Arquitecto de profesión, el realizador milanés Michelangelo Frammartino, siempre interesado por la relación entre los espacios concretos y la imagen cinematográfica, se sumergió en el séptimo arte en 1995 con el cortometraje Tracce. Tras varias modestas piezas (L’ochio e lo spirito –1997--, Scappa Valentina –2001-- e, Io non poso entrare –2002--) llegó su primer largometraje: Il dono (2003), que se estrenó con éxito en el Festival de Locarno (Suiza). Su segunda obra, Le quattro volte (2010), filme que hoy nos ocupa, logró el premio Label Europa Cinemas en la Quincena de Realizadores, un espacio dedicado al descubrimiento de nuevos autores en el prestigioso festival de Cannes.
Un inicio exitoso de una carrera que el cineasta lombardo compagina con la docencia. Actualmente Michelangelo Frammartino imparte clases de dirección cinematográfica en la Università degli Studi de Bergamo. Según Frammartino la idea principal de “Le quattro volte” surge de una frase atribuida a Pitágoras: “El hombre contiene estas cuatro vidas; La mineral (sales), la vegetal (linfa), la animal (salvaje), la humana (conocimiento). Para que el hombre pueda conocerse bien debe conocerse cuatro veces mediante estos cuatro elementos cuatro veces”. Esta es la base sobre la cual Frammartino construye un complejo y filosófico planteamiento de los ciclos de vida. Filmada en un remoto pueblo de Calabria, explorando detenidamente cada rincón, la herencia cultural de esta apartada zona y acompañados de sus cuatro (peculiares) protagonistas.
Un inicio exitoso de una carrera que el cineasta lombardo compagina con la docencia. Actualmente Michelangelo Frammartino imparte clases de dirección cinematográfica en la Università degli Studi de Bergamo. Según Frammartino la idea principal de “Le quattro volte” surge de una frase atribuida a Pitágoras: “El hombre contiene estas cuatro vidas; La mineral (sales), la vegetal (linfa), la animal (salvaje), la humana (conocimiento). Para que el hombre pueda conocerse bien debe conocerse cuatro veces mediante estos cuatro elementos cuatro veces”. Esta es la base sobre la cual Frammartino construye un complejo y filosófico planteamiento de los ciclos de vida. Filmada en un remoto pueblo de Calabria, explorando detenidamente cada rincón, la herencia cultural de esta apartada zona y acompañados de sus cuatro (peculiares) protagonistas.
Le quattro volte comienza con un hombre azotando en un horno, en lo que debe significar su rutina diaria. Mientras la cámara se aleja y nos lleva al campo donde encontramos un viejo pastor (Giuseppe Fuda) y sus cabras. El cabrero conduce su rebaño por verdes praderas, mientras, en la distancia seguimos escuchando el sonido de la labor del campesino en el horno. Más adelante comprendemos que el sonido es el encale entre las dos historias. El pastor se ve enfermo, cansado, sus manos vacilan al guiar su rebaño; su mirada es triste, sus ojos nos muestran un mundo seco y casi acabado, donde el fanatismo religioso se apodera de nuestras necesidades con la esperanza de ver al cielo y esperar una señal de lo desconocido. Con cada escena podemos disfrutar de una naturaleza más viva que nunca, las nubes cubren las montañas y hacen sombra a los lozanos y frondosos árboles, mientras los pájaros recitan melodías y proclaman sus verdades, el sol realiza la tarea de fecundar con su luz la vida sobre la tierra. Los grillos confirman que un día más se va, la noche cae y cubre con su manto todo.
La película no contiene diálogos, apenas podemos escuchar conversaciones lejos de nuestro rango, en ella se juega con los sonidos, hay que estar atentos pues ellos se encargan de transmitir toda clase de sensaciones, es el lenguaje de la naturaleza. Planos fijos desde distancias largas, que luego visualizamos con más detalle en longitudes más cortas, todo acompañado de una excelente fotografía. Los animales parecen jugar y disfrutar al ser filmados por la cámara, son precisamente ellos los que dan pinceladas de comedia al filme. Frammartino logra que sintamos que al final de los ciclos nos perdemos en un mundo oscuro que nos amenaza con consumirnos; cerramos nuestros ojos con la esperanza de que el mañana será más prometedor, pero al amanecer nos damos cuenta que todo está peor, que nada ira bien, pero todo debe seguir su curso, todo es devenir, bien lo mencionaba Heráclito de Éfeso: “En el mundo todo fluye, todo cambia, nada permanece constante, lo que hoy es blanco mañana se torna negro por el tiempo.”
No hay trampas, es real y podemos sentirnos parte del entorno natural, ver como cambian los escenarios, como cambia la materia. Un equipo de hormigas moviendo un papel, la naturaleza misma. Una reflexión para que los humanos tomemos conciencia de la responsabilidad que tenemos con los elementos que nos rodean; el respeto que debemos mostrar a la flora y fauna. Nacemos en este mundo desorientados pero nos aferramos a nuestro instinto, cada ser realiza una labor importante en el cosmos, agonizamos hasta la muerte, pero alguien nuevo ve la luz y se encarga de repetir el ciclo. ¿Qué lugar tiene el hombre en la naturaleza? Y más preguntas de ese tipo pueden surgir al ver “Le quattro volte”. Es momento de despojarnos de cualquier prejuicio, de ver el lado místico de nuestro hábitat, de apreciar los pequeños detalles, de comprobar que todas las cosas que existen en este mundo mantienen una conexión ancestral. Una cinta que debe ser vista por los humanos que aman el cine y disfrutan de las maravillas de la natura, “Le quattro volte” es una película para reír, llorar, filosofar y renacer.
Por Olvín Otero
Otaku del cine, veo el arte como ente de cambio,
headbanger en las espesas hierbas de un bosque milenario,
danzando enloquecido en los claros de los espíritus y en hondos huecos de los fantasmas internos
Edición de Emilio Luna
Cinema 2.0
Otaku del cine, veo el arte como ente de cambio,
headbanger en las espesas hierbas de un bosque milenario,
danzando enloquecido en los claros de los espíritus y en hondos huecos de los fantasmas internos
Edición de Emilio Luna
Cinema 2.0