
Alcatraz discurre entre flashbacks y tiempo presente para introducirnos en la fantástica historia de la desaparición de un gran número de guardias y presos de la famosa isla carcelaria en 1963. Personas que por un extraño fenómeno son liberadas en el presente y repiten el “modus vivendi” que les llevó a ingresar en prisión. El punto de partida, pese a su escasa credibilidad, puede resultar sugerente. El problema es el desarrollo de ese planteamiento, narrado de forma esquemática, con personajes sin vida y despojados de carisma. Alcatraz como serie procedimental pudiera tener un hueco en lo profundo de la parrilla pero como trama de larga duración no aporta nada al género y su supervivencia estará ligada en gran medida a la aparición de nuevos secundarios que saquen más jugo al trío protagonista.
Un trío que sin lugar, a dudas, es su talón de Aquiles. Rebecca Madsen (Sarah Jones), Emerson Hauser (Sam Neill) y Diego Soto (Jorge García, Hugo en Perdidos) resultan poco llamativos a ojos de la audiencia. Química cero en uno de los castings más extraños que se recuerdan. Jones, actriz de indudable atractivo, sigue la estela de Olivia Dunham (Anna Torv) en Fringe pero con un personaje poco detallado y tópico. Desde el episodio piloto aguanta con una pincelada sobre su pasado, importando poco todo lo que le rodea. Algo que ocurre, también, con los dos protagonistas masculinos. Uno de rostro hierático y acartonado (Neill), otro carente del encanto necesario (García). Es difícil la empatía con cualquiera de los tres. Es difícil que la posterior aparición de Santiago Cabrera como pareja de Jones solucione ese defecto vital.

Puntuación: ** ADICTOS EN SERIE/FOX.