los ejecutivos y productores en el guión de Will Beall, adaptación de un libro que —supongo, porque no he tenido oportunidad de leerlo— intenta arrojar luz sobre la historia del sanguinario Micky Cohen, un mafioso que llegó al Los Ángeles de los años 40 con la única y compleja intención de apoderarse de cualquier negocio ilegal que tuviera cabida en esa Costa Oeste donde habitan los sueños ilícitos e inalcanzables.
El brazo criminal de Micky Cohen se extendía como la metástasis, ajeno a las presiones que llegaban de Chicago. “Las cosas se hacen como Dios manda. Y yo soy Dios”. Nadie —ni políticos ni jefes de policía ni empresarios— decía ni mú. Todos miraban hacia otro lado, pues más valía una pequeña porción del pastel que acabar sirviendo de cena para los perros. A Mickey Cohen, un boxeador retirado que visionaba los vídeos de sus combates con ese punto falsamente nostálgico que caracteriza a los ególatras, le dio caza un equipo de seis policías liderado por el hueso más duro e insobornable del departamento. A petición del único jefe que seguía en su afán de limpiar las calles de drogas y cadáveres. Son dos presencias, la de Josh Brolin y Nick Nolte respectivamente, capaces de salvar cualquier diálogo, por mediocre que sea. Y he aquí el talón de Aquiles de Gangster Squad, que aún teniendo un reparto de alta graduación naufraga por culpa de un planteamiento inocuo y un desarrollo típicamente industrial: importan la precisión de sus escenas de gatillo, el repetitivo ralentí (¡Qué no es solo un recurso estético, entérense ya!) y ciertos detalles de secreción mórbida. Tampoco ayuda a crear vínculos con el espectador el hecho de verla doblada, ya que narra hechos reales pero de una forma, cuando menos, inverosímil. Este grupo de valientes —bebedor de naranjada, hispano risueño, especialista en telecomunicaciones y cowboy incluidos— opera sin planes o estrategias: no piensan, sino que actúan. Pero tienen suerte o un jardín en sus traseros. Por desgracia tan sólo puedo observar la superficie, porque no hay claroscuros ni demonios internos a exorcizar. Ryan Gosling interpreta al guapo que se enamora de la pelirroja cañón o, mejor dicho, chica en apuros (Emma Stone tirando de clichés) y profesora de protocolo y amante de Mickey Cohen. Ése es el conflicto.
EL OBJETO DE DESEO | Emma Stone en 'Gangster Squad' |
Ciertamente es una película que entretiene (a ratos) y materializa aquella hipótesis de muchos opinadores y críticos que, por simple deformación profesional o agotamiento, concluyen sus ponencias (nótese la pompa) con un ambiguo “cumple su función”. Como yo desconozco cuál es la función de Gangster Squad, no encuentro demasiados alicientes para recomendarla. Ruben Fleischer se dedica a rodar su escalinata de Odessa en un hotel lleno de sicarios sin clase. Su trazo artificioso, cercano al cómic de categoría pop, se desmarca de esa otra corriente que mitifica a los gánsters ya no como figuras netamente violentas, sino como símbolos reaccionarios. Son antihéroes en una sociedad monstruosa. La incógnita de una ecuación irresoluble.
Juan José Ontiveros
crítico de cine.
Estados Unidos, 2013. Director: Ruben Fleischer. Guión: Will Beall (Libro: Paul Lieberman). Música: Steve Jablonsky. Fotografía: Dion Beebe. Reparto: Josh Brolin, Ryan Gosling, Nick Nolte, Emma Stone, Sean Penn, Robert Patrick, Michael Peña, Giovanni Ribisi, Anthony Mackie, Mireille Enos.