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    Cine Alemán Siglo XXI

    LOS DIARIOS DEL RON (THE RUM DIARY, 2011)

    The Rum Diary poster
    UN CARIBE APAGADO

    El adjetivo maldito es pasto del marketing. Normalmente lo utilizamos para referirnos a objetos o personas que arrastran una especie de nube negra que los condena de por vida. El artista maldito es cool por definición: ya sean escritores, músicos, pintores o vendedores de humo inclasificables, éstos poseen el don de la elocuencia, mordacidad, visión privilegiada, estilo y atractivo. La industria ha encontrado un filón entre este tipo de creadores que, habitualmente, son reconocidos por su excentricidad y su rebeldía. A veces, incluso, por su calidad. Y Hunter S. Thompson pertenece a este último grupo.

    Nacido en Louisville, Kentucky, el futuro creador del periodismo gonzo –profesional de la comunicación que se convierte en protagonista y, por tanto, en personaje de sus propias aventuras– creció en la boca de lo que llamamos la América profunda. Allí, la derecha estadounidense ha encontrado su puño desde tiempos remotos. Poca cosa para un atormentado chaval que creció junto a sus dos hermanos y una madre alcohólica: el apetito por la transgresión siempre fue en su ADN. Lo echaron del ejército ("fui declarado como completamente inclasificable", diría poco después) y de varios periódicos. Porque ese excéntrico imprevisible despreciaba la autoridad, disfrutaba siendo el patito feo de una sociedad efervescente cuyos hijos se dejaban la vida en Vietnam. Diversas geografías en las que el presidente de turno cargaba violentamente con toda su artillería.

    Hunter S. Thompson era una estrella de rock con máquina de escribir, considerando que puso su ardiente prosa al servicio de la cultura pop: sus artículos para Rolling Stone crearon un manifiesto psicodélico titulado Miedo y asco en Las Vegas (obra que el también opiáceo Terry Gilliam plasmó en celuloide con Johnny Depp y Benicio del Toro como protagonistas) y otro directo a la mandíbula sobre esos agresivos moteros conocidos por el sobrenombre de Ángeles del Infierno. La sensibilidad del escritor mostraba una febril querencia por los fuera de la ley, hundía su bisturí en la mugre, empatizaba meritoriamente con la contracultura, y hacía de ésta un valor tan divertido como pedagógico. Vale, una pedagogía sucia, pero útil al fin y al cabo. El relato gonzo bebía del nuevo periodismo acuñado por Tom Wolfe, Gay Talese, Truman Capote o Norman Mailer, y se servía de las mismas herramientas –investigación y estilo libre– para construir un artefacto notable, donde el arco de transformación de las voces desembocaba en un confortable chute: drogas e incertidumbre se daban cita en las páginas de Thompson como la tragedia y la sed de venganza lo hacían en las obras de Shakespeare. ¿Cómo evitar, pues, la tentación de llevar este impagable universo a la pantalla grande?

    Johnny Deep in The Rum Diary
    Johnny Deep es Paul Kemp en Los diarios del ron la adaptación de la obra homónima de Hunter S. Thompson
    Tras contemplar los resultados –aceptables, sin más– de Miedo y asco en las Vegas, dirigida por el ya citado Terry Gilliam, y otro sincero (y animado) homenaje con piel de reptil titulado Rango, parece ser que era el momento de adaptar una de las últimas obras del autor de Kentucky: The Rum Diary, o Los diarios del ron en tierras latinas. Para ello, Johnny Depp, un buen amigo de Hunter S. Thompson, ha tomado las riendas como productor de este apócrifo homenaje que llega a nuestra cartelera en virtud del recuerdo y el guiño a una amistad eterna, la de Johnny y Hunter, que probablemente originó largas horas de conversaciones más o menos apasionantes, con dos tipos narrando sus éxitos y sus miserias, con algún que otro desfase psicodélico –no obstante, el protagonistas de la saga Piratas del Caribe gusta de juntarse con estrellas, ay, malditas del estilo pasivo-agresivo de Keith Richards–, con sendas risotadas que concluían en interminables rondas de whisky y tabaco.

    Giovani Ribisi in The Rum Diary
    Giovani Ribisi (en su línea) en uno de los fotogramas de El diario del ron de Paul Robinson
    La presencia de Bruce Robinson –guionista de Los gritos del silencio– detrás de la cámara es simplemente anecdótica, ya que la presentación del relato carece de empaque y potencia visual. Cuenta la historia de Paul Kemp, un periodista que desembarca en Puerto Rico con la intención de ganarse la vida haciendo lo que mejor sabe: escribir. Y, sin embargo, pronto descubre que allí tienen cabida el desenfreno y la perversión (aunque moderada, pues el hombre tan sólo se limita a desear a la mujer del prójimo, en este caso jefe, quien flirtea con él desde primera hora). Por supuesto, ese tal Kemp es el álter ego de Hunter S. Thompson: no hace falta conocer en profundidad su obra para identificar esa falsa contención, sus modales desinhibidos y cierta dosis de soberbia. Lo interpreta epidérmicamente Johnny Depp, que abusa de la mueca y parece sentir el frío postraumático de The Tourist. Da la sensación viendo esta película de que hay una distorsión sin atenuar, como un esbozo de lo que podría haber sido y no fue. También nostalgia literaria hacia un hombre profundamente genuino. Pero no entiendo la trama de especulación con Aaron Eckhart de por medio, ni la problemática del incipiente héroe. Asisto a una sucesión de hechos mal conectados, que no me provocan el mínimo interés. Y cuando llega el episodio alucinógeno, estoy a punto de darle un buen aunque breve (no hay mucho) lingotazo a la botellita de ron que me han regalado a la entrada. Con todo, me agrada escuchar notas de blues, pero no advierto la presencia de Hunter S. Thompson: todo el exceso que aglutinaba Miedo y asco en Las Vegas, converge aquí en una reflexión crepuscular que hace de este cowboy un triste perdedor sin rumbo.

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    Imdb The Rum DiaryPor Juan José Ontiveros

    Leo, escribo, a veces pienso.
    El cine es totalmente subjetivo.
    Decía Hitchcock que "son 400 butacas que llenar".
    En esas butacas, además, puedes ver clásicos como Johnny Guitar.

    Edición por Emilio Luna
    Special Message from Johnny Lang

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