Bestias del sur salvaje (Benh Zeitlin, 2012)
Tuve la ocasión de ver esta película por primera vez en el festival de Sarajevo del verano pasado, y su director Benh Zeitlin estaba presente. Tras la proyección, contestó a algunas preguntas del público, pero no sin antes asegurar que se sentía muy emocionado de estar en una ciudad como Sarajevo y que a su madre le haría también mucha ilusión cuando le detallase la experiencia. Estas palabras eran genuinas: el éxito de la película era todavía reciente y seguramente para él todo estaba transcurriendo mucho más rápido y mejor de lo que podía imaginar, sin que probablemente un año antes previera triunfar en certámenes no solo como el de Sarajevo sino sobretodo como Cannes o Sundance. En efecto, estamos ante la ópera prima de alguien con treinta años recién cumplidos, detrás de la cual hay años de trabajo donde se han abaratado al máximo los costes de producción y se han fichado a actores desconocidos, no sindicados. Solo la suerte y el talento podían pues augurar tal reconocimiento, culminado un año después de su presentación en el citado festival de Sundance, que vive actualmente una nueva edición, en cuatro nominaciones a los Oscar, todas entre las categorías principales.
La pregunta del millón es intentar explicar cómo este cuento de hadas se ha podido hacer realidad. Y la principal razón la podemos encontrar en el hecho de que esta película no es como las demás óperas primas, que, en su mayoría, sobretodo por limitaciones presupuestarias, se centran en la intimidad de una historia de relaciones o conflictos internos, a menudo en un contexto urbano. Bestias del sur salvaje (EE.UU., 2012) destaca frente a ello por su excepcional ambición, sobretodo estética pero también narrativa. Aunque la historia es aparentemente escueta y sencilla, y en verdad se pasa volando, tiene a su vez un gran calado y complejidad, pues funciona a diferentes niveles. Por un lado cuenta las vicisitudes de una niña y de su padre moribundo, que viven junto a otros pocos personajes secundarios en una especie de isla folclórica y primitiva que llaman “La bañera”. Por otro lado plasma un mundo de fantasía habitado por criaturas denominadas “aurochs”, desaparecidas durante la edad de hielo pero que ahora han resucitado y amenazan dicha población. Además, ésta ha sido inundada tras una tormenta, por lo que los servicios sanitarios y policiales llevan a cabo su evacuación y traslado a un refugio estéril, punto en el que la historia ve reforzado su subtexto de comentario social. Pero en definitiva se trata del acelerado paso a la edad adulta de esa niña, de nombre Hushpuppy, que debe hacer frente tanto a su inesperada orfandad como a los monstruos de una sociedad que aún desconoce. Los “aurochs” sirven pues como metáfora de esa madurez y de la lucha que implica, a la vez que ilustran la condición animal de estos personajes igualmente en peligro de extinción, marginados por la civilización. Las bestias del título hacen referencia a ambos.
LA INOCENCIA | 'Bestias del sur salvaje' y su protagonista Hushpuppy |
Zeitlin apuesta por resolver estos frentes abiertos mostrándonos la comunión entre la flora y la fauna, entre lo humano y lo espiritual. Para ello adopta un estilo que varios han comparado al primer Malick de Malas tierras (1973), con su música volátil, su infantil voz en off, su fotografía luminosa y su insistencia en resaltar las bondades (y maldades) de la naturaleza, modelando los animales que la pueblan como auténticos personajes. Esto queda claro desde el inicio de la película, cuando Hushpuppy se refiere internamente a cómo dichos animales hablan entre ellos, e intenta sentir y desentrañar su pulso para averiguar de qué hablan exactamente. Estos pensamientos fantásticos e inocentes marcan el tono de todo el metraje, y permiten que la película trascienda su reducido y peculiar hábitat. La propia Hushpuppy insiste varias veces en la importancia de que su lugar y su vida tengan un encaje en el universo. Pero todas estas reflexiones se habrían quedado en una patraña pretenciosa si Zeitlin no contase con una actriz capaz de transmitirlas con franqueza y sentimiento. La jovencísima Quvenzhané Wallis cumple tal propósito, entregándonos una sorprendente interpretación, que alcanza sus momentos más emotivos cuando se encara con su padre, interpretado con igual fortuna por Dwight Henry. Ambos actúan de manera impulsiva, sin cohibirse ni engañarse, exhibiendo no solo su origen animal sino en definitiva su naturaleza profundamente humana. El resultado de enmarcarlos en un ambiente salvaje, donde deben irremediablemente luchar por su supervivencia en todos los sentidos, es que salen a relucir sus emociones más auténticas.
A ello se unen contados flashbacks de un lirismo candente, en los que Hushpuppy se refugia tanto para recordar una infancia mejor y verdadera como para superar las penas actuales con renovadas fuerzas. En este sentido también la película se sitúa en esa especie de paréntesis entre dos mundos, el pasado y el venidero, adquiriendo una cualidad etérea que nos muestra a un director tan libre como controlado. Con su cámara al hombro intuitiva y dinámica busca extraer la esencia de cada mirada, de cada ola del mar o de cada rayo de luz. Da así protagonismo a varios elementos de la naturaleza, desde el fuego hasta el agua, pero siempre al servicio de una historia que se mueve en ese patrón de madurez y superación. La misma se convierte por tanto una experiencia vital con múltiples capas y manifestaciones, en la que esta niña intenta dotar de significado al ambiente que la rodea aunque no termine de comprenderlo del todo. Por ello la película debe necesariamente enfocar con debida relevancia esos distintos mundos, para en definitiva englobar la magnitud de dicha experiencia y a la vez mantener una capacidad sintética que permite detener el metraje en apenas hora y media. En otras palabras, Zeitlin desata y a la vez afina sus inquietudes artísticas para lograr un gran filme en un envoltorio de pequeña película independiente. Se vea como se vea, es una maravilla que no debe pasar desapercibida, y afortunadamente cabe prever que su éxito festivalero y sus nominaciones a los Oscar la colocarán en la agenda del público español.
Ignacio Navarro.
director cinematográfico & crítico de cine.
Estados Unidos, 2012. Título original: “Beasts of the Southern Wild”. Director: Benh Zeitlin. Guión: Benh Zeitlin, Lucy Alibar (Obra: Lucy Alibar). Productora: Cinereach / Court 13 production / Journeyman Pictures. Presentación: Sundance 2012 (Premio del jurado U.S. dramatic competition). Fotografía: Ben Richardson. Fotografía: Dan Romer, Benh Zeitlin. Intérpretes: Quvenzhané Wallis, Dwight Henry, Levy Easterly, Lowell Landes, Pamela Harper, Gina Montana, Nicholas Clark, Jovan Hathaway. Nominada a cuatro premios Oscar, incluyendo mejor película.