EL FENÓMENO OVNI INVADE LAS SALAS DE CINE
Encuentros en la Tercera Fase (Close Encounters of the Third Kind, Steven Spielberg, 1977)Palabras mayores. En ‘doble sesión’ hablamos de una de las obras maestras imperecederas de la ciencia ficción. Un título que le sirvió al nuevo niño mimado de Hollywood para justificar su fama de un rey Midas que convertía en oro todo lo que tocaba. En la mente de Steven Spielberg se escondía un proyecto titulado Encuentros en la Tercera Fase (Close Encounters of the Third Kind, 1977) por el que firmó un acuerdo con Columbia en 1973 para que se llevara a la pantalla grande. El enorme éxito comercial y crítico de su Tiburón en 1975 aceleró el proceso y el estudio dio una inmediata luz verde al rodaje con un presupuesto de 20 millones de dólares. A eso se le llama confianza.
La película se abre a lo grande con un espectacular hallazgo en el desierto de Sonora, donde un grupo de científicos encuentra unos aviones de la Segunda Guerra Mundial intactos, como si el tiempo se hubiese detenido para ellos. A continuación, un carguero aparece en el desierto de Gobi. Definitivamente, algo que escapa a nuestra razón está sucediendo y Spielberg ha llamado nuestra atención con un leve silbido. Cosa de genios.
Como el público no se identificaría nunca con los científicos o los hombres del gobierno que tratan de ocultar estos fenómenos ovni, la historia se centra en un hombre tan común como Roy Neary (Richard Dreyfuss), trabajador de la compañía eléctrica y desastroso padre de familia. Su vida dará un giro de 180º cuando sea testigo de uno de estos avistamientos (estupenda la escena en la camioneta, con todos los mecanismos bloqueados e inundada por la luz cegadora del ovni). A partir de ese momento decisivo en su vida, Neary se obsesiona con lo que parece ser un futuro encuentro que se está planeando en secreto, entre la humanidad y los seres de otro planeta. La fascinación por los extraterrestres y la búsqueda de respuestas a las preguntas que bombardean su mente, hacen que el protagonista se distancie seriamente de la realidad y de su familia. Por suerte, encuentra una aliada en Jillian (Melinda Dillon), una madre soltera cuyo hijo ha sido abducido por una de estas naves.
Para el personaje de Roy Neary, el director jugó sobre seguro, confiando en un actor que le había dado unos muy buenos resultados en el papel de Matt Hooper en Tiburón: Richard Dreyfuss. Posiblemente sea la mejor actuación de toda su carrera, aunque el Oscar lo ganara este mismo año por una actuación en otra película completamente diferente, La chica del adiós. Un papelón que Dreyfuss borda transmitiendo miedo, paranoia, curiosidad y heroísmo. Sin duda, uno de los pilares fundamentales para que el filme conecte con el espectador del modo en que lo hizo.
Encuentros en la Tercera Fase supone un paso decisivo dentro del género, presentando por una vez a unos extraterrestres completamente alejados a lo que habíamos visto en el cine hasta entonces. Esta vez no vienen a invadirnos o a destruir La Tierra, sino a conocernos, intercambiar conocimientos y culturas. Sin duda, un acercamiento de lo más realista e innovador al fenómeno ovni. Las naves espaciales ya no son los típicos platillos volantes de las películas de los años 50, sino unas enormes y sofisticadas máquinas llenas de luces y sonidos con los que intentan comunicarse con nosotros. En este aspecto, los efectos visuales de Douglas Trumbull son magníficos, al igual que el diseño de las criaturas creadas por Carlo Rambaldi. Unos extraterrestres bajitos y cabezones que, curiosamente, fueron interpretados por niñas disfrazadas, aunque se tuvo que crear un muñeco articulado para el alienígena que saluda con la mano. Esta creación fue un adelanto de lo que Rombaldi y Spielberg desarrollarían cinco años después en E.T, el Extraterrestre. La banda sonora corrió a cargo de un habitual del cine del director, John Williams, que con las cinco notas musicales más famosas de la historia del cine, consiguió una nominación al Oscar.
Encuentros en la Tercera Fase puede considerarse una fusión perfecta entre el Spielberg más reflexivo y el más comercial. No se trata de una fantasía de precioso envoltorio y vacía de ideas. Tiene entretenimiento mayúsculo y una cantidad enorme de efectos especiales, pero siempre al servicio de una historia interesante y salpicada de apuntes científicos, filosóficos, humanistas y religiosos. Ciertas críticas muy valiosas contra la capacidad del gobierno para ocultar a los ciudadanos una información tan delicada o el fanatismo que pueden alcanzar algunos individuos ante un fenómeno de estas características, le otorgan más enjundia a la trama. Sorprende el reputadísimo director francés François Truffaut interpretando el papel de Claude Lacombe, científico que dirige la misión de contactar con los visitantes. Se dijo que este fichaje fue un intento por parte de Spielberg de mejorar su imagen entre el público europeo, que le consideraba un simple realizador comercial.
Y para los que adoramos al Spielberg mágico, el que supo cultivar el sentido del espectáculo y la maravilla como nadie durante los 70 y 80, nos reserva varias escenas para el recuerdo. Especialmente terrorífico es el momento en casa de Jillian donde todos los electrodomésticos y juguetes de la casa comienzan a funcionar solos como por arte de magia y una luz inmensa penetra por debajo de la puerta. Es cuando se produce la abducción del niño, arrebatado de los brazos de su madre por una fuerza alienígena. Toda la escena tiene un componente paranormal que recuerda mucho al de otro éxito de Spielberg (esta vez como productor y guionista), Poltergeist (1982). La otra gran escena de la película es, sin duda, el encuentro final entre los humanos y los alienígenas en el interior de la montaña Devil´s Rock, que Roy había visualizado en numerosas ocasiones tras su primer contacto con los ovnis. Un momento calificado por algunos de demasiado almibarado, donde multitud de personas abducidas en diferentes épocas surgen de la nave nodriza ante los ojos atónitos de los científicos.
Existen hasta tres montajes distintos del filme. En 1980 salió una versión con cinco minutos añadidos (137 en total), donde se veía el interior de la nave a la que subía Roy al final. En 1998 se volvió a eliminar este material y se hicieron otros pequeños ajustes, quedando su metraje en 135 minutos. Tres versiones de un clásico del cine moderno, admirado por muchos y discutido por otros tantos. Más de 300 millones de dólares de recaudación en todo el mundo hicieron de ella un gran éxito, llegando a estar nominada a 8 Òscar, de los cuales ganó el de mejor fotografía y otro especial a la mejor edición de sonido. Lo más curioso de aquella ceremonia fue la rivalidad en las nominaciones entre Encuentros en la Tercera Fase y otra cima del cine fantástico como es La Guerra de las Galaxias de George Lucas, que optaba nada más y nada menos que a 11 estatuillas. En esta ocasión, la balanza se inclinó a favor de la más lúdica y convencional obra de Lucas, que se llevó 7 Oscar.
En definitiva, mientras los críticos más eruditos ensalzan a La lista de Schindler (1993) o Salvar al soldado Ryan (1998), siempre quedarán los nostálgicos como yo, que defenderemos la primera etapa de la carrera de Spielberg (hasta Indiana Jones y el Templo Maldito en 1984). Eran años en que el director se lo pasaba como un niño y nos hacía disfrutar como tales a nosotros, su público incondicional.
José Antonio Martín.
Ficha técnica:
Estados Unidos. 1977. Título original: Close Encounters of the third kind. Director: Steven Spielberg. Guión: Steven Spielberg. Productora: Columbia Pictures/EMI Films. Presupuesto: 19.400.870 dólares. Localización principal: California. Música: John Williams. Fotografía: Vilmos Zsigmond. Montaje: Michael Khan. Intérpretes: Richard Dreyfuss, Melinda Dillon, François Truffaut, Teri Garr, Bob Balaban.
Artículo aportado a Sensacine.