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    Cine Alemán Siglo XXI

    LA MALDICIÓN DE LA CALAVERA (THE SKULL, 1965)

    La maldición de la calavera, de Freddie Francis (1965)
    A finales de los años 50 del siglo pasado una modesta productora cinematográfica inglesa, Hammer Films, decidió apostar por la revisión de viejos mitos del terror, clásicos que en la lejana época de los 30 de manos de la Universal habían vivido su momento de gloria. Estas películas se habían reestrenado en salas de cine en los años 40 con bastante éxito, lo cual dio pie a una nueva tanda de películas por parte de la Universal, sombras ya de los clásicos que habían forjado una década antes. Películas en las que se juntaban en un pastiche formidable a Drácula con el monstruo de Frankenstein o a la momia con el hijo del hombre lobo. Lejos de sus hermanas mayores de los 30 pero que suponen todo un disfrute sincero y apasionado verlas hoy día. La Hammer inglesa pensó revitalizar estos clásicos contando con varias bazas a su favor que a priori podían funcionar insuflando nueva vida a estos muertos ilustres: el uso del color, la libertad de poder ir un poco más lejos en lo que a mostrar sangre se refería, abordar más abiertamente la temática sexual (siempre latente, en especial en la temática vampírica) y una nueva imagen para los iconos imperecederos de la Universal.

    El éxito en el año 1955 de la tan modesta económicamente como excelente en su resultado El experimento del Dr. Quatermass (The Quatermass Xperiment, dirigida por Val Guest siguiendo el éxito televisivo de la serie creada por Nigel Kneale) fue la llamada de atención que puso en guardia a los jerifaltes de la Hammer. Anthony Hinds y Michael Carreras, viendo la popularidad alcanzada por su pequeña producción de ciencia ficción y las posibilidades de una resurrección del género fantástico en su vertiente más clásica, se lanzaron a producir toda una serie de películas que hoy son historia del cine. La primera de ellas, la magistral La maldición de Frankenstein (The Curse of Frankenstein, 1957) de Terence Fisher, fue el primer triunfo que les permitió arrancar con fuerza esta nueva etapa y seguir adelante para nuestro infinito deleite.

    El éxito de la Hammer (éxito de público, porque la crítica la atacó ensañándose con furia) pronto llevó a que nacieran nuevas productoras que se lanzaron por los caminos del cine fantástico. De estas recién nacidas compañías cinematográficas inglesas surgidas a la sombra de la Hammer quizá la más conocida fuera la Amicus. Comandada por Milton Subotsky y Max J. Rosenberg, si bien al amparo de las ideas gestadas por la Hammer, la Amicus se decantó por dar a luz un producto que se diferenciara con claridad de ella. Así, la Amicus destacó enseguida por ofrecer lo que la Hammer no hacía, o al menos no hacía de manera habitual, siempre refiriéndonos claro está al terreno del cine fantástico: películas de terror ambientadas en la época actual. En esto consistía su toque diferenciador. También se haría famosa por sus películas de episodios, pero esto quizá sea algo más anecdótico. Si la Hammer tuvo en Terence Fisher a su director estrella, al menos hasta cuando este comenzó a ser dado de lado con el inicio de la década de los 70, la Amicus tuvo en tal figura al director de fotografía reconvertido en director Freddie Francis. La gigantesca diferencia entre uno y otro marca la distancia entre ambas productoras, si bien Francis ocasionalmente también trabajara para la Hammer. Pero ojo, Fisher deja atrás a cualquiera, por lo que tampoco esto que he afirmado es un gesto que desmerece a Francis, o al menos así espero que lo entendáis.

    The Skull Peter Cushing

    A mi gusto Freddie Francis es un director irregular, pero casi siempre resulta efectivo y en ocasiones hasta excelente. El alucinante mundo de los Ashby (Paranoiac, 1963), producida por la Hammer, es una gran película lastrada por un tontísimo final. Y sus películas de episodios siempre reservan alguna sorpresa agradable. Bueno, desagradable de las que gustan, ya sabéis a qué me refiero, que son de terror…

    En el año 1965 dirigió para la Amicus La maldición de la calavera (The Skull). Para muchos es la obra maestra de la productora y también la de su director. Hasta donde yo alcanzo a conocer comparto esta opinión. Basada en un relato de Robert Bloch, escritor al que la Amicus recurriría en bastantes ocasiones, guionizado por Milton Subotsky la historia toma como punto de partida una idea descabellada que al parecer tiene su origen en una leyenda real: la calavera del mismísimo Marqués de Sade es portadora del mal que enajenó a su poseedor. Tras su muerte, el cráneo expoliado del Marqués sigue emanando su poder maléfico infectando e incitando al crimen a todo aquel que la posee. En fin, un pelín delirante e increíble, pero el buen hacer de su director y sobre todo de sus excepcionales intérpretes elevan la película a un nivel más que excelente.

    El doctor Christopher Maitland es un erudito estudioso y conocedor de todo lo relacionado con lo extraño: libros, esculturas, ritos, tradiciones ocultas, leyendas… Una enciclopedia viviente que interpretado por el magistral Peter Cushing emana una sobriedad, una clase y un auténtico aura de conocimiento que ningún otro actor podría ofrecernos. Cada movimiento, cada mirada, cada gesto desprende sapiencia y esa eterna curiosidad del que en verdad ama lo que estudia. Su forma de tomar un libro entre sus manos, de prestar atención cuando se le habla, su forma de moverse, todo en su actuación se une para darnos toda una lección de interpretación. Más aún cuando la locura de la calavera se apodera de él y la película se convierte en una auténtica performance en la que estaremos solos con él y la maldita calavera de las narices. Sus ojos, su expresión, sus manos, todo se explica solo con sus gestos sin necesidad de palabras. Y es que casi a partir de la mitad de la película es justo eso lo que no hay: palabras. No hacen falta cuando un actor y su director se aúnan y logran transmitir de manera poderosa toda la angustia y todo el horror desatados por la enajenación.

    Francis comienza detallando esa vida erudita y aislada de Maitland, en la que tan solo caben su esposa (Jill Bennett), su dealer de objetos esotéricos Marco (Patrick Wymark) y su amigo y al tiempo rival en la búsqueda de rarezas Sir Matthew Phillips, un Christopher Lee espectacular. Las secuencias que comparte con Cushing son una auténtica delicia, dos actores tocados por los dioses en una película a su altura. Ver a esos dos eruditos hablando de cosas increíbles con tal seriedad hace que nos creamos todo lo que dicen. Pero porque lo importante no es lo que hablan, sino el cómo. Junto a ellos, en pequeños papeles, destacan también otros actores gigantescos como son Nigel Green, Patrick Magee y Michael Gough. Un lujazo que Francis supo aprovechar al límite.

    Otro gran acierto de la dirección es conseguir hacernos palpable y consistente el poder de esa maléfica calavera: tomará vida ante nuestros ojos y cuando comience a levitar de forma fantasmal por los pasillos ya estaremos convencidos de que tiene vida propia. Y eso a pesar de los malditos hilos que por mucho que uno haga por no ver ahí están los muy malditos sosteniendo al cráneo del demonio en su deambular funesto. Pero da igual: todos los planos subjetivos en los que vemos a través de los ojos de la calavera acechando, espiando y estudiando a sus víctimas la habrán dotado de una horrísona vida que nada podrá evitar destruir.

    The Skull 1965

    Maitland, ya enloquecido por el poder maléfico de la calavera, luchará con todas sus fuerzas contra su influjo perverso. Cushing dará aquí lo mejor de sí. En todo momento tendremos presente su titánica lucha interior contra el maleficio que le instará a asesinar a su propia esposa. Ayudado siempre por una puesta en escena que multiplica la locura que sufre su mente: tanto por la ubicación de la cámara, que busca en el encuadre mostrar la agonía del personaje, como por los detalles que enseñan los cuadros de la casa de Maitland agitándose enloquecidos en las paredes o los paseos de la mortífera calavera, de una elegancia fantasmal prodigiosa. Todo conjugándose en un delirio en el cual la casa deviene un lugar infernal, una pesadilla vívida que ya había tenido un adelanto en la fantástica secuencia onírica en la que el doctor de lo extraño se veía impelido a jugar a una espectral ruleta rusa antes de verse atrapado en un pasillo cuyas paredes lo aprisionan de manera agónica.

    La maldición de la calavera es pues todo un festín para los amantes del cine fantástico, pero también para aquellos que no os gusta: ver a Peter Cushing en estado de gracia es una experiencia alucinante. Solo por él ya adoraríais esta película. Si el elenco que lo acompaña también es magnífico y el equipo, desde Freddie Francis a la dirección hasta la fotografía de John Wilcox, la excelente música (apoyo fundamental cuando tenemos tantas y tantas escenas sin diálogos) de Elisabeth Lutyens y la dirección artística irreprochable de Bill Constable, por destacar a los quizá más importantes, cumple con absoluta genialidad, obtendremos todo un clásico. Un clásico al cual lo único que le falla es el presupuesto a la hora de los efectos especiales y algunos descuidos en el raccord de algunos planos. Pero creedme, detalles menores que no ensombrecen el valor de esta gran película.

    José Luis Forte.

    "Escribe encerrado en una cueva, nunca entra el sol.
    Proyecta películas en la pared, ni que fuera Platón.
    Cuando sale se divierte, aunque solo piensa en volver.
    Cuando por las noches llueve, también le gusta leer."


    Ficha técnica:

    Reino Unido, 1965. Título original: "The Skull". Director: Freddie Francis. Guión: Milton Subotsky (Story: Robert Bloch). Productora: Amicus Productions. Montaje: Oswald Hafenrichter. Fotografía: John Wilcox. Música: Elisabeth Lutyens. Intérpretes: Peter Cushing, Christopher Lee, Patrick Wymark, Jill Bennett, Nigel Green, Patrick Magee, Peter Woodthorpe, Michael Gough.

    The Skull poster
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