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    Cine Alemán Siglo XXI

    LA INVASIÓN DE LOS LADRONES DE CUERPOS (1956)

    Invasion of the Body Snatchers 1956
    La década de los años 50 en Estados Unidos fue la década de la ciencia ficción en el cine y la televisión. Los escritores del género solían renegar de las películas que se estrenaban en las salas, pero lo cierto es que calaban hondo en el espectador. Había un miedo general y compartido a lo diferente, a lo extraño, a lo desconocido. La guerra fría contra los soviéticos estaba en su apogeo y esa amenaza que podía provenir de los cielos se llevó al delirio al dársele forma de extraterrestres. Pero no solo esto, que es importante, sino también que esos años fueron propicios para la fantasía y la ensoñación, no siempre inocente y blanca, y en un ámbito más terrenal debido al éxito de los autocines.

    ¡Ay, el autocine! Ese lugar que solo conocemos por las películas norteamericanas, tan propio para las películas de terror y de ciencia ficción de serie B, donde los jóvenes se juntaban y al amparo de los coches se dedicaban a todo menos a ver la película, y en el caso de que la pareja fuera tímida la aparición del monstruo de rigor o el extraterrestre avieso lograba arrancar el tan deseado abrazo. ¡Cómo va a extrañar que tuvieran éxito! En fin, una imagen tan fantástica e irreal para nosotros como la de las películas que allí se proyectaban.

    Justo en mitad de esta década tan mitificada, y tampoco lo vamos a negar, tan bonito de tenerla así, como protegida dentro de un imposible frasco de formol, uno de esos que aparecen en las películas de científicos locos que adoramos, apareció una de las mejores películas del género de la ciencia ficción, una de sus cumbres absolutas. De regalo, también era terrorífica, y para terminar de completar la perfección, su aspecto tanto visual como formal de película de cine negro la convertían en todo un modelo de lo que significa una película que define y resume la época en la cual nació. Me refiero, claro está, a La invasión de los ladrones de cuerpos (Invasion of the Body Snatchers, 1956).

    Bueno, mejor que lo diga cuanto antes: Don Siegel no es uno de mis directores favoritos. Sin embargo, La invasión de los ladrones de cuerpos es, como creo que ya he dado a entender, una de las mejores películas de la historia del cine. Un clásico de la ciencia ficción que congela al espectador con su mensaje desesperado y terrible sobre la soledad humana y el desarraigo y la pérdida de todo ese mundo acogedor y confortable que deseamos sea el que nos rodee. En fin, de ese mundo que representaban los Estados Unidos en los años 50 en el cual hasta las amenazas se tornaban fantasías sin igual. 

    Invasion of the Body Snatchers 1956
    Una de las instántaneos de este gran clásico B, 'La invasión de los ladrones de cuerpos', de Don Siegel

    Como es habitual en las películas de serie B, la trama se lanza al meollo de la historia desde el primer plano, aquí un cielo rasgado por nubes arrastradas por el viento, el lugar del que procede la amenaza, mientras se van desgranando los títulos de crédito. El doctor Miles Bennell (interpretado por un colosal Kevin McCarthy) retorna al pueblo donde ejerce su profesión, Santa Mira, tras un congreso médico. Pronto comienza a observar comportamientos extraños en sus vecinos, todos conocidos, pero no presta demasiada atención a lo que está creciendo a su alrededor. Antes lo hemos visto aterrorizado dando una alucinante alarma en una dependencia de la policía. La película es un flashback, por lo que cuando el doctor empieza a recordar, el espectador está sobre aviso y siempre se antepone a las conclusiones del protagonista. Sin duda el método más inteligente y efectivo para hacernos creer la más delirante de las historias. Así, cuando llega el momento peliagudo de la trama, que es el contarnos que el pequeño pueblo es la punta de lanza de una invasión alienígena y los extraterrestres son esporas que crecen hasta convertirse en vainas de las cuales nacen réplicas de humanos a los que sustituirán, bastan solo unas líneas de texto, menos casi que las que yo he utilizado, para contárnoslo y seguir con la película. A esas alturas del metraje ya nos creeríamos cualquier cosa.

    Lo aterrador de esta película es la forma que toma esta silenciosa invasión: esa sustitución de los habitantes del pueblo por unos doppelgängers sin emociones. Considerada siempre como una metáfora del terror a la amenaza comunista, el cual tuvo en la caza de brujas del senador Joseph McCarthy su más triste efecto, resulta curioso que fueran los autores de la película no solo los que desmintieran esta lectura, sino los que propusieran justo la contraria. Si esos seres sin alma y obedientes a un sentido deshumanizado de comunidad para muchos eran un espejo de lo que el comunismo podía hacer con tu vecino, con tu amigo o con un familiar cercano, también es cierto que bien podrían representar la opinión común, mayoritaria y falta de criterio que hace ver como enemigos a aquellos que mantienen su independencia y sus ideas propias frente a la mayoría opresora. Esto es: McCarthy y los suyos machacando sin piedad a quienes diferían de sus encorsetadoras ideas.

    El guionista Daniel Mainwaring (ayudado al parecer por el no acreditado Richard Collins) siempre defendió esta segunda interpretación. El productor Walter Wanger y el mismo Siegel eran de la misma opinión. Para cualquier espectador, lo maravilloso es que ambas interpretaciones son igual de válidas. Y mucho mejor aún: estas interpretaciones se pueden obviar sin problema y seguiremos teniendo ante nosotros una de las invasiones alienígenas más desoladoras y terroríficas que jamás se hayan contado.

    La película crece en tensión y angustia a cada minuto que pasa. El descubrimiento del horror que se avecina y la lucha infatigable pero perdida contra la invasión generarán momentos inolvidables. El supuesto cadáver sobre la mesa de billar, el descubrimiento de las endiabladas vainas en el jardín cubierto de Miles y, de manera especial, todas las desoladoras secuencias finales en la mina abandonada. Cuando llegamos allí con la pareja protagonista, la sensación de soledad e indefensión es poderosa y la resolución con Miles desesperadamente abrazado a la bella Becky Driscoll, el amor de juventud que acaba de recuperar para volver a perderlo entre sus brazos, es uno de los momentos más emocionantes, hermosos e intensos que yo haya podido ver en una película. 

    Don Siegel, Invasion of the Body Snatchers
    'La invasión de los ladrones de cuerpos', una de las cumbres del género de la mano de Don Siegel

    El guion se basó en un serial publicado por entregas en la revista Collier’s escrito por Jack Finney. La fotografía de Ellsworth Fredericks y el diseño de producción de Ted Haworth potencian el aspecto de cinta de cine negro, género en el que Don Siegel se sentía cómodo, que respira toda la película. Kevin McCarthy como el doctor Miles, ya lo he dicho, está fantástico, sabiendo ser cordial, afable y cercano cuando ejerce su profesión pero romántico en su relación con Becky y absolutamente enloquecido cuando el horror se desate sin remedio. Dana Wynter está perfecta como compañera del protagonista, majestuosa en su impresionante e inolvidable plano final. Por no extenderme demasiado, destacar del reparto a Carolyn Jones, que aparte de aparecer en alguna película de Elvis Presley y en multitud de series televisivas como el Batman de los 60 o la Wonder Woman de los 70, recordaremos siempre como la Morticia Addams televisiva de los 60. Venga, vale, también diré lo del papelito del después famoso director Sam Peckinpah: él es el revisor del gas que aparece de repente en el sótano de Miles y más tarde gritando en medio de la turba enfurecida.

    Se puede tomar como final el momento en el que un enloquecido por el espanto y el dolor Miles se abalanza en medio de la autopista pidiendo ayuda y acaba topándose con lo que se encuentra. Un desenlace demoledor y demasiado oscuro y deprimente para la época. El productor Walter Wanger decidió que no era apropiado que todo terminara tan mal y por eso impuso el prólogo y el epílogo que dan un poco de luz a la que no deja de ser una de las invasiones más eficaces que hemos visto en el cine. Que nadie diga ni piense nada malo de Wanger: al fin y al cabo él fue el principal valedor de la película, quien eligió a Siegel para dirigirla y quien confió en un escritor tan reconocidamente de izquierdas, pareciera una broma macabra decir que sería objeto de la caza de brujas de McCarthy, como lo era el guionista Daniel Mainwaring. Lo genial de todo esto es que ese epílogo impostado no deja de resultar estupendo. La forma en que consiguen que lo imposible, el alucinado relato de Miles, de repente resulte verídico para los policías y el psicólogo que le escuchan descreídos es un toque maestro de guion. Sencillo y efectivo, tan perfecto que permite cerrar la película sin que nos importe que el verdadero final nos haya sido arrebatado.

    José Luis Forte.

    Ficha técnica:

    Estados Unidos, 1956. Título original: 'Invasion of the Body Snatchers'. Director: Don Siegel. Guión: Daniel Mainwaring (Relatos: Jack Fenney); Productora: Allied Artists. Presupuesto: 454.864 dólares. Fotografía: Ellsworth J. Fredericks. Música: Carmen Dragon. Intérpretes: Kevin McCarthy, Dana Wynter, Larry Gates, Carolyn Jones, King Donovan, Virginia Christine, Tom Fadden, Guy Way, Sam Peckinpah.

    Hace unos días Jose Martín ya dedicó un artículo en 'Sesión doble' al estupendo remake de 'La invasión de ladrones de cuerpos' titulado 'La invasión de los ultracuerpos' (1978).

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