Amor. Cuatro letras, una palabra, un sinnúmero de significados. Si me pidieran describir el documental que nos interesa el día de hoy, ‘Marley’ (EE.UU., 2012), probablemente utilizaría esta. Y es que al finalizar la proyección no puedo pensar en otra cosa; en este sentimiento que aparenta ser sencillo pero que de alguna manera los seres humanos hemos logrado complicar, probablemente en nuestro afán de definirlo y limitarlo. Me parece que Bob Marley entendía mejor que nadie lo que es el amor.
Robert Nesta Marley nace en Jamaica en 1945, hijo de un jamaiquino blanco y una afro-jamaiquina; ser mestizo marcaría su vida, lo volvió un marginado y un objeto de burlas. Rodeado de la pobreza tan típica en Latinoamérica y el Caribe, Bob logra volver esos aspectos negativos en algo positivo y vuelca todo en su música, por la muestra un especial interés desde temprana edad. Kevin Macdonald ('The Last King of Scotland') sabe narrar todo el desarrollo musical de Marley con fluidez, pero quizás lo más notable es como entrelaza esto con su vida personal en una narración muy neutral y objetiva. No deseo extenderme con detalles de la vida de este personaje, pero tengo que decir que la suya es una historia de lucha, perseverancia y fe; cada aspecto de su vida se ve influenciada por sus creencias religiosas (Marley era un miembro comprometido del movimiento rastafari) y es lo que le da profundidad a su música. Todo parece llevarnos al momento, en que en un concierto por la paz en Jamaica, Bob invita a la tarima a los dirigentes de los dos partidos políticos existentes y hace que se tomen de las manos. Este acto resume los ideales de Marley y se convierte en el clímax de esta película; dejemos aparte nuestras diferencias y pensemos en lo que nos une. Bob Marley muere el 11 de mayo de 1981 después de luchar ocho meses contra el cáncer; fue padre de once hijos, del reggae y de un movimiento que perdura hasta el día de hoy. En sus propias palabras: “Mi música es para siempre. Quizás pueden decir que soy un iluso, pero mi música es para siempre.”
Debo admitir que comencé a ver el documental sin muchas expectativas - las biografías no me gustan demasiado - pero me lleve una grata sorpresa. Macdonald nos retrata la vida de Bob sin intención de juzgarlo; es lo que es, un ser humano, con todos sus errores y aciertos. Sobre todo esta película tiene corazón; nos transmite esa aura, casi mágica, que poseía Marley y nos envuelve durante todo el metraje (que en un principio me pareció excesivo) en un ambiente de paz y tolerancia (pueden sacar la marihuana ahora). Marley nos deja con una bonita sensación; nos hace creer, aunque sea por un instante, que el mundo no es un lugar tan malo como lo parece en las noticias. Mientras existan personas como Bob, dispuestos a enfrentar la vida con pasión y a luchar por lo que creen, el mundo es un lugar en el que vale la pena vivir. Juntémonos todos y nos sentiremos bien.
Alexandra Castillo.