Comenzamos una nueva sección dedicada a las grandes estrellas que han hecho del séptimo arte este lugar mágico. "Un mohicano en Tennessee" nos acercará, en tono desenfadado, aspectos curiosos de directores, actores y actrices que son todo un icono cinematográfico. Un apartado que contará como emisario de excepción con Jon Alonso (Canal Extremadura Radio & Televisión, Semanario Avuelapluma). Primera entrega.
JOHN WAYNE, LA LEYENDA
“Feo, fuerte y formal”. Con estas tres palabras (y en español), gustaba describirse este titán surgido del rudo Midwest norteamericano de principios del siglo XX. Su arrolladora personalidad le convirtió en el símbolo de un país, una época y una actitud vital.
John Wayne es uno de esos dioses inolvidables del cine, con más de ciento cincuenta y siete películas en cincuenta años. Todos le hemos visto encarnando a innumerables personajes, pero a nuestros ojos siempre representará el rostro torvo, el ademán masculino y el tesón decidido del cowboy más famoso que haya existido: el mito fundacional ambulante de la nación más poderosa de la Tierra.
Marion Mitchell Morrison (su nombre real) nació en Iowa en 1907 mudándose junto a su familia a California al poco de nacer. Un auténtico maromo con su 1’93 descalzo y sus 120 kilos de hueso y músculo, desde muy joven le acompaño el apodo “Duke” (duque), quizás porque Marión, nombre de chica, parecía un ejercicio de rencor por parte de su madre (que siempre quiso una niña).
Tras una corta vida académica (Marion, más que estudiar, iba a la escuela), decidió buscar suerte en Hollywood (descargando camiones). Y allí fue donde el inmenso John Ford le descubrió un día; brutal, masculino y sudoroso, cargando con una esfinge de cartón piedra. Cautivado, en teoría, por el magnetismo y los movimientos del mancebo, Ford metió al pollito Marion bajo su ala y de allí salió un águila llamada John Wayne. Y es que, si detrás de un gran hombre siempre hay una gran mujer, detrás de John Wayne, estaba John Ford. Marion imitó a John en todo, desde en su costumbre de vestirse de señora (dicen que pidió ser enterrado así), hasta en el nombre de pila, John, que adoptó de él.
Como tal se le conoció desde que juntos nos dejaron la gloriosa “La Diligencia” en 1939, hasta que murió en 1979. Le podemos encontrar, inmenso, en otras joyas como Río Grande, El hombre tranquilo, El Dorado, Centauros del desierto o la conmovedora Valor de Ley.
"¡Niño! ¡Coge la columna dórica y me la colocas allí, donde la charca!" |
"La próxima vez que le cojas las bragas a John Ford, ¡te tiramos al pilón!" |
Creció tan inmenso que dicen que los rusos no se atrevieron a invadir Afganistán hasta después de certificar su muerte. Unos años antes, el día que el emperador de Japón Hiro Hito piso Estados Unidos por primera vez, lo primero que hizo fue preguntar por él, por El hombre que mató a Liberty Valance.
Por Jon Alonso
Extremeño tornado americano, que al regreso de simpares aventuras,
decidió que el mejor de sus legados, sin dudarlo, lo deja la escritura;
investiga sin descanso lo profano, de aquellos cuya fama aun perdura,
sin un euro cobrar, pues no es ufano, en la red se lo publican con premura.
Edición de Emilio Luna
El antepenúltimo mohicano
Extremeño tornado americano, que al regreso de simpares aventuras,
decidió que el mejor de sus legados, sin dudarlo, lo deja la escritura;
investiga sin descanso lo profano, de aquellos cuya fama aun perdura,
sin un euro cobrar, pues no es ufano, en la red se lo publican con premura.
Edición de Emilio Luna
El antepenúltimo mohicano