El hombre de las sombras (The Tall Man, Pascal Laugier, 2012)
Jessica Biel está pálida como la cal. En ese valle de la Costa Este hace frío, demasiado frío. Ella es enfermera o doctora o salvavidas de paletos con gorra y jóvenes seniles antes de tiempo, marginados por unas instituciones que (des)conocen su tragedia diaria: sobrevivir al alcoholismo, a la falta de recursos, a su pobreza casi endémica. Supongo que verse rodeada de semejante pléyade de almas silenciosas y disfuncionales agrava su palidez. La humedad congela, el óxido del metal se pega a los dedos en un microclima hostil y extremadamente plomizo. Vacío de esperanzas o inquietudes que justifiquen ese tipo de alegría que venden los anuncios de televisión, cuya señal llega a sus hogares con niebla e interferencias. En este submundo transcurre The Tall Man —traducido engañosamente como El hombre de las sombras (2012)—, el nuevo filme de Pascal Laugier, director de la colérica (y más inquietante) Martyrs. El modelo de autor europeo que siempre juega a sorprender, moldeando las tramas en un ejercicio de mareante hipnosis para el espectador que contempla atónito sus giros de guión. Para quien esto escribe, y fijándonos en la película que nos acontece, unos puntos de giro tan inverosímiles como injustificados. El argumento se presenta con un ligero hedor a narrativa de cliché: esa enfermera y madre no para de escuchar leyendas urbanas —en este caso rústicas— acerca de un señor muy alto, vestido de negro o salido de las sombras mismas, que se lleva a los niños del pueblo. Lógicamente los secuestra por la noche, mientras duermen y sueñan con los angelitos y el dinero que nunca tendrán. Pero ella no cree en ese folclore de medio pelo, ya que su mente ¿científica? evita cualquier ápice de superstición. Hasta que contempla con sus propios ojos cómo el Hombre Alto (que tampoco es tan alto, no nos engañemos) le birla a su hijo.
Era un filme de terror convencional, de estructura hollywoodiense y poseedor de todos los elementos que caracterizan al thriller más deplorable. Y, sin embargo, Laugier desarma nuestro errático puzle y transforma el relato en una intriga de carácter moral, sobre la conciencia de clases (al menos eso me ha contado un amigo, pero se escapa a mi comprensión). Y el problema no reside en esa rotura de esquemas, algo que podría suscitar el interés del público. Su gran tara narrativa es su indefinición, su retórica mórbida y pretenciosamente clasista. Nada es lo que parece, aunque tampoco existe nada tangible ni etéreo: transcurre por inercia. El realizador será una deidad en determinados círculos ávidos de mensajes perniciosos y estúpidos, como el que subyace en El hombre de las sombras. El espectador, cualquier hombre o mujer que acuda a ver este filme con intenciones estrictamente lúdicas, se sentirá estafado. Sucede que ese Hombre Alto es un Macguffin, que su irregular parábola no se cierra porque es imposible cerrar lo que no ha encajado durante dos horas: comportamientos de niños y adultos incomprensibles, que atentan contra la inteligencia (mental y emocional) de cualquier persona más o menos equilibrada. Un niño de siete años que desprecia a su madre porque una señora desconocida le ha contado que no es realmente su madre biológica. ¿Y qué? Ha crecido junto a ella. Han compartido esa clase de momentos que forjan las grandes relaciones. Es su madre. ¿Y qué hay de esos vecinos que no se enteran de nada y reaccionan a hostias? Era un filme de terror convencional. Pero no hay suspense, ni tensión, ni empatizas con los personajes. Jessica Biel estaba blanca y palidece más por culpa de un papel mal construido, trazado lamentablemente a golpe de arcada seudointelectual. Ni siquiera el sobrio Stephen McHattie, quien encarna a un comprensivo inspector de policía aporta un plus de clase. Su rol es banal, mínimo. Justo antes de fundir a negro, una chica pregunta a cámara: “¿Verdad?... ¿Verdad?”. Ni lo sé, ni me importa. Con todo, habrá ciertos paladares que se muestren receptivos. Aunque el poder fraudulento del título —y el cartel— es denunciable.
Juan José Ontiveros.
crítico de cine.
Canadá, 2012. Título original: The Tall Man. Director: Pascal Laugier. Guión: Pascal Laugier. Música: Jeff Danna. Fotografía: Kamal Derkaoui. Reparto: Jessica Biel, Jodelle Ferland, Stephen McHattie, Jakob Davies, William B. Davis, Samantha Ferris, Katherine Ramdeen, Kyle Harrison Breitkopf, Teach Grant, Alicia Gray, G. Michael Gray, Eve Harlow, John Mann, Jodi Sadowsky, Garwin Sanford, Josh Strait, Colleen Wheeler.