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    Cine Alemán Siglo XXI

    CIELO AMARILLO (WILLIAM A. WELLMAN, 1948)

    Yellow Sky PosterSiete forajidos entran en un saloon y se apoyan en la barra. En la pared, frente a ellos, hay colgado un cuadro en el que se muestra una hermosa joven semidesnuda. Los ojos de los hombres se alzan entre ávidos y soñadores contemplando la imagen. Piden de beber y, como si nada importara, hablan de sus cosas y del deseo de estar con una mujer como la del cuadro. El borracho del lugar les cuenta que el sheriff no está en la ciudad. Terminan de beber. Dos de ellos entran en el edificio del banco. Uno se apoya en el mostrador y el otro se dirige al cajero. Sin ni tan siquiera sacar una pistola le pide que le dé todo el dinero. Con la misma calma, como si el día no hubiera hecho sino comenzar y aún tuvieran muchas horas por delante, los forajidos llenan su saca y salen de nuevo a la calle. Montan a caballo y el grupo escapa de la ciudad.

    Un comienzo inusual, que descoloca por completo al espectador pues se inicia con un tono bajo, casual, como si aquello no fuera importante. Como si los autores fueran conscientes de que no se trata más que de un punto de partida, la excusa inicial con la que necesitan partir para llegar a donde de verdad les interesa. Esto es un trámite, pero ojo, no es banal: ya se nos ha adelantado qué es lo que más desean esos desesperados hombres. Dinero y una mujer. Vale, de acuerdo: no hay que estar desesperado para desear esto. Pero ellos, además, lo están. Y de ahí derivará la fuerza dramática de esta siempre sorprendente y atípica película que William A. Wellman dirigió en el año 1948, Cielo amarillo (Yellow Sky), escrita por Lamar Trotti, el cual ya había trabajado con Wellman en esa otra maravilla que es Incidente en Ox-Bow (The Ox-Bow Incident, 1943), basado el guion en una novela del reputado escritor y también guionista W. R. Burnett, y fotografiada de manera casi espectral por Joseph MacDonald.

    El grupo pronto es perseguido por un destacamento de soldados de la Unión. Cruel ironía pues la Guerra de Secesión acaba de terminar y los forajidos han luchado en el mismo bando de los hombres que los persiguen. Los forajidos, acosados, deciden iniciar una huida imposible a través del desierto: el Valle de la Muerte, el infernal Death Valley que ya nos dejara helados, valga el oxímoron, en la impresionante Avaricia (Greed, 1924) de Erich von Stroheim. Aunque el de Wellman fuera recreado en el Owens Lake.

    Yellow Sky Gregory Peck and Anne Baxter
    Anne Baxter & Gregory Peck en Cielo amarillo (Yellow Sky, William A. Wellman, Estados Unidos, 1948)
    La larga secuencia de la travesía del desierto es fundamental para introducirnos de lleno en el siniestro tono de la película, ese desierto fantasmal y solitario, los hombres convertidos en sombras que asemejan espectros, por el cual el mismo Wellman ya nos había hecho vivir en la que quizás sea la película de aventuras más oscura de la historia: Beau Geste (1939). También nos servirá para conocer a esos hombres que han escapado de sus perseguidores para quizá encontrar una muerte segura.

    El tono es casi el de una película de aparecidos. Más aún cuando al fin consiguen atravesar el desierto y lo que hallan al otro lado es una ciudad fantasma, una ciudad minera que vivió un momento de esplendor y que ahora agoniza sobre sus ruinas. El continuo sonido del viento, los edificios vacíos y la luz espectral que baña la abandonada ciudad nos introduce de lleno en el ambiente de la más gótica de las películas de terror. Y nosotros, como espectadores, contemplamos absortos esta película extraña y casi única en su mezcla de géneros en verdad imposible.

    Yellow Sky, Richard Widmark
    Richard Widmark, un carismático villano en Cielo amarillo
    Pero la ciudad no está abandonada: aún permanecen allí un viejo buscador de oro (James Barton) y su nieta (Anne Baxter). El tesoro que oculta el viejo y la presencia de una mujer en aquellos desolados parajes hará que las más bajas pasiones de los forajidos se desaten de forma salvaje: el taimado, irónico e inteligente Dude (interpretado por un sensacional Richard Widmark en uno de esos papeles de malo inolvidables que él bordaba antes de convertirse en primer actor), el degenerado Lengthy (John Russell) y el protagonista de la película, claro, un Gregory Peck que con solo cuatro años haciendo películas ya era una primera estrella y que aquí utiliza su consabida sobriedad para dar fuerza a su personaje, James “Stretch” Dawson, el único que se planteará un cambio de rumbo en su vida. Son las cosas que traen el amor, eso dicen, que yo poco puedo confirmar al respecto. No voy a seguir desgranando el reparto, que esto va a empezar a parecer la lista de la compra, pero creo obligado nombrar a Half Pint, interpretado por el secundario Harry Morgan, el cual muchos recordareis por su papel en la serie de televisión MASH, aquella de los médicos de campaña medio pirados.

    A partir de ese momento, y como ya se nos había anticipado de manera magistral en la primera secuencia de la película con los forajidos mirando absortos el cuadro del saloon y el posterior atraco, los forajidos solo buscarán cómo quedarse con el dinero del viejo, unos, y en cómo llevarse a la joven al granero, cosa que no hacen nada más verla porque como todos quieren, pues todos se ponen la zancadilla. La vida misma golpeándonos en la cara desde una película de género: el único lugar desde el cual el mensaje puede convertirse en universal.

    Todo un acierto la elección de Anne Baxter como la joven que alterará las hormonas del grupo. Porque si nos hubieran puesto allí, no sé, a Ava Gardner, por ejemplo, pues no pasa nada: todo el mundo vería normal que aquellos vaqueros que lo más cerca que han tenido de sí una chica ha sido la que estaba pintada en un cuadro se volvieran locos. Pero igual de normal esta locura que si acabaran de visitar el lupanar del pueblo si la chica que se les planta delante es la espectacular Ava. Lo genial es colocar ante estos berzotas a Anne Baxter, una actriz que a mí me fascina pero que ni de lejos posee esa belleza ante la que nadie discute de la Gardner. Con modales, vestimenta y formas de chico, el que los hombres enloquezcan ante su presencia refuerza la idea de la soledad en la que viven, de su aislamiento del resto de la sociedad, lo que en aquella época significaba no tener contacto con mujeres, y de su estado de locura. Eso sí, Anne Baxter es una actriz increíble, y consigue que la veamos como la ven esos hombres: durante la película, creedme que pensaréis que no hay mujer más hermosa y deseable en la tierra.

    Yellow Sky, Anne Baxter
    Anne Baxter en Cielo amarillo (Yellow Sky, William A. Wellman, 1948)
    Una película de aspecto fantasmal, pues no solo el tono, la atmósfera creada por Wellman, sino la fotografía de MacDonald, plena de claroscuros, de fuertes contrastes de luz, como en una película de cine negro pero de esas que beben visualmente de las películas de terror de la Universal del primer lustro de los años treinta, o lo que es lo mismo, del cine expresionista alemán de la década anterior, reforzará esta idea. Y entremezclada con una historia de pasiones desatadas, donde el deseo sexual compulsivo ocupa el primer plano. Toda una rareza para la época presentada en un envoltorio que aparenta normalidad: una película del oeste.

    El enfrentamiento final en la oscuridad de un abandonado saloon de la ciudad fantasma goza de una más que merecida reputación: el tiroteo se resuelve en off en una secuencia magistral en la que contemplaremos solo sombras y saltaremos estremecidos cuando el sonido del viento sea roto por los disparos. Un saloon, el lugar donde empezó todo, pero ahora en su reverso siniestro porque aquí es donde anida el mal, los deseos retorcidos de los hombres.

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    Imdb Yellow SkyPor José Luis Forte

    Escribe encerrado en una cueva, nunca entra el sol.
    Proyecta películas en la pared, ni que fuera Platón.
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