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    Cine Alemán Siglo XXI

    EL CABALLERO OSCURO: LA LEYENDA RENACE

    The Dark Knight Rises review
    'El Caballero Oscuro: la leyenda renace', cierre de la trilogía creada por Christopher Nolan
    EL CINE CLÁSICO DEL FUTURO
    El Caballero Oscuro: la leyenda renace (The Dark Knight Rises, Christopher Nolan, Estados Unidos, 2012)

    Ya está. Se acabó. Adiós al Batman de la trilogía más improbable del último decenio. Ha sido el final menos definitivo entre todos los finales. Anhelada como la obra de un visionario –Christopher Nolan–, el tercer episodio cumplió con las expectativas. Sin duda, el temido hype, inflado desde los estudios de Warner Bros., provocará sensaciones encontradas, debates de espuma y saliva, enfrentamientos entre gafapastas enardecidos por sus febriles tesis. El caballero oscuro: La leyenda renace debía ser el termómetro del periodo estival cinematográfico: en un páramo de cintas infumables, estaba llamada a eliminar todas las sospechas generadas por una industria renqueante. Con ese identificable porte que evoca a un jefe normando posmoderno, el inglés Christopher Nolan es la respuesta natural a una industria necesitada de inventiva y personalidad. Aspectos que el realizador de Memento –un soberbio ejercicio de deconstrucción narrativa en base a la antitrama–, casi siempre ataviado con su traje oscuro, supura de manera automática. Y ese maquillaje casa inmejorablemente con su psicología: es un tipo ajeno a la pose. Las inquietudes que se filtran en su mapa audiovisual podrían ser las de cualquier escritor taciturno o filósofo melancólico. Desde Following –su debut como director de un largometraje– hasta El caballero oscuro, pasando por El truco final (El prestigio) y Origen, se ha mostrado como un cineasta de fondo, un director de orquesta casi operística. Es decir: una bicoca para los grandes estudios hollywoodienses.

    Educado en el seno de una familia de raíces moderadamente anglosajonas –su padre es inglés y su madre estadounidense–, pronto comenzó a alternar sus estudios de literatura inglesa en la University College de Londres con la realización de varios cortometrajes. No obstante, con apenas siete años ya hacía sus primeras incursiones en el mundo del Súper 8. Era cuestión de tiempo –y unos gramos de suerte– que su talento comenzara a despuntar y, por ende, a llamar la atención de los productores. Y, sin embargo, tardó algunos años en cruzar la delgada línea que separa el circuito independiente del comercial. Las señas de identidad de Nolan poco tenían que ver con las de otros autores de perfil bajo: su ambición, su pretenciosidad impedían que él y su hermano, Jonathan Nolan, interpretaran el cine como un vehículo para las historias sencillas y lineales. En su mente latía esa intensidad nerviosa que hace sublimes a los aparentemente notables, el doodlebug –título de su cortometraje más famoso– infinito, el recuerdo sin memoria, el juego formal que tanto gusta a sus seguidores. En 2003, justo después de reunirse con David S.Goyer, un guionista enamorado de los cómics y voz muy autorizada en el terreno de la ciencia–ficción, la posibilidad de rescatar a Batman de las fétidas aguas en que le había sumido Joel Schumacher se hizo más sólida. Y a cuatros manos escribieron el libreto de Batman Begins, un regreso a los orígenes de la leyenda, que utilizaba sus gadgets y su firme convencimiento de héroe trágico para frenar la escalada del crimen en aquella ciudad llamada Gotham.

    Sea como fuere, esta trilogía –improvisada por el camino, a tenor del éxito en taquilla– comenzó siendo la constatación de un modelo comercial guiado por la idea primaria, es decir, la pasión que reside en los mejores proyectos, enmarcado aquí en un realista y, sin embargo onírico mundo con nombre propio: Christopher Nolan. Él y su numeroso equipo de profesionales han creado la adaptación más grande y acertada de un cómic jamás hecha. Porque, no nos olvidemos, el trazo sombrío de este Batman es deudor de las viñetas de El largo Halloween, de Jeph Loeb (guionista) y Tim Sale (dibujante); del escalofriante Silencio, escrito también por Jeph Loeb, pero esta vez con la traducción visual de Jim Lee; de ese negro Año Uno, de Fran Miller, donde se narran los primeros doce meses de existencia del hombre murciélago; y del posterior y magistral punto de inflexión firmado por el mismo filonazi: Frank Miller. Se titula El regreso del caballero oscuro. Y, cómo no, sin perder de vista el ojo ochentero de Neal Adams. Muchos de los fotogramas que componen ese tríptico sometido hoy a examen están sacados directamente de las páginas de esos cómics. Encuadres, angulaciones, gestos… El alma de Bruce Wayne, álter ego de Batman. Y si no me creen, acudan a los libros (sí, he dicho libros), a esa literatura impagable.

    The Dark Knight Rises still, Michael Caine
    Sir Michael Caine, repite rol como Alfred, el inseparable sirviente y amigo de Bruce Wayne
    Batman Begins fue una sorpresa inesperada, apenas unos pocos optimistas confiaban en la revisión de Nolan; y, a su vez, no había nadie mejor para inyectar un revulsivo a la historia del superhéroe más creíble de todos los tiempos. Habíamos sido testigos del asesinato de los multimillonarios padres del pequeño Bruce, de la gestación del miedo, de su viaje a las frías cordilleras que cobijaban el Himalaya, su adiestramiento ninja bajo la tutela de Henry Ducard (Liam Neeson), subordinado del fanático Ra’s al Ghul, líder de La Liga de las Sombras. Era la consagración de un viejo icono. Un personaje liberado de la tiranía de la cultura pop. Batman pasó de ser un símbolo de culto para frikis a vestir las estanterías del imaginario colectivo. Era terrenal, cínico, elegante, turbio, circunspecto, inteligente sin estridencias. Era Christian Bale. Era su leal mayordomo, Alfred, encarnado magistralmente por Michael Caine. También el diseño de producción, que trasladó –en un aparatoso trabajo de logística– el rodaje a Islandia, donde se rodaron los gélidos exteriores que emulaban aquellas geografías del Este. Gotham y Chicago se fundieron en una. Tanto Batman Begins como El caballero oscuro –segunda entrega de la trilogía– poseen escenas de una riqueza arquitectónica inapelable: las persecuciones por Lower Wacker, el túnel subterráneo que desemboca en una de las mayores arterias de la ciudad, LaSalle Street, donde el comisario Gordon escolta al alcalde de Gotham, que debía pronunciar un discurso. Aunque allí se escondían el Joker y uno de sus secuaces enajenados. Entonces el Joker ya no era un simple villano: inspiraba, no sin acierto, descontrol y caos. Un estadio superior de locura. El punto y seguido de El caballero oscuro sufrió un duro revés con el deceso de Heath Ledger, quien se había mimetizado con el personaje del Joker. Sólo quedó el luminoso recuerdo de su oscura interpretación.

    Tocaba mirar al futuro, a ese cercano epílogo que Nolan apuntaba sería su última película de Batman. Las cifras hablaban en todo momento de la excelente salud de la franquicia: con un presupuesto de 150 millones de dólares, Batman Begins alcanzó los 373 millones de recaudación; El caballero oscuro, por su parte, resultó ser un éxito de dimensiones insospechadas. 185 millones de presupuesto y más de 1002 millones de rédito. Unas ganancias –en términos puramente matemáticos– de más de 800 millones. ¿Qué hacer, pues, ante semejante respuesta del público? Tras su rotundo éxito (de crítica también) con El caballero oscuro, Christopher Nolan era impermeable a las dudas. Ni tan siquiera externas. Dependía única y exclusivamente de sí mismo, acaso del respeto por el futuro del personaje. Nolan dependía de Nolan. Las expectativas serían un daño colateral, un obstáculo fácilmente salvable. La distribuidora, Warner Bros, se ha dejado la piel y la economía en una promoción que sirve de metáfora de nuestra época: más en menos tiempo. Una campaña publicitaria que, debido al agresivo y alienante marketing viral, omnipresente de manera inquisitiva en la vida diaria del cibernauta, convirtió la espera en un castigo delirante.

    Es el cine devorado por la mercadotecnia. Pero el final se antojaba épico. Ocho años después –cuatro en la realidad– de que el comisario Gordon se viera obligado a echar a Batman a los perros acusándole de la muerte de Harvey Dent, la ciudad atraviesa un periodo de calma tensa. Las calles son un hervidero de delincuentes. Bruce Wayne se encuentra confinado en su mansión, apenas sale para hablar con Alfred y, por supuesto, ha enterrado a Batman, cuya salvación depende del fuego. Y Bane (Tom Hardy) es el catalizador perfecto. Con una fuerza descomunal y un aspecto de luchador bárbaro, habla a través de una máscara que hace de su voz una resonancia pavorosa, y extrañamente elegante. Bane es el caos que no materializó el Joker, aúna el carisma que le faltaba a éste. El desarrollo dramático, también. Y quiere hacerse con un dispositivo nuclear, quiere reducir Gotham a un estanque de cenizas. Entretanto, también aparece un policía (Joseph Gordon–Levitt) inquebrantablemente legal, con un amplio sentido de la justicia. Es el apoyo y el discurso verbal que necesita Bruce Wayne. Lo contrario a Selina Kyle, más conocida por Catwoman, una mujer aparentemente desprovista de ética y sentimientos, una profesional del hurto a golpe de tacón. Pero no es la única mujer que aparece en la efervescente vida de Bruce, ya que hay una empresaria (Marion Cotillard) dispuesta a ayudar a ese filántropo multimillonario en época de sequía. En definitiva, estamos ante un catálogo de personajes que invitan a soñar.

    Selina Kyle Anne Hathaway The Dark Knight Rises
    La labor de Anne Hathaway como Selina Kyle es una de las gratas sorpresas que deja The Dark Knight Rises
    El caballero oscuro: La leyenda renace es un artefacto efectivo, concatena escenas formalmente brillantes, con un montaje paralelo que funciona como un reloj. En él se adivina todo el suspense, la tensión, la acción –de movimientos frenéticos–. Wally Pfister, director de fotografía de lo tres filmes, merece un reconocimiento a su labor: muchos de los decorados fueron iluminados lámpara a lámpara, con precisión en el detalle. Un trabajo silencioso. Una obra colosal. Además, la factura técnica del filme concluye con su maravillosa tónica: la trilogía, una superproducción confeccionada en pleno estallido digital, cuando las mejoras tecnológicas son tan útiles como peligrosas, es un canto a la artesanía, tal vez cierto romanticismo en pérdida. Y es que, los efectos especiales (los que se graban en realidad, durante el rodaje) se han impuesto a los efectos visuales (los que no existen, resultado de una costosa postproducción).

    Obviamente, me enfrento a esta película sabiendo que es una parte divisible del todo. Y funciona igualmente. Durante casi tres horas permanezco pegado a la butaca. Detecto, sin embargo, varios fallos imperdonables, de guión barato y dirección perezosa (la última escena en la que aparece Marion Cotillard precisaba de otra toma, la frase de Bane sorprendido ante una de las incursiones de Batman es propia de un guionista emocionado por la belleza de su obra; y luego sobreviene un giro inesperado que condena a Bane al ostracismo). Son detalles que devalúan el camino hacia la leyenda. Así que, lo sobresaliente no se convierte en excepcional. Con todo, el cuerpo a cuerpo entre Bane y Batman merece un hueco en el Olimpo. El keysi, técnica de lucha que aprendió Bruce Wayne en Batman Begins, es un hallazgo para futuras coreografías de violencia en el cine: no precisa del artificio inherente a otras disciplinas, ni la pompa inverosímil en pantalla. La habitual fanfarria de Hans Zimmer conjuga a la perfección con el sustrato anarquista de la película. Es un temblor esquizofrénico que marca el tempo de la acción, que inquieta, que compone una estática caótica, que se repite una y otra vez a todo volumen. Provoca angustia, e incluso claustrofobia en determinados compases. Pero resulta imposible imaginar esas imágenes con otra música.

    Decíamos que Nolan sólo dependía de Nolan. El caballero oscuro: la leyenda renace fue una coartada para los frívolos, que no dudaron en decir que era mala. Al mismo tiempo, ofreció días de éxtasis a las hordas de frikis sin gran angular. Conviene señalar que, en cambio, no sucedió ni lo uno ni lo otro. Faltó libertad para dar un último golpe sobre la mesa, y algo de lucidez para (des)afinar los instrumentos. Fueron dos lustros dedicados a la construcción de una leyenda. Batman, el de Christopher Nolan, el de todos los que llevaron a puerto esa titánica empresa, habitará por siempre en la memoria de la cinefilia. Y de allí, del futuro inmediato, proviene el cineasta más rentable e influyente del siglo XXI. Un dandy inglés con aires de filósofo. Pero una vez más, ganó el mercado. Era cuestión de tiempo.

    Juan José Ontiveros.

    El próximo lunes, la crítica de Emilio Luna.

    Ficha técnica:

    Estados Unidos, Reino Unido, 2012. Título original: "The Dark Knight Rises". Director: Christopher Nolan. Guión:  Christopher Nolan, Jonathan Nolan (Historia: Christopher Nolan, David S. Goyer. Personajes: Bob Kane). Productora: DC Entertainment / Legendary Picture / Warner Bros Pictures. Presupuesto: 250.000.000 dólares. Localizaciones principales: California, Los Ángeles, New Jersey, Pittsburgh en Estados Unidos; Reino Unido e India. Cámara: IMAX MSM 9802, Hasselblad Lenses | Panavision Panaflex Millennium XL2, Panavision C- and E-Series Lenses | Panavision Panaflex System 65 Studio, Panavision System 65 Lenses. Música: Hans Zimmer. Montaje: Lee Smith. Fotografía: Wally Pfister. Intérpretes: Christian Bale, Tom Hardy, Anne Hathaway, Michael Caine, Gary Oldman, Joseph Gordon-Levitt, Marion Cotillard, Morgan Freeman, Juno Temple, Matthew Modine, Josh Pence, Nestor Carbonell, Brett Cullen, Tom Conti, Aidan Gillen, Liam Neeson.

    Póster: 

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