Abraham Lincoln: cazador de vampiros (Abraham Lincoln: Vampire Hunter, Timur Bekmambetov, 2012)
Antes de encomendarse al noble (ejem) arte de la política, Abraham Lincoln se dedicó a exterminar vampiros. Dicho así, puede sonar muy triste y patético. Y lo es. Como tristes y patéticas son las aptitudes de Tímur Bekmambetov (Wanted) mostradas en su nuevo filme, Abraham Lincoln: Cazador de vampiros. Un trabajo que nos llega con el aval de Tim Burton como productor. Una simple estrategia comercial que, sin embargo, no disfraza una realidad bastante soporífera: la imagen del icono –interpretado por Benjamin Walker– hacha en mano. Un niño que años después de la muerte de su madre, se convierte en aprendiz de un misterioso y elegante outsider (Dominic West) del siglo XIX. Y ciertamente, Lincoln apunta maneras. Es alto, ligero, rápido y habilidoso con las armas. Un portento cuyo rictus aparece untado de maquillaje barato, como si estuviera en una fiesta de disfraces y el suyo fuera un careto de cera imperfecto. El diseño de producción y la dirección artística de esta historia de venganza es una combinación de texturas de videojuego (de esos vídeos que abren la trama a modo de preámbulo) y efectos visuales de escasa valía.
Con la problemática de la esclavitud como trasfondo o excusa, el guión –escrito a cuatro manos por Grahame-Smith, creador de la novela original, y Simon Kinbergde– describe una especie de América grisácea en donde ese tipo insobornable y legal imparte justicia sin esa “palabra” que tanto promocionaba en sus mítines. La película, en sí misma, es un disparate sin inteligencia o vocación lúdica. Ni siquiera triunfa en el trazo de la potente pero barroca línea visual de Wanted. Se acerca más a Guardianes de la noche, primera de las dos cintas del cineasta de origen kazajo dedicadas a un grupo de héroes atípicos que luchaban por mantener el (des)equilibrio natural de las fuerzas. Es decir, la conocida historia del bien contra el mal. Todo muy chulo y olvidable. Asimismo, no recuerdo una sola escena de Abraham Lincoln: Cazador de vampiros… que permanezca en mi memoria. Es una conexión alterada por las interferencias formales: la técnica slowmotion es un mero artificio sin justificación. Ni aporta, ni ensalza la composición del plano y sus movimientos internos. Y es muy probable que su público objetivo no acuda a la llamada de un mercader que utiliza la pirueta en detrimento del cine como valor absoluto de la narración. Y, por supuesto, este híbrido de fantástico, ¿terror? y drama romántico de época posee una de las peores direcciones fotográficas que he visto en muchos meses. Muestra una y otra vez sus limitaciones intelectuales, su nula capacidad de inventiva o esa anhelada sencillez que convierte lo barato en meritorio. Tampoco aportan nada las nocivas tres dimensiones, que –al menos en la proyección a la que asistí– desenfocan la imagen por los laterales del plano y transforman la sesión en una permanente tortura para los ojos, ya que incluso los subtítulos se desenfocan.
Pocos disfrutarán de este Lincoln que decapita chupópteros. Casi nadie empatizará con unos personajes excesivamente vacíos. Porque nuestros abuelos ya sabían quién fue Abraham Lincoln, o al menos les sonaba; porque nuestros padres nos contaron algo acerca de sus luces y sus sombras; porque habíamos visto en decenas de películas el dantesco episodio de la Guerra de Secesión; porque aquella figura de la política estadounidense era una barba y una chistera inconfundibles; porque la historia del cine, la escrita y la que está por venir, está llena de ironías, y tal vez esa broma haya hecho que 20th Century Fox, distribuidora de este artefacto inútil, sea la misma que nos ofrecerá el esperado biopic de Lincoln, dirigido por Steven Spielberg y protagonizado por Daniel Day–Lewis. Palabras mayores.
Juan José Ontiveros.
Ficha técnica:
Estados Unidos, 2012. Título original: “Abraham Lincoln: Vampire Hunter”. Director: Timur Bekmambetov. Guión: Seth Grahame-Smith, Simon Kinberg (Novela: Seth Grahame-Smith). Productora: Abraham Productions / Bazelevs Production / Tim Burton Productions. Presupuesto: 69.000.000 dólares. Localizaciones: Louisiana, Estados Unidos. Cámara: Arri Alexa, Zeiss Ultra Prime and Fujinon Alura Lenses. Música: Henry Jackman. Fotografía: Caleb Deschanel. Montaje: William Hoy. Intérpretes: Benjamin Walker, Mary Elizabeth Winstead, Dominic Cooper, Rufus Sewell, Alan Tudyk, Anthony Mackie, Robin McLeavy, Jimmi Simpson, Jaqueline Fleming, Marton Csokas.