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    Cine Alemán Siglo XXI

    FLASH GORDON (MIKE HODGES, 1980)

    Flash Gordon, de Mike Hodges (1980)
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    Flash Gordon (Mike Hodges, 1980)

    Una de las comedias más exitosas de los últimos tiempos, Ted (2012), nos traía esta temporada a un deslenguado oso de peluche que compartía amistad eterna con Mark Wahlberg. Los que nacimos en la década de los 70 nos encontramos en ella con un impagable regalo nostálgico: la presencia de Sam J. Jones, mítico Flash Gordon del cine, riéndose de sí mismo (y del personaje por el que siempre será recordado) y haciendo un gran homenaje a la película de 1980, de la que sus protagonistas se declaran fervientemente enamorados. En una de las líneas de diálogo de Ted, el oso decía: “Es tan mala, pero es tan buena”. A continuación vamos a analizar cuánto hay de cierto en esta apreciación.

    Flash Gordon fue una historieta de ciencia ficción creada en 1934 por Alex Raymond, como respuesta a otro ilustre héroe, Buck Rogers. Estas viñetas hacían furor en los dominicales de los periódicos durante los años 30 y muy pronto, Flash Gordon superó en popularidad a su competencia, permaneciendo como icono del género hasta la llegada de otras sagas galácticas más modernas, como Star Trek (1966) o Star Wars (1976). Entre 1936 y 1940, la Universal conoció un gran éxito con los seriales sobre este personaje, encarnado por el rubio Buster Crabbe. George Lucas era un gran admirador de estos seriales y pretendió por todos los medios llevar las aventuras de Flash a la gran pantalla, algo que nunca sucedió porque los derechos estaban en manos del productor italiano Dino de Laurentiis. Precisamente, la película de 1980 fue concebida con la intención de plantarle cara en taquilla a la saga galáctica de Lucas. Dino de Laurentiis trató de convencer al maestro Federico Fellini para que se encargase de la dirección del proyecto, algo que éste rechazó. Finalmente, la tarea recayó en un realizador mucho más modesto, Mike Hodges, que seis años atrás había conocido un moderado éxito con otra cinta de corte fantástico: El hombre terminal (1974). Teniendo en cuenta que ese mismo año El imperio contraataca había costado 18 millones de dólares, no cabe duda de que Flash Gordon fue una auténtica superproducción con sus 35 millones de presupuesto. Algo inaudito para una producción británica que intentaba codearse con los grandes hitos de Hollywood. Resulta curioso que, a pesar de ello, visualmente haya envejecido bastante peor que la obra de Lucas. Parte de la culpa la tuvo un look excesivamente fiel a las viñetas, patente ya desde los magníficos títulos de crédito iniciales. Las coloristas imágenes del cómic, acompañadas de la enérgica música de Queen (mítica su banda sonora) son toda una declaración de intenciones. Los barrocos decorados, de sensibilidad marcadamente kitsch y un elaborado diseño de vestuario (obra de Danilo Donati), que parece sacado de un extravagante carnaval, le otorgan a la película una gran belleza plástica. Los bosques de Arboria, la ciudad flotante de los hombres halcón, el palacio de Ming, todos los escenarios están recreados con exuberancia y creatividad. Los efectos especiales, aunque vistosos, han quedado totalmente desfasados. Lejos de suponer un inconveniente a día de hoy, la desfachatez de los trucajes visuales del filme acaban resultando encantadores en su ingenuidad. Algo que también sucede con otra obra producida por Dino de Laurentiis como fue Barbarella (1968).

    Flash Gordon, 1980

    En el apartado interpretativo, el hierático Sam J. Jones y la guapa Melody Anderson “interpretan” al jugador de fútbol americano Flash Gordon y a Dale Arden con corrección. Sin duda, fueron los papeles más recordados de sus flojas carreras. El mayor atractivo lo encontramos, no obstante, en el apartado de los secundarios. Topol, ganador de un Globo de Oro por El violinista en el tejado (1971),  y Max von Sydow (perfectamente caracterizado) estuvieron muy bien como el doctor Hans Zarkov y el malvado Emperador Ming. Ornella Mutti, una de las actrices italianas más hermosas de la época, puso la nota de erotismo en su sensual encarnación de la caprichosa Princesa Aura, mientras que un jovencísimo Timothy Dalton, antes de alcanzar la fama como James Bond a finales de los 80, demuestra en su papel de Príncipe Barin unas cualidades para la interpretación muy por encima de las de los protagonistas.

    Viendo hoy Flash Gordon, resulta divertido encontrar numerosas influencias de otros éxitos de la época. Los personajes de Zarkov y su asistente Munson nos remiten a los Lex Luthor y Otis que interpretaran Gene Hackman y Ned Beatty en Superman (1978), al igual que Dale Arden casi parece un clon de Lois Lane. El general Klytus que acompaña al Emperador Ming recuerda demasiado al Darth Vader de Star Wars, y a lo largo de la película podemos detectar aires de péplum italiano en las escenas palaciegas, incluyendo un improvisado circo romano en la ciudad de los hombres halcón, donde tiene lugar una lucha a muerte entre Flash y Barin. También hay mucho de la comedia física italiana en algunas escenas de pelea, especialmente en aquella en que Flash derriba a sus contrincantes como si estuviera jugando a fútbol. Algunos de estos golpes en nada tienen que envidiar a aquellas cintas de Bud Spencer y Terence Hill que hacían furor en aquellos años. Y es que, pese a la fidelidad y respeto hacia las viñetas, Mike Hodges le imprimió a su obra un tono más cómico y camp de lo esperado, algo que no gustó a algunos fans más radicales del personaje.

    Flash Gordon fue un tremendo fracaso de taquilla en su momento, con una recaudación de 27 millones de dólares (en Reino Unido fue donde mejor funcionó), lo que frustró las intenciones de rodar una continuación tras el final abierto de ésta. Ironías del destino, la cinta fue muy bien recibida por la mayoría de la crítica, logrando tres nominaciones a los prestigiosos BAFTA (vestuario, dirección artística y banda sonora) y otras tres a los Saturn (película, actor secundario y vestuario). La controvertida crítico de cine Pauline Kael fue una de sus máximas defensoras desde las páginas del New Yorker. Sólo Sam J. Jones tuvo el dudoso honor de ser candidato a un Razzie al peor actor del año. Por todo esto, el filme ha conseguido convertirse con los años en un título de culto para los aficionados del cine fantástico. De hecho, el maestro del terror John Carpenter tomó prestados algunos de sus hallazgos, especialmente en lo referente a decorados y en la construcción de su villano Lo Pan, muy cercano al Ming de Flash Gordon, para su igualmente mítica Golpe en la pequeña China (1986). No estamos ante una mala película, sino ante una bizarra y divertidísima rareza que supuso uno de esos poco habituales ejemplos en que los conceptos de superproducción y libertad creativa no están reñidos. Cada vez que tengo la oportunidad de volver a visionar Flash Gordon, consigue devolverme a la infancia, gracias a su perfecta (y nada fácil) combinación de prodigiosas aventuras, sano humor e inocente romance. Es lo mejor que se puede decir de una obra de sus características. Y luego está Queen…

    José Antonio Martín.

    Ficha técnica:

    Reino Unido. 1980. Título original: Flash Gordon. Director: Mike Hodges. Guión: Lorenzo Semple Jr. (Cómic: Alex Raymond). Productora: Dino de Laurentiis. Presupuesto: 35.000.000 dólares. Recaudación en USA: 27.107.960 dólares. Localización principal: Inglaterra. Fotografía: Gilbert Taylor. Música: Howard Blake (Canciones: Queen). Montaje: Malcolm Cooke. Intérpretes: Sam J. Jones, Melody Anderson, Max von Sydow, Topol, Ornella Mutti, Timothy Dalton, Mariangela Melato, Brian Blessed, Peter Wyngarde.

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