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    Cine Alemán Siglo XXI

    TABÚ | MIGUEL GOMES, 2012

    Tabu, de Miguel Gomes
    ENSOÑACIÓN EXÓTICA
    Tabú | Tabu, Miguel Gomes, 2012

    Un explorador descrito como intrépido pero en realidad melancólico recorre pausadamente un sendero trazado en la selva por un séquito de africanos. Al llegar a la altura de un río habitado por un cocodrilo, toma la decisión de entregarle su vida. A ello le sigue un ritual espontáneo, con sus correspondientes bailes y tambores, interpretado por los seguidores del recién fallecido. Sin embargo, enseguida vuelve la embriagadora partitura de Joana Sá y la voz en off del propio Miguel Gomes, recordándonos que este explorador huía de un amor perdido, que únicamente mediante su muerte y resurrección animal podía aspirar a recuperar. Este prólogo, en poco más de cinco minutos, introduce el tono de la película y su juego de dualidades: entre la vida y la muerte, la realidad y la ficción, lo terrenal y lo paradisíaco. También nos mete de lleno en la lírica y la personalidad de una película que pretende ser única y lo consigue.

    Presentada con gran éxito en el pasado festival de Berlín y reconocida por otros muchos certámenes posteriores, Tabú (2012) es el último trabajo de Miguel Gomes, cineasta portugués con pasado de crítico que se caracteriza por el metalingüismo y un peculiar sentido del humor. Aquí rinde homenaje al filme póstumo de Murnau, aunque llevándolo a su terreno, convirtiéndolo en una representación de la historia colonial de su país y en su particular declaración de amor al cine. Mantiene así, tras el prólogo, la estructura en dos actos de aquel, aunque invirtiendo su orden. El primero, llamado “Paraíso perdido”, transcurre en una Lisboa contemporánea, que el blanco y negro de la fotografía vuelve deprimente y vacía. Esta sensación se ve reforzada por la quietud y la falta de vitalidad de los personajes más relevantes de esta parte: Aurora, la más enigmática por el pasado que esconde y por sus extravagantes acusaciones hacia Santa, su criada negra; y Pilar, la aparente protagonista, benéfica y religiosa. Sin embargo, cuando Aurora muere, Gomes altera nuestras expectativas al trasportarnos al segundo acto, llamado “Paraíso”. Este tiene lugar en la África colonial de los años 60, y en él desaparecen los personajes de Pilar y Santa, poniendo aparente punto y final al desarrollo del que sobretodo la primera estaba disfrutando. Esta frustración en el espectador se acentúa cuando queda claro que Gomes quiere alejarse de una estructura convencional, cuyos tres actos exigirían tras este paréntesis africano una vuelta al presente, que nunca llega... No creo que esta revelación le suponga al lector un fastidioso spoiler, pues ya ha quedado advertido que esta película pretende salirse de las normas.

    En cualquier caso, aunque estos dos actos conlleven el abandono de un personaje; el de Pilar, por el que empezábamos a sentir cierto cariño, no quiebran la progresión dramática de la película gracias a la retroalimentación que existe entre los dos. Así, si por un lado se puede argumentar que estamos ante dos películas en una, rodadas incluso con un formato (la primera en 35 mm y la segunda en 16 mm) y una intención diferentes, realmente una no tiene sentido sin la otra. Para ello nos encontramos principalmente con paralelismos concretos. Aparte de que el segundo acto está narrado por el antiguo amante de Aurora, ante la perplejidad de Pilar y Santa, que nunca interrumpen su relato (de ahí su desaparición del mismo), la propia Aurora recuerda experiencias en la primera parte que luego hallamos en la segunda. Una de las escenas más memorables en este sentido llega pronto en el metraje, cuando ella le cuenta a Pilar un sueño que ha tenido y que explica por qué ha vuelto a malgastar todo su dinero en un casino. Otro ejemplo lo constituyen sus acusaciones de brujería hacia Santa, evocación de otra vivencia pasada en África de consecuencias turbadoras. Hay además reflejos más sutiles, como la imagen del cocodrilo y lo que representa, o la recuperación del single sesentero “Be My Baby”, que oye primero Pilar y luego la joven Aurora, quedando de esta forma asemejadas sus emociones de soledad y desconcierto. 

    Tabu, de Miguel Gomes
    PREMIO FIPRESCI BERLINALE'12 | 'Tabú', de Miguel Gomes

    Estos ejemplos llenan de vida un segundo acto que podría quedar carente de ella, al tomar Gomes la decisión arriesgada de omitir de la banda sonora todo diálogo de los personajes (salvo cuando cantan), quedándose únicamente con el sonido ambiente. Según él, ello se debe a que en las memorias que tenemos de la gente solemos acordarnos de su apariencia pero no de su voz. Pero, además, le confiere a esta parte un atributo onírico que se une al puramente memorístico. En efecto, sabemos que los sueños se viven en blanco y negro y, si uno lo piensa, también sin palabras: son más una sucesión de imágenes, fragmentadas en nuestra retina, que nos reenvían igualmente a los inicios del cine. En otras palabras, el cine nace y se percibe como una experiencia ensoñadora, y ello queda indirectamente presentado en el “Paraíso” de Tabú. Por poner otro argumento a favor de esta interpretación, destaca igualmente que “Paraíso perdido” se divide en días, señalados con sus respectivos rótulos, mientras que la segunda parte se estructura en meses, indicando que el tiempo pasa más rápido, y ello ocurre tanto en los sueños como en la memoria. Por lo demás, estas nuevas contraposiciones nos remiten a las dualidades ya mencionadas de la película: entre la realidad y la imaginación, lo terrenal y lo divino. Y en ellas el espectador se encuentra alternativamente inmerso y distante, pues el “Paraíso” no deja de ser una remembranza lejana que recuperan tanto Aurora como su amante, a través de sus voces en off respectivas pero ambas avejentadas.

    Lo que nos queda entonces es una obra en cierto modo efímera, algo a lo que contribuye la composición clásica y relativamente estática de Gomes, dando una verdadera clase sobre cómo y donde colocar la cámara, pues su posición fija solo se altera en contados planos. Esta delicadeza no hace sino incidir en la naturaleza pictórica y fragmentada de una obra que también puede calificarse de mágica y luminosa, pese a la aparente sobriedad de la fotografía. Una obra, como ya hemos dicho, única, y también especial, que parece exigir el mismo cuidado que el que se tiene con las cosas frágiles y antiguas.

    Ignacio Navarro.
    crítico de cine.

    Portugal, 2012. Director: Miguel Gomes. Guión: Miguel Gomes, Mariana Ricardo. Productora: O Som e a Fúria / Radiotelevisão Portuguesa. Presentada: en el Festival de Berlín (premio FIPRESCI y Alfred Bauer). Fotografía en blanco y negro: Rui Poças. Intérpretes: Teresa Madruga, Laura Soveral, Ana Moreira, Carloto Cotta, Henrique Espírito Santo, Isabel Muñoz Cardoso, Ivo Müller, Manuel Mesquita.

    Tabu Miguel Gomes Poster
    Poster griego de Tabu, de Miguel Gomes
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